Había una vez un gato que siete cabezas tenía, con dos cabezas pensaba, con otras dos dormía y con las restantes maullaba y comía. Tardaba un mundo en peinarse sus cabezas, se frotaba sus siete pares de ojos y después se limpiaba sus dientes con un fino palillo de oro. También se relamía todos sus bigotes menos uno, que era de acero puro.
El triste animal es testigo vivo de un conjuro fallido. Su dueña hizo varios conjuros, cuyo éxito daba por seguro. “Te convertiré en un dragón volador de siete cabezas”, le dijo, pero tras formular el embrujo, todo quedó oscuro y cuando el humo se disipó, la brujo contempló con notable enfado que el resultado no era de su agrado, su mínimo gato era y gato quedó, aunque mucho más grande y cabezón.
La hechicera gritó de muy mal humor, “a Belcebú pongo por testigo de que no volveré a utilizar nunca más, los viejos libros de magia sindicales, donde los brujos pedagogos escriben a raudales, lo que de sus alucinadas mente sale”.
Realizó varios conjuros con los que nulos resultados obtuvo. Y lo hizo más por su obstinación en buscar un dragón que por compasión.
Cada una de dichas testas tenía su peculiaridad, tres eran de un color oscuro y el resto una coloración más clara. Su pelaje también se diferenciaba, era largo y brillante en alguno de sus miembros y en otros era ralo y más bien menguante. Sus ojos eran diferentes entre sí. Tal falta de homogeneidad y simetría, daba lugar a que el felino poseyera, bien a su pesar un aspecto singular.
Casi siempre dormitaba, ya que el enorme peso de sus cabezas le agotaba. Con esta rutina transcurría un día tras día y semana tras semana. El felino no es feliz, no puede serlo, le gustaría saltar, correr, cazar, pero tener tanta testa se lo impide y le cohíbe. Y he aquí que lo tenemos como siempre, malhumorado y aburrido, esperando algún acontecimiento que le saque, aunque sea brevemente, de su prolongado aletargamiento.
Su dueña es una bruja hortera, maligna de por si, despechada y maloliente que no encuentra nadie que le siga la corriente. No tuvo descendencia, pese a carecer de decencia. Una legión de brujos tuvo, más ninguno retuvo, pues no le convino. Todos sus pretendientes buscaban su vientre. Blasfema que te blasfema, bebe que te bebe y no para, no hay nadie que la consuele, que la mime, que la escuche....
El singular minino y la quejosa bruja no se dan apenas compaña, hartos, hastiados están de si y de por si. Lejos de compartir sus penas se miran de reojo cada uno a su antojo. La bruja perdió buena parte de su poder y de su autoestima cuando fue expulsada del Sgub (sindicato general unificado de brujas).
La historia de este cuento, es la que ahora te cuento:
Érase la bruja en el sindicato, era probadora de escobas voladoras de categoría. Todos los fabricantes de escoba le daban la coba. Todas las marcas de enjundia anhelaban su aprobación y de paso le pagaban una buena comisión. Y cuando cogía el sobre con el dinero se sentía muy feliz y cantaba para sí, el siguiente estribillo “Que calentito, que calentito, tengo el bolsillo con tanto dinerito”.
La bruja cogía una escoba y presumía de su valía, pues era la que más alto volaba y nunca se caía, ¿nunca?
Hoy era un día de prueba, ante el público expectante, la bruja tomó la escoba al instante. Quería demostrar su habilidad y llena de falsa seguridad, cometió una temeridad. Volaba con desatino realizando piruetas y haciendo el pino. Soltó sus brazos y los agitó al viento, tanto más se ufanaba cuanto más alto volaba. Hasta que de repente, perdió el control y se estrelló de frente.
Daba miedo verla tan maltrecha, rota toda y deshecha, daba espanto, ver tanto quebranto. Incluso sus compañeras más malvadas y envidiosas sintieron alguna desazón en su corazón. Murmuraban y murmuraban y prestaban más atención a los restos de la escoba que al cuerpo desdichado que en el suelo yacía postrado.
Dos brujas se acercaron y viéndola más muerta que viva, se miraron entre sí y por telepatía acordaron crear una comisión de investigación, en la que achacarían toda la corrupción de la organización, en la accidentada. Darían con ello el asunto zanjado, dando un falso ejemplo de decencia y transparencia.
Convirtieron así a la dueña del gato de siete cabezas, en cabeza de turco. Podrás quejarte lector de mi falta de estilo, pero estarás de acuerdo conmigo que en cuestión de testa y cabezas este relato no está mal servido.
Una semana ya hace, de este mal lance, y yace postrada en su lecho, está tan dolorida de este percance. que tiene serias dudas de que su cuerpo aguante. Vendada toda se encuentra, más momia que bruja aparenta.
Comprobó con desagrado que le habían sisado el último sobre dado. Este hecho aún agravaba más su lamentable estado ya que muy avara era, pues la enferma pensaba que en el sobre robado, tanto dinero contenía como en un falso Ere de la Junta de Andalucía.
Comía una vez al día, lo que su triste gato le traía. El animal parecía fiel a su dueña en su destino. El día del desastre entre el público se encontraba y contemplaba con cierta admiración las acrobacias que su ama realizaba.
Tras el triste suceso, recogió a la bruja y la depositó en un trineo que arrastró con desgana, mientras gemía, lloraba y un mar de lágrimas brotaba de sus catorce ojos.
Verlo tan compungido mucho pesar daba, pero ninguna arpía le ayudó, así que solo a su morada se encaminó. No te parezca raro dicha reacción ya que las brujas en su condición, carecen de compasión, aunque, antaño no siempre fue así, pero esa es otra historia que si eres paciente, te narraré más adelante.
Otra semana pasó y continuaba en su cama, tan dolorida y quebrada se encontraba que pocas esperanza en si tenía de verse totalmente recuperada. En su muerte ya no pensaba pero convencida se hallaba que sus facultades siempre quedarían menguadas. Dando por seguro tal circunstancia se lamentaba pero nadie la escuchaba ya que su mascota harta estaba y poco consuelo le daba. El gato vigilaba su sueño y a los pies del lecho dormitaba, siempre alguna testa en vigilia permanecía pendiente a los delirios de la hechicera donde se mezclaba el pasado y la fantasía. El triste animal diferenciarlos no sabía, pero lo que escuchaba le llamaba su atención, así que por lo menos dos oídos prestaba a tal misión.
Un día, de repente el timbre sonó, el gato a la puerta fue y preguntó, ¿quién viene a visitar a mi dueña y por qué? Una voz alta y sonora le replicó. “Soy la bruja de la utopía y la razón de mi vista incumbe a tu dueña y no a ti”. El felino sorprendido dijo: siendo así, que sea mi ama la que decida, si bien recibida eres en esta morada.
La bruja atenta estaba de la charla, ya que el accidente su cuerpo quebró pero ni muda ni sorda dejó.
Se quejó amargamente:
- ¿Qué mala suerte la mía, de todas las brujas del sindicato, la única que viene a verme es la de la utopía? No viene a curarme sino a molestarme con sus letanías, pero al menos un rato me dará compañía.
“Deja que entre”, gritó, y su gato fiel la obedeció. La visitante quedó sorprendida, nunca había visto antes al extravagante y singular ser, no obstante, procuró por cortesía no mirarle en demasía.
Recorrió en penumbra un largo pasillo, polvo, telas de arañas, suciedad abundaban. También había alacenas llenas de productos propios de la hechicería, observó animales disecados, libros antiguos abiertos y depositados por doquier. El olor no era de su agrado pero tampoco le sorprendió, era una mezcla confusa de sudor, humedad, de productos en descomposición etc.
Se la encontró en su cama, tal cantidad de vendajes tenía que a la visitante le costó reconocerla. Ambas se observaron brevemente y la visitante inició la conversación.
- Gracias por recibirme en tu morada, ahora que te encuentras tan desdichada. ¿Cómo te encuentras?.
- Estoy como me ves, bien, bien....bien jodida me hayo. Desconozco el motivo de tu visita y como bien sabes, la hospitalidad no es común entre las brujas, ¿dime el motivo de tu presencia en mi casa?
- Estoy como me ves, bien, bien....bien jodida me hayo. Desconozco el motivo de tu visita y como bien sabes, la hospitalidad no es común entre las brujas, ¿dime el motivo de tu presencia en mi casa?
-Dime tu primero, hazme ese favor, como te llamas, ya que sólo te conozco por tu apodo de la bruja sin nombre.
- Soy como bien dices una bruja sin nombre, aunque lo tuve, pero este se perdió en el tiempo, llámame pues Desagrado que es un nombre que es de mi agrado.
- Si ese es tu parecer, Desagrado te llamaré, pues no vengo a agraviarte sino a ayudarte.
Esa ayuda muy rara a la anfitriona le parecía, pero debía de admitir que la visitante tenía más fama de hada que de bruja y por ello el resto de la hechicería marginada la tenía. Además pensaba que en el pésimo estado en el que se encontraba, poco o nada había de perder y si la visitante caía en su desgracia, a una orden suya el felino sobre ella caería y buena cuenta de la misma daría.
La bruja de la utopía, se daba cuenta de la situación, así que decidió obrar con cautela, para ello lo primero era no tener prisa alguna ni cometer ninguna precipitación.
- Dices que me ofreces tu ayuda indícame pues en qué consiste. Ante todo no me hables de salud pues carezco de ella.
- Bien sabes que de salud no te quiero hablar, o tal vez sí. Puedo traerte el famoso bálsamo de Espertil que cura todos los males, lo quebrado une, los venenos saca, las flamas desaparecen y el mal de ojo echado se vuelve contra su emisor y tiene tantas propiedades que en un libro entero no tendrían cabida.
Desagrado, se sorprendió, arpía vieja como era, conocía de su existencia pero sabía que en largo tiempo no había sido empleado, los ingredientes por secretos eran tenidos.
Desagrado replicó,
- Es una medicina peligrosa que requiere un conjuro casi sagrado, que tiene que ser realizado con maestría, en presencia y en comunión de varios seres y tengo entendido, tal como dicen antiguas profecías que el enfermo sano queda pero cambiado también. En la presente condición no me queda más opción que aceptar tu propuesta, pero antes dime ¿qué quieres de mi?
- Quiero que escuches mis argumentos y que sepas que no te miento. Igualmente, tengo notable interés en apreciar la transformación que en ti produce semejante remedio.
- Quiero que escuches mis argumentos y que sepas que no te miento. Igualmente, tengo notable interés en apreciar la transformación que en ti produce semejante remedio.
- Oyente y conejillo de indias me quieres, dijo, y luego la miró largamente de arriba abajo y de abajo arriba estudiando fijamente a su oponente, pues como de ella no se fiaba, rival aún la consideraba. Acepto el trato con una condición, que mi fiel gato esté presente y sea testigo de todo cuanto acontezca
- Sellado el compromiso está, - respondió la bruja de la utopía- y como te veo cansada volveré el próximo día.
- Sellado el compromiso está, - respondió la bruja de la utopía- y como te veo cansada volveré el próximo día.
La visitante se marchó y el ocaso pronto llegó. La postrada bruja sabía que poco o nada podría dormir por los dolores de sus heridas y por la intriga y dudas producidas por tan inesperada visita. Un gran almohadón pidió al gato ya que quería estar recostada, igualmente su vieja pipa le ordenó que le trajese. El felino se inquietó, fumar en el lecho de poco provecho le será y provocar un gran incendió podrá. Desagrado tanto lo conocía, que adivinó sus pensamientos y a él su penetrante mirada dirigió.
- Bruja soy y no loca estoy, ningún fuego provocaré y más ahora que alguna esperanza tengo de salir del lamentable estado en el que ahora me hayo.
La esperada visitante llegó por la tarde. Apenas tocó el timbre la puerta ya estaba abierta y entró sin dilación, pasando presto al dormitorio de su anfitriona donde esta en el lecho la miraba.
- Aquí me tienes, de casa no me he movido, dijo con una media sonrisa, cargada de ironía y malicia. Atenta estaré a tus argumentos, pero no esperes que comparta tus opiniones, pues diferentes somos en todo.
- Como bien sabes, la bruja de la Utopía me llaman y aunque de forma despectiva tal apodo me pusieron, lejos de molestarme me gusta tal designación, pues es verdad que la utopía y la esperanza en mí se cobijan y sentido a mi existencia dan.
- Como bien sabes, la bruja de la Utopía me llaman y aunque de forma despectiva tal apodo me pusieron, lejos de molestarme me gusta tal designación, pues es verdad que la utopía y la esperanza en mí se cobijan y sentido a mi existencia dan.
Desagrado la miraba y pensaba "está más sonada de lo que a simple vista parecía" y no creas lector que la postrada bruja no llevaba parte de razón, ya que la Utopía y la Esperanza, términos vanos y muertos de un pasado tan lejano, eran considerados como tales por brujas, hechiceros y demás alquimistas. Y aunque desquiciada la consideraba, juzgó que era pertinente escucharla, no por la palabra dada y el trato hecho que para ella poco o nada valían, sino porque sabía por experiencia, que de los lunáticos mucho hay que aprender pues en su locura tienen ocurrencias y disertaciones notables, que a los cuerdos no se les ocurre o bien si las tienen mantienen sus labios sellados por múltiples conveniencias. Así que en lugar de soltar una impertinencia, le prestaba atención. Incluso el gato también absorto estaba y miraba alternativamente a ambas brujas.
Continuaba su argumentación la oradora de esta manera:
- La utopía y la esperanza son el sentido de toda vida incluso de la mía. En un tiempo no demasiado lejano ellas movieron el mundo humano. Las dos imprescindibles eran para soportar con cierta resignación la pesada carga que sobre sus espaldas el presente significaba. Un periodo marcado por la injusticia y la tiranía que sobre los necesitados los ricos y poderosos sin piedad ejercían. Más conducidos por la esperanza de una sociedad mejor, dieron rienda suelta a la utopía y una rebelión se produjo.
Considerando que algún cambio era necesario para que no cambiase esta opresión, el supremo instigador un magnífico plan gestó Aligeró de forma aparente la carga para luego hacerla si cabe aún más pesada. Algunos bienes y prebendas repartió entre estos desdichados, desatando entre ellos un gran antagonismo, que se convirtió en un exagerado egoísmo que los hizo doblemente esclavos. Pero estas nuevas cadenas, lejos de verse como las anteriores, invisibles se volvieron.
El género humano así sometido y humillado, quebró los mecanismos solidarios tan fuertes en el pasado, y en su lugar cada uno miraba sólo para sí. Extraños y huraños se volvieron, pues sólo su beneficio individual buscaban.
El bien efímero anhelado ya no se encontraba en el incierto futuro sino que lo buscaban con ahínco en un presente que se identificaba con el placer de vivir intensamente en un momento dado. Pero una vez logrado el objetivo huecos se encontraban, la dicha se evaporaba y no hallaban a su alrededor ningún sentido, hasta que de nuevo movidos por un frenesí, buscaban sin cesar y no todos lo lograban de nuevo, caer en los brazos de un breve deleite, para otra vez ser arrojados al vacío.
En dicho círculo cayeron, y sobre el mismo giraban, más lo peor fue lo inconscientes y ajenos que de su situación desdichada se encontraban.
Gracias a este desmedido egoísmo que se convirtió en un absoluto hedonismo, el supremo instigador muy seguro se encontraba, de que ninguna revuelta contra él se produciría, pues esta humanidad disoluta en perpetua violencia y agitación estaba, grandes guerras y desgracias entre los hombres se sucedían sin que nadie pensara en su origen.
Contado todo lo narrado la bruja de la Utopía su relato cesó, pues ya mucho se había contado ese día.
Nuevas jornadas de animada tertulia esperan, pero esos acontecimientos ya te los contaré cuando llegue su tiempo, en otro capítulo si es que este ha de escribirse.....
Me parece a mi que el tiempo de las utopías se nos está acabando. David Ramírez
ResponderEliminarEsperemos que el tiempo de la utopía y la esperanza sigan siempre presentes en nuestra vida porque sino la cosa pinta muy mal. Juan Martín.
ResponderEliminarMe ha gustado bastante esta historia y pienso que deberías escribir otro capítulo
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