(Con) tacto con el instinto. Óscar Blázquez
Hace ya muchos años que quedó demostrado que aquello que nos diferencia de los animales es la razón y la capacidad de lenguaje. Anteriormente también se creía que la manipulación de objetos y la capacidad de construcción era otra característica propiamente humana, hasta que simios y primates nos dieron una lección de humildad (e inteligencia) cuando, tras un estudio con dichos animales, demostraron su capacidad de construir desde casas, a hamacas y diferentes utensilios para hacerse la vida más fácil y placentera.
Así pues, es la razón y el lenguaje lo que nos hace seres superiores, dignos sucesores de los dioses, y controladores (y manipuladores) de todo lo que nos rodea. Si es así, aquí un servidor se para a pensar… ¿qué es lo que estamos haciendo mal? Nos matamos entre nosotros, a los de dentro y a los de fuera, destruimos para construir objetos que, curiosamente, sirven para destruir, destrozamos sin piedad el medio ambiente (ya nos pasará factura, ya). Si somos los dueños de este planeta, qué estamos haciendo mal…
Según estudios derivados por diferentes biólogos, el tiburón, gran y temido depredador, una vez tiene crías se las come en caso de no encontrar comida para subsistir. No sólo esto, si no que además son capaces de abandonar a sus crías si no hay suficiente alimento en el entorno, para así garantizar su propia supervivencia. Ante esto, tras una búsqueda que desgraciadamente se realiza rápidamente, encuentro en 10 minutos más de 50 noticias de padres que matan a sus hijos recién nacidos alegando que su situación económica no le permitía sacar adelante a dicho bebé.
En las manadas de leones es el león quien se encarga de dormir bajo la Sabana, mientras las leonas deben encargarse del cuidado de los cachorros, y proveerles de alimentos para garantizar su alimentación y crecimiento. No sólo esto, sino que además el león puede tener relaciones con diferentes hembras de la misma manada, mientras que las leonas viven bajo la sumisión del macho. Hoy en día, nos encontramos aún bajo la sombra del “hombre de la casa”. Muchas mujeres, la mayoría aún, son las encargadas de la casa, de la alimentación, de la sanidad de los pequeños, y del cuidado y limpieza del hogar. Mientras que, generalmente, es el hombre quien, una vez tiene descendencia, se encarga de ir a trabajar fuera. Si esto fuera poco, actualmente las infidelidades se producen por una mayoría de hombres contra una minoría de mujeres, exactamente el 73% de hombres, frente al 27% de mujeres. En según que especie de simios y primates, el macho de la familia obtiene entre sus gratos beneficios el poder sobre la hembra. Muchas veces, si ésta no cede a sus exigencias, muchas de ellas sexuales, el macho opta por un rol agresivo, haciendo que, a través de la fuerza y el maltrato, la hembra ceda a sus peticiones. No hace falta decir que hoy en día seguimos siendo, como país, víctimas de la agresión sexista del hombre hacia la mujer, y viceversa. Los datos hablan. Y aterran.
Así podría seguir llenando párrafos y más párrafos sobre la supuesta diferencia entre hombre y animal. Quizá no estamos tan diferenciados de ellos, quizá sabemos usar la lógica, hallar las consecuencias de un hecho repetido con anterioridad, podemos hablar, usar la tecnología, ingeniería, y derivados… pero el fondo, la base, sigue siendo exactamente la misma.
Quizá no somos la especie superior que creemos ser. Quizá estamos aquí para que el resto de seres vivos puedan ver qué pasa cuando le das un palacio de cristal a una especie con armas como manos, y violencia como patrón.
ÓSCAR BLÁZQUEZ
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