LA HUMANIDAD ANTE UNA CATÁSTROFE NATURAL. CARLOS HERNÁNDEZ BRAVO.

¿NOS ACOSTUMBRAMOS A LA ETERNA AMENAZA?.

He seguido con gran interés las noticias de la catástrofe de Japón, ha sido un hecho que me ha dejado petrificado, es impresionante como la fuerza de la naturaleza ya no puede sólo con un país tercermundista como Haití. Si ya vimos como sembró el caos el huracán Katrina en Nueva Orleans seis años antes, o Chile hace justo un año, vemos ahora como sucumbe otra potencia mundial por un seísmo. Y es que la fuerza de la naturaleza puede con todos, elige cuidadosamente sus herramientas para provocar una desgracia.

Son cifras de muertos, heridos, desaparecidos y afectados muy diferentes en cada uno de estos casos, el factor principal que los diferencia es la capacidad de inversión, la misma que hace falta en la creación de medios tecnológicos que puedan prever o informar con la mayor celeridad posible, infraestructuras que puedan soportar el envite de estos cataclismos, organización y adiestramiento de un cuerpo de salvamento propio para poder recortar mayor número posible de víctimas, es decir dinero. Dinero del que no dispone Haití, pero tampoco Indonesia y sus continuas desgracias sobrenaturales en esta década, como tantos otros.

Y es que el hecho que la humanidad llegue a poblar zonas con tan alto índice de peligrosidad es algo que no consigo explicarme, ¿es que no ha habido a lo largo de la historia, de todas las civilizaciones que han podido pasar por cada uno de estos lugares, advertencias de este tipo suficientes y que puedan cuestionarse cuál sería el lugar más idóneo para establecerse? Como México D.C., una de las ciudades más pobladas del mundo, que vive rodeada de volcanes y en una zona con riesgo sísmico.

Seguro que la explicación debe de ser, por eliminación, la de ser un lugar con tan buenos recursos o ser un enclave comercial tan tradicionalmente importante y que pueda ser tan prospero, que llegue a compensar el riesgo (no importando su intensidad más que lo esporádico que sea) con el beneficio que pueda aportar. Pero, ¿merece la pena acostumbrarse a vivir con la atención puesta en esa alarma que puede sonar? Es bien conocida la disciplina y el afán de superación de los nipones, pero ¿no se le puede tildar de masoquismo el querer vivir en una zona en constante alerta?

Pues sólo quería compartir mi asombro por estos desastres y como la humanidad sigue creciendo en lugares muy adversos. También aclarar que la humanidad es una víctima más de las transformaciones que inconscientemente hace el planeta, que lo hace mucho antes de que existiéramos y que, nosotros somos responsables de que puedan ser mayores las consecuencias de éstas. Pues somos lo que votamos para que los gobiernos opten por fuentes de energías nucleares, cuyas centrales (“inteligentemente dispuestas”) acentúan notablemente el riesgo de un fatal desenlace. Y en esto el responsable directo no es la mami naturaleza, es la humanidad

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