LAGARTAS Y NAZIS. SERGIO RUIZ ANTORÁN
Acabo de hacer un zapping por este maravilloso mundo de la TDT, que es como el rastrillo de la tele por satélite para uno que ha estado acostumbrado durante años al maná ‘engañifa’ del Canal Plus.
La revolución antianalógica, el futuro cateto digital, que como una plaga mesiánica nos llena de pixeles nuestra vida y nos alimenta la mentira de un mundo lleno de posibilidades con canales en los que las cadenas y productoras echan todo eso que les sobra. Cubo de basura en el que hambrientos buscamos un cuscurro de inteligencia que llevarnos a la boca. Reciclaje televisivo, salvo raros ejemplos públicos de tematismo recurrente.
En mi zapeo he ingerido una dosis de ‘Mujeres Ricas’. No sé si es el objetivo de La Sexta, pero a mí este programa y su primo de ‘¿Quién vive ahí?’ me dan unas ganas tremendas de hacerme anarcosindicalista y saltar a la calle con una antorcha encendida para devastar el barrio rico de la ciudad. Viendo la que está cayendo por el mundo, contemplar las excéntricas vidas de estas señoras y mariditos de éxito financiero cuya preocupación y la de su prole consiste en saber cuántos euros pueden derrochar ese día en un consumismo enfermizo, parece un acto de masoquismo para todos aquellos que llenarían la nevera un año con lo que se gastan en productos faciales estas musas y musos televisivas de la posmodernidad en una semana.
Para no convertirme en un ácrata y lanzarme al cuello de la tele, le doy a la tecla y naufrago en las profundidades del dial. Caigo en un programa de Intereconomía. Justo el mismo en el que hace una semana un tertuliano llamó guarra a la Consejera de Educación de la Generalitat. El señor lenguaraz, icono del machista retrogado de la sociedad que este canal tiene como público objetivo, se ha ausentado del programa de hoy porque está abrumado por lo que le ha caído encima y es baja al igual que el típico tertuliano del otro bando (del PSOE en este caso) que sirve de saco para recibir todos los golpes con estoíco sentido de la democracia.
Me encuentro ante mí a un tipo que parece Mario Conde y que es Mario Conde, desgastado y sin Julia Otero haciéndole la precampaña, hablando fuera de la cárcel del dinero que están robando los socialistas. Habla un experto. A su lado hay un presentador que pienso que vi en la tierna infancia en una viñeta de Pedro Alcázar y Pedrín haciendo de policía bueno, bueno para la época. Gente cívica. Comentan las noticias que al día siguiente van a publicar ABC y La Razón, mientras ensalzan a sus ausentes compañeros y una carga de sms aplauden la gallardía del señor de la ‘guarra’. Mi ejercicio de tolerancia televisiva es contraproducente para sofocar mi anterior brote pirómano y tengo que controlarme para no coger del cuello al mechero y lanzarme a la quema de terratenientes, gobernadores civiles y gente del clero.
Antes de mi transformación en Molotov acierto a darle a otra tecla del mando a distancia y encuentro una solución. Echan en un canal autonómico una retrospectiva de ‘V’. Mi pulso se suaviza con la contemplación de ese cardado, esas hombreras y esas mallas. ¿Y si todos los UFOs fueran unos frikis ochenteros del carajo? Un mundo lleno de extraterrestres con piel de lagartija con unas jefas tan malas malísimas y jamonas, con esa vestimenta entre el vídeo de Thriller y las SS, que quieren acabar con la raza humana en sus platillos volantes hechos con papel albal que dan la risa en nuestra hiperavanzada cultura visual, que no de la otra, un mundo que, de repente, me parece mucho más maravilloso y humano que el que me ofrecían los otros canales y eso que me ofrecían la misma receta: lagartas, que diría mi abuela, y lagartos y nazis.
SERGIO ANTOLÍN
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