SÓLO RESPETAN A QUIEN TEMEN
PUBLICADO EN http://www.malagahoy.es/
El departamento de Interior de la Generalitat ha prohibido una manifestación convocada por la Plataforma per Catalunya el próximo sábado en Salt (Gerona) contra la construcción de una mezquita ante el riesgo de que se produzcan "graves alteraciones del orden público"; entre otras razones porque se han distribuido unos panfletos con el lema "contra la macromezquita salafista" que, según Interior, pueden "herir los sentimientos religiosos de buena parte de la población musulmana".
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El departamento de Interior de la Generalitat ha prohibido una manifestación convocada por la Plataforma per Catalunya el próximo sábado en Salt (Gerona) contra la construcción de una mezquita ante el riesgo de que se produzcan "graves alteraciones del orden público"; entre otras razones porque se han distribuido unos panfletos con el lema "contra la macromezquita salafista" que, según Interior, pueden "herir los sentimientos religiosos de buena parte de la población musulmana".
Hace una semana la delegación del Gobierno de Madrid autorizó una manifestación contra la JMJ -en coincidencia con la llegada de los peregrinos y el inicio de los actos- en la que se insultó grave y groseramente a la Iglesia, al Papa y a los creyentes. Los peregrinos que se toparon con la manifestación fueron insultados, zarandeados, amenazados y escupidos. Algunos centros en los que pernoctaban sufrieron amenazas y a los jóvenes se les recomendó dormir lejos de las ventanas.
En este país nuestro insultar y ofender a los musulmanes es xenofobia de extrema derecha que puede provocar graves alteraciones del orden público, mientras que insultar y ofender a los católicos es progresismo de izquierdas que sale gratis y no tiene consecuencias. En este país nuestro es una peligrosa provocación convocar una manifestación de tintes antimusulmanes en una población, Salt, de 32.000 habitantes, de los cuales un 40% son extranjeros y 7.000 musulmanes; pero no lo es convocar una manifestación en la que, además de reivindicar el laicismo radical, se insulta grave y groseramente a la Iglesia, al Papa y a los creyentes en una gran ciudad de centenaria tradición y mayoría social católica, a la que llegaba un millón y medio de peregrinos. Porque en este país nuestro a unos, aunque sean menos, se les tiene miedo; y a otros, aunque sean muchísimos más, no. Y esta chusma sólo respeta a quien teme.
La deseable separación entre las confesiones religiosas y el Estado no supone el amordazamiento de los creyentes. La libertad religiosa no consiste en que los cristianos recen en las iglesias, los musulmanes en las mezquitas y los judíos en las sinagogas, prohibiéndoles manifestar sus creencias en público o intervenir en los debates de actualidad apoyándose en ellas. La libertad religiosa supone que haya iglesias, mezquitas, sinagogas o templos budistas, desde luego; pero también que las creencias puedan expresarse en público sumando una voz más a las muchas que deben conformar el plural diálogo social.
Sostener que el espacio público de debate pertenece exclusivamente a las ideologías, y no también a las creencias, es una aberración totalitaria.
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