¡Que viene el Lobo y nosotros sin Sindicatos!
Decía que me han enrabietado porque han tocado mi línea visceral (en singular) en el sentido opuesto del que camina mi línea reflexiva, y es ahí, desde dentro, desde dónde más rezuma.
Reunidos en Claustro Universitario (algo parecido al parlamento o la asamblea universitaria) he intervenido para manifestar una serie de problemas que se han producido este inicio de curso en las matriculaciones.
La duda que me corroe es, ¿ningún líder sindical ha escuchado el cuento de Pedro y el Lobo?
Y, como les decía, mi rabia es tener esta sensación y contársela.
El asunto no ha sido otro que (a mi parecer y al de mucha más gente) estamos inmersos en un proceso de cambio y no se han adaptado los procedimientos al nuevo modelo poco a poco, sino de golpe. La experiencia en este sentido es, y se lo dice un estudiante, que de esto sabemos, clara. Hacer mucho en poco en lugar de poco en mucho produce indigestión. Y eso es, en groso modo, lo que vine a manifestar.
Hasta ahí todo bien. El problema, que me olía, fue la respuesta, por “alusiones”, que obtuve. Digo que me olía porque al citar la palabra “trabajador” saltó el brazo del representante sindical como un resorte. Pueden imaginarse su intervención, una lección bien aprendida desde el siglo XIX que no sé muy bien a que venía. O prefiero no saber a qué. Mi rabia, como les decía, viene desde dentro. Viene de que me iba esta tarde con la sensación repetida de que los sindicatos que tenemos (al menos en la universidad) no nos sirven. Más bien, estorban.
Su posición de defensa absoluta e inmovilista, de conquista permanente, por encima del bien y del mal de la institución (en mi caso, pública, sin beneficios, y autogestionada) les alejan, precisamente, de los trabajadores y de la izquierda. Es tan absurda su posición que cuando realmente se produce una injusticia con algún trabajador no se les escucha porque han perdido el respeto. Defender a los trabajadores no es defenderlos de forma egoísta sin entender la realidad, no es rechazar críticas a la forma de desempeñar el trabajo, no es justificar conductas intolerables (de trabajadores y sindicalistas; ¿Nadie se ha preguntado el sentido de los piquetes informativos en la sociedad de la información?).
No entraré, para no serles denso, en la adquisición del sindicalista de los malos hábitos del político por todos conocidos. Imaginen que yo, como representante de estudiantes, pidiese el aprobado a estudiantes que han dejado un examen en blanco. Un disparate. Defender a los trabajadores requiere sentido común y racionalidad, y entender que cuanto mejor nos vaya a todos, empresa incluida, mejor les irá a los trabajadores.
Luego, cuando exista una causa justa (como la huelga frente a la reforma laboral), nos quejaremos de que los millones de trabajadores honrados no acuden a la llamada. Pero es que los sindicatos no les defienden porque dedican su tiempo a defender lo indefendible. La paradoja de todo esto es que quienes salen perdiendo son, precisamente, los trabajadores.
En primer lugar quisiera utilizar la tribuna que se me brinda para agradecer a los creadores de la revista la confianza puesta en mí y hacer público el agrado que me causa escribir estas líneas.
Dicho esto, a lo nuestro. Tenía preparada una pequeña reflexión sobre la necesidad en esta sociedad del debate y la maldita dificultad de que este se produzca fruto del vértigo de informaciones. Pero hoy me han enrabietado. Como nuevo que soy les diré que no soy hombre (o joven, permítanme el gusto) de mostrar sentimientos en exceso, aunque sí de excederme cuando los muestro. Un día es un día y este primer artículo merecía nacer desde el estomago, más que desde la cabeza.
Decía que me han enrabietado porque han tocado mi línea visceral (en singular) en el sentido opuesto del que camina mi línea reflexiva, y es ahí, desde dentro, desde dónde más rezuma.
Reunidos en Claustro Universitario (algo parecido al parlamento o la asamblea universitaria) he intervenido para manifestar una serie de problemas que se han producido este inicio de curso en las matriculaciones.
La duda que me corroe es, ¿ningún líder sindical ha escuchado el cuento de Pedro y el Lobo?
Y, como les decía, mi rabia es tener esta sensación y contársela.
El asunto no ha sido otro que (a mi parecer y al de mucha más gente) estamos inmersos en un proceso de cambio y no se han adaptado los procedimientos al nuevo modelo poco a poco, sino de golpe. La experiencia en este sentido es, y se lo dice un estudiante, que de esto sabemos, clara. Hacer mucho en poco en lugar de poco en mucho produce indigestión. Y eso es, en groso modo, lo que vine a manifestar.
Hasta ahí todo bien. El problema, que me olía, fue la respuesta, por “alusiones”, que obtuve. Digo que me olía porque al citar la palabra “trabajador” saltó el brazo del representante sindical como un resorte. Pueden imaginarse su intervención, una lección bien aprendida desde el siglo XIX que no sé muy bien a que venía. O prefiero no saber a qué. Mi rabia, como les decía, viene desde dentro. Viene de que me iba esta tarde con la sensación repetida de que los sindicatos que tenemos (al menos en la universidad) no nos sirven. Más bien, estorban.
Su posición de defensa absoluta e inmovilista, de conquista permanente, por encima del bien y del mal de la institución (en mi caso, pública, sin beneficios, y autogestionada) les alejan, precisamente, de los trabajadores y de la izquierda. Es tan absurda su posición que cuando realmente se produce una injusticia con algún trabajador no se les escucha porque han perdido el respeto. Defender a los trabajadores no es defenderlos de forma egoísta sin entender la realidad, no es rechazar críticas a la forma de desempeñar el trabajo, no es justificar conductas intolerables (de trabajadores y sindicalistas; ¿Nadie se ha preguntado el sentido de los piquetes informativos en la sociedad de la información?).
No entraré, para no serles denso, en la adquisición del sindicalista de los malos hábitos del político por todos conocidos. Imaginen que yo, como representante de estudiantes, pidiese el aprobado a estudiantes que han dejado un examen en blanco. Un disparate. Defender a los trabajadores requiere sentido común y racionalidad, y entender que cuanto mejor nos vaya a todos, empresa incluida, mejor les irá a los trabajadores.
Luego, cuando exista una causa justa (como la huelga frente a la reforma laboral), nos quejaremos de que los millones de trabajadores honrados no acuden a la llamada. Pero es que los sindicatos no les defienden porque dedican su tiempo a defender lo indefendible. La paradoja de todo esto es que quienes salen perdiendo son, precisamente, los trabajadores.
Pues si eso ocurre a nivel de la Universidad, imagínate a nivel nacional. El papel de los sindicatos no tiene nada que ver con su origen. Soy profesor de Historia y nada tiene que ver el sindicalismo de principios del siglo XX con los actuales.
ResponderEliminarLo de los sindicatos en España es muy triste.
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