LA AMNESIA DE LA TRANSICIÓN NO PUEDE SER ETERNA. JORGE SEMPRÚN.

LA AMNESIA DE LA TRANSICIÓN
"¿Sabe usted qué es lo más importante de haber pasado por un campo? ¿Sabe usted qué es exactamente? ¿Sabe usted que eso, que es lo más importante y lo más terrible, es lo único que no se puede explicar? El olor a carne quemada. ¿Qué haces con el recuerdo del olor a carne quemada? Para esas circunstancias está, precisamente, la literatura.

¿Pero cómo hablas de eso? ¿Comparas? ¿La obscenidad de la comparación? ¿Dices, por ejemplo, que huele como a pollo quemado? ¿O intentas una reconstrucción minuciosa de las circunstancias generales del recuerdo, dando vueltas en torno al olor, vueltas y más vueltas, sin encararlo? Yo tengo dentro de mi cabeza, vivo, el olor más importante de un campo de concentración. Y no puedo explicarlo. Y ese olor se va a ir conmigo como ya se ha ido con otros".

Estas declaraciones pertenecen al escritor Jorge Semprún, fallecido ayer en París -donde residía-, el autor al que toda la crítica considera hoy como un militante de la memoria, en acertada expresión del periodista Juan Cruz. Fue precisamente Cruz quien tituló una entrevista con Semprún, publicada en el diario El País hace algo más de tres años, con una afirmación de su entrevistado que nos afecta a todos: Sin memoria, yo no existiría. Por eso quizá el libro de Jorge Semprún que más se atiene a esa declaración es La escritura o la vida, publicado en 1994, casi cincuenta años después de haber vivido su experiencia como presidiario en el campo de concentración de Buchenwald.

Plantearse la escritura de esa memoria después de su liberación, confesó Semprún en otra interviú, le habría llevado al suicidio, sin duda por la cruel y vívida intensidad de los recuerdos cercanos. Pero como lo que nunca quiso el escritor fue olvidar, no puedo eludir su compromiso con la literatura para tratar de dar vida o acercarse a la memoria de ese olor a carne quemada que ayer se fue con él como se fue con otros, pues según sus propias palabras también, se escribe para no olvidar.

"España -decía el autor de La segunda muerte de Ramón Mercader en la citada entrevista con Cruz- es un país que hace mal uso de su pasado. España reconcilia mal presente y pasado". Habría sido ese un buen momento para que el periodista solicitara de Semprún su opinión sobre la Ley de Memoria Histórica, recientemente aprobada, pero Juan Cruz eludió esa pregunta, no se sabe si por evitar una respuesta demasiado comprometedora para quien fuera ministro de Cultura con Felipe González, cuando esa necesaria reivindicación todavía no había aflorado.

Lo cierto es que Jorge Semprún tenía entre manos un último proyecto literario que versaría concretamente sobre la memoria histórica en nuestro país, según unas declaraciones que publicó el periódico Die Tageszeitung hace un par de años, sin saber entonces si el libro en que trabajaba iba a adoptar la forma de novela o ensayo.

El proceso transicional en España, decía Semprún, fue acompañado de amnesia, compromisos y olvido voluntario, sobre todo por parte de la izquierda. Por eso, con la consolidación de la democracia, el país tiene la necesidad de la memoria, a fin de restablecer un equilibrio para que las víctimas del franquismo y las familias de las víctimas tengan "derecho a una memoria y a existir históricamente".

No obstante, comentó que la reconstrucción de la memoria histórica se debe realizar "con mucho tacto", ya que si se hace "de manera grosera e incorrecta", puede "despertar heridas". "La reconstrucción de la democracia en España ha hecho triunfar los valores democráticos que eran los valores de los vencidos en la guerra Civil". "La amnesia de la Transición no puede ser eterna", dijo el ex ministro hace unos meses en una entrevista publicada por el diario Público.

Un militante de la memoria como él, tal como lo definió Juan Cruz, podría haber aportado mucha luz en esta materia.

Por haber pospuesto ese propósito demasiado tiempo, tanto él como los gobiernos llamados a ello y a los que perteneció como ministro de Cultura, no se llegó a combatir esa amnesia cuando todavía vivían muchas de sus víctimas directas. Echo de menos la militancia del escritor en esa memoria, comparada con el celo con que trató de alumbrar a través de la palabra.

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