INDIGNÁOS. CARLOS ETCHEVERRÍA

Indignez vous!

Indignaos es el título de un manifiesto llamando a la insurrección pacífica en Francia, que por desgracia aún no ha llegado a España en su versión castellana. Es la voz de la indignación de Stéphane Hessel, un hombre de 93 años, antiguo combatiente de la resistencia francesa, superviviente de los campos de concentración de Buchenwald y Dora, uno de los redactores en 1948 de la Declaración de los Derechos Humanos de Naciones Unidas, embajador de Francia y Comendador de la Legión de Honor.

¿Por qué tenemos que soportar las cosas que aborrecemos? Esta invocación para rescatar los verdaderos valores es también una invitación a los jóvenes a oponerse a todo tipo de totalitarismos y dictaduras y rescatar la verdadera democracia; a exigir independencia a los medios y enfrentarse al acoso a la libertad de prensa; a mostrar su enfado ante la desigualdad, la pobreza, o la despiadada dictadura económica de los mercados financieros, motivo más que suficiente para iniciar una insurrección pacífica real. Es un llamamiento contra la indiferencia que nos encoge de hombros ante la adversidad.

Hessel habla de una amnesia generalizada de la sociedad, despreocupada del desastre ecológico planetario, haciendo especial énfasis en la falta de rumbo y en la pérdida del sentido de los dirigentes políticos por su apoyo a los grandes consorcios bancarios y corporaciones multinacionales, en detrimento de los ciudadanos en un momento en que la crisis está acabando con el bienestar social en Europa.

Lo que está siendo cuestionado, dice, es la base de las conquistas sociales. ¿Quién controla, quién decide y quiénes son los interesados en esas decisiones descabelladas? Por eso hace falta que nos indignemos cuando percibimos que hay cosas intolerables. Y pide una insurrección pacífica contra el desprecio al débil, la insolidaridad o la exaltación del dinero; contra el consumo masivo o la competencia de todos contra todos.

En su mensaje de coherencia y dignidad, refuerza la desconfianza hacia los poderosos que amenazan la paz y la democracia, reivindicando la actitud del resistente en una apelación al noble sentimiento que, más o menos recóndito, anida en todos nosotros: la rebelión contra la injusticia

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