MÍTINES
Si yo quiero escuchar a Lady Gaga, en un concierto, tengo que pagar mi entrada y si no… (Ya sé que todos estáis pensando que yo no iba a ir, y tenéis razón). Pues lo mismo debería ocurrir en los mítines. Quien quiera escuchar a su líder o líderes, que pague por ellos. (Y ya sé que todos estáis pensando que, con lo raro que yo soy, no iba a ir, ni gratis, ni con bocadillo y refresco, y tenéis razón).
Los mitineros sacan a pasear un vocabulario no superior al de un alumno de la E.S.O. Es la ramplonería andante, el griterío, la frase insultante al adversario (que más bien parece enemigo), para ver si éste “salta”.
No se habla de problemas y cómo afrontarlos, sino de lo malos que son los otros. Como si la maldad de los otros (si lo fueran) los convirtiera a ellos en buenos. La paja en el ojo ajeno es una viga, la viga en el propio ojo es, apenas, una paja.
El mitinero se descalifica en el mitin, se desacredita. El decir lugares comunes, palabras y frases vulgares, pero con una Intensidad y un Tono de voz… que ponen al descubierto la teoría infantil de que la fuerza de la voz imprime fuerza a sus razonamientos. Quien más grita, más razón tiene. Como si la razón lo necesitase para “tener razón”.
Es un pensamiento “sectario”, muy elemental y básico, pero que no para de hablar, que no te deja meter baza, como si la cantidad de tiempo que emplea estuviera en proporción directa con el convencimiento del asaltado.
Los terroristas, para poder actuar sin remordimientos de conciencia, antes tienen que “demonizar” al que van a asesinar. Porque “asesinar al demonio” es una acción heroica. En lo mítines se asesina al adversario con la navaja verbal, tras identificarlo con “el malo”.
Pero como el mitinero sea Rubalcaba (¿no da la impresión de que la tengo tomada con Rubalcaba?), este malabarista, este mago de la palabra, es capaz de sacar del sombrero conejos blancos y palomas blancas socialistas, al tiempo que elefantes e hipopótamos peperos.
¿Quién necesita ver a los políticos si están presentes en los medios de comunicación “on line”?. A no ser que, como la hemorroísa del evangelio que quería tocar a Jesús para curarse de las almorranas, crean los asistentes que quedarán tocados por la gracia de su líder, aunque éste tenga menos gracia que Marianico el corto en una convención de físicos nucleares
TOMÁS MORALES
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