SE LEVANTÓ LA VEDA
Como yo no soy cazador, no protesté. Terminaron con ella, con Ramona. Como no era mi madre, no protesté. Políticamente decidieron que no debía vivir, porque vivir así “no era digno”. Como yo no soy político, no protesté. Le aplicaron la razón ideológica de “la muerte digna”. Como yo soy libre, no protesté. Le quitaron la sonda y se estuvo muriendo “dignamente” durante 14 interminables días. 14 días sin comer ni beber son una eternidad, pero como yo no soy médico, no protesté. Le aplicaron la ley andaluza del Derecho a Morir Dignamente, pero como no soy andaluz, no protesté. La ley andaluza era un ensayo territorial de la Ley de Derechos y Garantías de la Dignidad de la Persona en el Proceso de Muerte. Como dicen que no es de la “eutanasia”, no protesté. “Cuando vinieron a buscarme, no había nadie más que pudiera protestar”. Así termina el poema de Martin Niemöller.
Tengo familiares con más de 100 años. Tengo a mi madre con 94 años y con alzhéimer, tengo amigos, con esclerosis múltiple, he vivido en el hospital lo que es la sonda naso-gástrica (la misma que obligaron a retirar a Ramona) y el cariño con que un familiar alimentaba a su ser querido, y el brillo de agradecimiento en los ojos de la persona así alimentada. Estaba muy enfermo. ¿Para morirse? Si. Los médicos y enfermeras que ayudaban con los cuidados paliativos, eran ángeles. La persona, se fue en paz. Las personas que la atendieron, tenían la satisfacción de haber hecho lo humanamente posible. En ningún momento sintieron (médicos, enfermeras, y familia) que lo que hacían fuera una medida o una actuación “extraordinaria”, sino el necesario soporte vital, que para sí quisieran si se encontraran en iguales o parecidas circunstancias.
En Andalucía y en España, desde ahora, “cualquier enfermo puede ser tratado con la misma crueldad” que Ramona. Así, según consta en los datos históricos, justamente así, comenzó la actuación y la justificación de la actuación del nazismo y su exterminio.
Dicen que la asociación Derecho a Morir Dignamente (la del Dr. Montes) que aconsejó al hijo de Ramona Estévez, lamentó “el sufrimiento de la familia”. Me parece un sarcasmo. Haber dejado que esta persona fallezca por falta de hidratación y nutrición, y decir que “lo lamentan” es… incalificable. Decir que lo que se ha hecho con ella no es “eutanasia”, activa o pasiva, que para el resultado es lo mismo, es mentir. Es un atentado a la objeción de conciencia médica, y es una muerte decidida políticamente. Si los jueces que deben velar por el cumplimiento de la ley, no hacen nada, y dejan en manos de cualquiera tanto la vida y la como la muerte, estamos vendidos. El mensaje apunta a que no hay que poner la confianza en los profesionales, no hay que poner los ojos en nuestros seres queridos. Para morir “dignamente” hay que mirar al sur.
Al no existir constancia de la voluntad del paciente, se la suplanta e interpreta y se decide. Tras un accidente, una enfermedad, simple cansancio de vivir, un embarazo no previsto, un defecto, un hijo con síndrome de Down, basta con que alguien (familia o no) interprete que no va a vivir dignamente, para que “por su bien”, “le den “el pasaporte” para que acabe su viaje. Y el invento funciona. “Se ha demostrado que la ley andaluza de muerte digna funciona”, afirma María J Montero, consejera andaluza de salud, que lo mandó poner en práctica.
La caza ha comenzado. La justificación de la “vida digna y de la muerte digna” en manos políticas, siempre terminará siendo una razón económica. Hay que ahorrar para otras cosas.
En mi caso la historia es muy diferente. No tengo más quepalabras de agradecimiento a los serviciosde cuidados paliativos de Málaga.
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