Al cruzar la barca me dijo el barquero de África a Tarifa cuesta mucho más dinero
El título de artículo corresponde a un fragmento de una canción del grupo español Fito-Fitipaldis, en el cual se relata el drama diario de la emigración. Cada día cientos de personas intentan salir de la situación de pobreza en la que se encuentran ansiando alcanzar las fronteras de los países desarrollados.
Los datos estadísticos nos revelan la existencia de una gran brecha entre los países ricos y los países pobres. La diferencia entre los ricos y los pobres de la Tierra ha aumentado considerablemente en las últimas décadas. Como reflejan en sus estudios Harold Kerbo y Jeffrey Sachs, en la actualidad hay cerca de 1.300 millones de personas en el mundo, que viven diariamente con menos de lo que se puede comprar con un dólar en EEUU. Esta cifra constituye casi el 20 % de la población mundial (casi un 30% más de la población mundial vive con menos de dos dólares al día).
Las desigualdades no son sólo en cuanto a riqueza e ingresos, las encontramos en todos los niveles: alimentación (unas 2000 millones de personas no tienen suficiente comida y cientos de miles se mueren de hambre); 107 de cada 1000 niños mueren a la edad de cinco años, frente a los 6 por cada 1000 que mueren en las naciones ricas; casi la mitad de la población de los países subdesarrollados es analfabeta; un porcentaje importante de los niños entre 10 y 14 años trabajan; la esperanza de vida es muy reducida; enfermedades como el Sida están mucho más extendidas en los países subdesarrollados y con muchos menos medios para combatirlas (sólo en los países africanos cerca de 5.000 personas mueren diariamente de Sida, hay 13.2 millones de niños huérfanos debido a esta enfermedad y se augura que dentro de 10 años la cifra de muertes por Sida sólo en África superará la de víctimas de la I y II Guerra Mundial); etc. Y lo peor son las apreciaciones de futuro, en vez de mejorar la situación, la pobreza empeorará en África en los próximos años.
Las causas de esta situación hemos de buscarlas tanto en factores internos como externos e históricos: hablaríamos de este modo del colonialismo europeo; la existencia de una reducida élite política y económica que obtiene resultados económicos muy positivos frente a la inmensa mayoría de la población que vive en situaciones muy precarias; la presencia de poderes dictatoriales y la ausencia de sistemas democráticos; la escasez de infraestructuras y fábricas necesarias para transformar las materias primas en productos elaborados; la existencia de una agricultura de plantación dirigida por los países desarrollados (pueden encontrar numerosos casos en los que hay habitantes de naciones subdesarrolladas que están hambrientos debido a que son más rentables los cultivos que se pueden exportar a naciones centrales que los orientados al consumo interno); las barreras comerciales impuestas por los países desarrollados (a pesar de su ideología de “libre mercado”, los países ricos parecen creer en realidad que es preferible que los mercados abiertos estén en los países pobres que en los suyos propios); el aumento de la deuda externa; etc.
La consecuencia principal de estos datos es el crecimiento de la emigración desde estos países a los países desarrollados. Para Harold Kerbo “el ritual nocturno de precipitarse hacia la costa de un país rico lo podemos encontrar en todo el mundo: México, Mar Adriático, China, Marruecos...”. Debido al enorme crecimiento de la diferencia entre ricos y pobres experimentado en el S. XX cada vez hay más personas dispuestas a arriesgar su vida para escapar de la pobreza emigrando ilegalmente a los países ricos.
Lo que implica esta oleada de migración mundial es que la mayoría de los países ricos se hacen más diversos desde el punto de vista racial y étnico, provocando diferentes conflictos raciales. En Francia la candidatura de Le Pen, contraria a la inmigración, fue la segunda más votada; en Alemania la ola de inmigración en los 90 ha provocado el surgimiento de grupos neonazis y ataques contra extranjeros; etc.
Para Harold Kerbo “mientras persista y aumente esta desigualdad, los desplazamientos masivos de población desde los países pobres a los ricos irán en aumento, y el mundo se hará cada vez más racial y étnicamente diverso, les guste o no a los habitantes de los países ricos”.
Por otro lado, esta inmigración en cierta manera es necesaria para los países desarrollados. La población de los países avanzados no se está reproduciendo de manera suficiente. Se pronostica que es necesaria una tasa total de fecundidad aproximadamente de 2.1 hijos por mujer para que una población se reproduzca de modo suficiente. Sin embargo, en la actualidad existen países como España e Italia con tasas en torno a los 1.2 hijos por mujer e incluso países como Alemania con un crecimiento negativo. Esto conlleva un descenso demográfico importante en los próximos años, amén de un considerable envejecimiento de la población. Con los ritmos actuales de nacimientos y defunciones, España puede empezar a perder población si los componentes reproductores no se modifican o no crece el aporte demográfico por inmigración (la ONU estima que en los próximos años será necesario la llegada de 12 millones de inmigrantes para mantener el actual nivel de vida).
El envejecimiento de la población de los países desarrollados provocará un aumento de la tasa de dependencia muy elevado, por lo que una buena parte del esfuerzo productivo deberá dedicarse a la financiación de las pensiones, el gasto sanitario y otros gastos sociales. Lo que lleva a nuevos problemas como ¿quiénes trabajarán?, ¿quiénes pagarán los impuestos?, ¿quiénes contribuirán a los sistemas sanitarios y de la seguridad social?
Se producirán nuevos brotes racistas. Guste o no, la situación de pobreza actual provocará el crecimiento de los fenómenos migratorios a medida que nos adentremos en el S. XXI, y generará nuevos conflictos y el surgimiento de más partidos políticos contrarios a la inmigración. No hay remedios fáciles para solucionar la situación. La realidad es que al mundo desarrollado no le interesa en demasía el problema mientras los resultados económicos sigan siendo elevados.
La única solución propuesta desde Occidente consiste en poner trabas a la llegada de determinados inmigrantes, levantando alambradas, aumentando los controles, etc., no planteándose la realidad del problema que se encuentra en la estructura del sistema económico actual. Mientras tanto, cientos de africanos intentarán llegar a las playas de Tarifa, Barbate o Almería.
Muchos me argumentarán que desde Occidente solamente los gobiernos pueden actuar, que el resto de la población no puede hacer nada, pero se equivocan, los ciudadanos podemos hacer mucho. En primer lugar, tenerlo en cuenta, criticarlo y exigirle al gobierno de turno medidas al respecto; en segundo lugar, apoyar a aquellos movimientos u organizaciones no gubernamentales que intentan ayudar en estos países; en tercer lugar, ya que los gobiernos occidentales no aportan el 0.7 % de su presupuesto, que se estima necesario que debe aportar cada país para acabar con la pobreza, dar ese tanto por cierto de nuestro sueldo para cualquier ONG. Un ejemplo, el 0.7 % de un sueldo de 1500 euros son 10.50 euros o el de un suelo de 1000 euros 7 euros, lo cual no creo que suponga mucho. Una última cuestión ¿qué harían ustedes si en vez de nacer aquí lo hubieran hecho en cualquier país de África?
Qué fragil es la memeoria. Ahora que estamos en crisis, es facil de olvidar lo mucho que la mano de obra inmigrante ha contribuido al desarrollo y bienestar de este país.
ResponderEliminarEspero que este excelente artículo ayude a la reflexión. Ni antes éramos pocos, ni ahora sómos muchos.