DE TODO UN POCO. JESÚS GARCÍA GÉMAR


DE CIRCO, ACUICULTURA, CAMBIO CLIMÁTICO Y MEDUSAS
Monto un circo y me crecen los enanos. Eso es lo que le está pasando a la humanidad, por si no teníamos bastante con el cambio climático, ahora las medusas. ¿Que qué tiene que ver una cosa con la otra? Vayamos por partes.

Quizá la frase no sea, en los tiempos que corren, políticamente correcta. Esta frase es de otro tiempo. Un tiempo en el que cuando íbamos al circo esperábamos ver cosas raras, monstruos del tipo: una enana, una mujer barbuda, payasos, un forzudo, bailarinas de can-can, una vidente… Hoy esperamos ver el Circo del Sol, y lo anterior nos suena a incivilizado.

También nos suena a incivilizado la caza, pero no olvidemos que para comer carne tenemos que matar animales; los primos de Copito de Nieve, la gallina Turuleca y Bambi, entre otros, han dado buen caldo, y gracias a la ganadería y a la agricultura hemos podido desarrollar las civilizaciones que han existido en el mundo. Sin embargo, seguimos en pañales en la acuicultura, aunque la cría en cautividad de especies acuáticas será la única manera de hacer frente a la cada vez mayor demanda de pescado, según la FAO, porque la pesca mundial se estancará en los próximos 30 años.

En este sentido, el organismo de la ONU denuncia que en la actualidad el 52% de las 600 especies con valor comercial están plenamente explotadas, el 17% sobreexplotadas y el 7% agotadas, y sólo un 1% se recupera. A pesar de ello, el consumo mundial de pescado se ha duplicado en menos de un siglo. Por ello, la FAO recomienda potenciar la acuicultura, por su gran contribución a la seguridad alimenticia, a la lucha contra la pobreza y al bienestar social de muchos países, además de ser una fuente de ingresos y empleo. En este sentido, diversos expertos la consideran una «revolución azul» para los próximos años ya que, como digo, aunque existen granjas de vacas, conejos, pollos, cerdos, cabras, ovejas, y otros, no existen granjas de pescado en cantidad suficiente como para cubrir la demanda mundial.

Si la población mundial quiere pescado y no hay granjas, realizamos la pesca recolectora, es decir, cojo peces, pero no pongo peces, la pesca de siempre. Estos peces son los depredadores de las medusas, las tortugas que mueren enredadas en las artes de pesca son depredadores de las medusas, si no hay depredadores de medusas y si hay incremento de la temperatura del agua (el maldito cambio climático), se genera una explosión demográfica de medusas que la sufrimos en nuestras playas cada año. Porque a las medusas les gusta el agua «calentita».

La acuicultura, inventada por los chinos hace miles de años, apenas tiene 30 años de vida como actividad industrial, por lo que todavía se encuentra en fase de desarrollo. Según la Sociedad Mundial de Acuicultura, el futuro del sector debe basarse en el desarrollo tecnológico, las prácticas sostenibles y la diversificación de especies cultivadas. En este sentido, la Comisión Europea ha aumentado las ayudas a la innovación, en detrimento de las especies de cultivo ya consolidadas.

No obstante, la acuicultura cuenta con numerosos detractores que la consideran más perjudicial que beneficiosa para el medio ambiente y la salud. De hecho, diversas organizaciones ecologistas sostienen que los pescados de cultivo pueden producir mayores impactos ambientales que la pesca recolectora. Si no se instalan y gestionan adecuadamente, explican, las piscifactorías pueden destruir zonas naturales delicadas, como manglares y tierras húmedas, contaminar el hábitat acuático y reducir el agua potable, o aumentar la invasión de especies exóticas. Desde el punto de vista sanitario, añaden, son peces más grasos y en algunos casos se abusa de colorantes y antibióticos, que pueden crear además «súper-microbios» resistentes.

Asimismo, denuncian que se trata de una actividad insostenible que está incrementando, y no disminuyendo, la sobrepesca. En 2001, un estudio de un equipo de científicos de la Universidad de British Columbia (Canadá) y del Centro de Alimentación y Recursos Marinos de Hawái calculaba que hacían falta varios kilos de pescado salvaje para producir un kilo de salmón cultivado u otros peces carnívoros, como las anguilas o la lubina.

Adena advierte de que la cría de peces -principalmente salmón, trucha, atún, lubina, dorada y bacalao-, y crustáceos, consumen el 70% de la producción mundial de aceite de pescado y el 34% del pescado de mesa, y destaca el caso del atún rojo, que requiere de 20 kilos de alimento por cada kilo producido.Por su parte, sus defensores subrayan que sólo un 15% de la producción total depende de las capturas para su alimentación, siendo la gran mayoría cultivo de algas (principalmente laminaria japónica), animales filtradores como los mejillones, o peces herbívoros como las carpas.

Según la FAO, el 80% del pescado de acuicultura en el mundo es herbívoro u omnívoro, producido para consumo local, y es una fuente vital de alimento para muchas zonas pobres. En algunos países, la acuicultura tradicional, basada en un simple estanque, sirve además a sus propietarios para combatir ciertas plagas, como en el caso del arroz, y fertilizar las tierras mediante el limo del fondo.

Asimismo, a pesar del incremento de los peces de cultivo carnívoros, la captura de su alimento, principalmente anchovetas, capelanes y sardinas, no ha aumentado, debido a la disminución del uso de estas harinas para alimentar a pollos y cerdos. Sin embargo, algunos expertos recuerdan que los precios de estas harinas podrían aumentar, por lo que habría que buscar otras alternativas.

El kril o los millones de toneladas de peces que son matados accidentalmente y devueltos al mar, se presentan como posibles candidatos, aunque los conservacionistas lo consideran ecológicamente inaceptable.En cualquier caso, los responsables del sector afirman que los controles son cada vez más severos, y que la producción de alimentos sanos y ecológicamente sostenibles es una demanda en aumento por parte de los consumidores. Sin embargo, las voces críticas recuerdan la falta de información fiable sobre este sector y el desplazamiento de algunas de estas empresas a países con legislaciones menos exigentes.

Los expertos afirman que, tras varias décadas de investigación, se ha conseguido perfeccionar los métodos de cultivo, la salud de los peces y su nutrición, reducir el uso de antibióticos, vacunas y productos tóxicos, y mejorar sus características de crecimiento.

Algunas empresas, como la norteamericana Ocean Boy Farm, presume incluso de ser 100% ecológica, al emplear un pez, la tilapia, para limpiar los desechos de sus langostinos. Por ello, el impulso de los estudios científicos basados en criterios ecológicos resulta primordial. Asimismo, su alto índice de fracasos, en gran parte por su ubicación inadecuada y gestión incorrecta, apunta a una mejora necesaria en este sentido, así como en el procesamiento y transporte de los peces. Además, algunos expertos aseguran que la iniciativa privada tiene más éxito en esta área que la intervención institucional.

Por su parte, los grupos conservacionistas instan a la conciencia ecológica de la población, para evitar un consumo insostenible, y reclaman un sistema de certificación para que los consumidores sepan si se trata de peces cultivados con criterios medioambientales.

Se deba a lo que se deba, cada año irrumpen en las costas del Mediterráneo las medusas. Estos invertebrados son el terror de bañistas, a causa de las quemaduras o picaduras infringidas en la desprotegida piel, tanto de turistas como de trabajadores del mar.

Pero no todas las medusas son igual de urticantes. Las que poseen unas armas llamadas nidoblastos, células urticantes rellenas de veneno y provistas con nematocistos (un dardo que se introduce en sus víctimas) son las más peligrosas. Este dardo en miniatura puede, en algunos casos, atravesar la piel e inyectar el veneno.

Se ha grabado a alta velocidad la secuencia del disparo de un nematocisto, calculándose, por la velocidad de obturación, en 1/1000 de segundo. No todos los nematocistos pueden atravesar la piel de las manos, pero sí la de la cara, que es más sensible. Si manipulamos una medusa para su observación, cuidado al llevarnos las manos a la cara después, ya que los guantes o las manos pueden estar cargados de nidoblastos, los cuales nos picaran en la piel de la cara, que es más fina.

He aquí algunos remedios para minimizar sus efectos: 1) Eliminar los restos de medusa siempre con guantes y aclarar con agua salada, si los nematocistos no activados entran en contacto con agua dulce se dispararan; 2) No rascarse; 3) Para desactivar los nematocistos no disparados lavar con una solución al 5% de vinagre, hasta que pare el picor. Si no disponéis de vinagre, se puede emplear alcohol; 4) Aplicar crema de afeitar y rascar la piel con una cuchilla para eliminar los nematocistos. Una pasta de barro, harina o talco, rascada con un cuchillo de inmersión, o una tarjeta de crédito, también funcionan; 5) Secar la piel y aplicar un ungüento de hidrocortisona, tomar difenhidramina para aliviar la reacción alérgica; 6) Mantener a la víctima quieta para evitar que el veneno se extienda, procurando que la parte afectada quede elevada respecto al corazón; 7) Las picaduras serias que pueden poner en peligro la vida, con síntomas como espasmos musculares, dificultad de respirar y shock requieren atención médica urgente. Otros cnidarios que son capaces de producir picaduras a los seres humanos son las aguavivas, incluyendo la mortal Avispa Marina, algunas anémonas marinas y la común Botella Azul.

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