ADMINISTRACIÓN. MARINA FLOX BEN

ADMINISTRACIÓN. MARINA FLOX BEN

Ya ha pasado un mes. El 31 de diciembre se acabó mi contrato eventual, menos de seis meses en el Ministerio de Ciencia e Innovación, ahora ya Ministerio de Economía y Competitividad.

Nos contrataron a unos cuantos para repartirnos entre distintos Ministerios, directamente desde el Servicio Público de Empleo Estatal, desde el INEM, vaya. Parece que es, o era, una práctica habitual, cíclica, con contratos que rozan los seis meses, quizás para reducir el número de parados pero sin que el contrato genere el derecho a cobrar el paro después (digo yo).

No es mucho tiempo; sólo en un sitio; bajo unas determinadas circunstancias... pero ha sido una experiencia que me ha dejado ver, o mejor dicho, entrever los hilos que se mueven en la Administración. Toda una experiencia, por eso quiero dar las gracias a aquell@s que me han brindado la oportunidad de observar los comportamientos, los procesos, las formas, las intenciones, los hechos, etc. Al fin y al cabo, ver, aunque haya sido de lejos, el engranaje, cómo funciona la máquina.

Así que os agradezco lo que he aprendido de primera mano, esto es:

- Cómo hay puestos que sobran si se gestionan con tiempo las futuras necesidades y si éstas no se basan en caprichos o antojos de quienes requieren sus servicios. Si el Gobierno está para gestionar los recursos escasos para que cubran todas las necesidades, lo que sobra de un lado tod@s sabemos que falta y con creces de otro. (¡No me vayan a tachar ahora de querer cargarme funcionari@s!)

- Cómo en base a los gastos innecesarios y excesivos, ahora se pueden llenar la boca hablando de austeridad, aprovechando la realidad de los mismos para abrir más la mano, haciendo que se amplíe el contenido de esa palabra hasta agarrarnos por el cuello con sus recortes.

- La máquina realmente tiene momentos en que parece que vives en el siglo pasado, aún se repiten procesos o formas de relacionarse que intentan marcar una barrera que marque bien quién manda y quién obedece.

No me despedí de vosotr@s en la copa de despedida del “jefe” y era porque aunque sea el “chocolate del loro” comparado con los gastos que ha podido haber para otros “eventos” no estaba de acuerdo ni en gastar para tomar un pincho ni en despedirme de alguien que no me habían presentado y que probablemente no supiera ni que trabajaba por allí, pero vaya, con un apretón de manos también me hubiera despedido. Sé que esos momentos son los únicos que se tienen para hacer equipo, para bajar un poco esas barreras, para relacionarse como personas normales, pero en mi opinión eso se puede hacer durante todo el año y sin tener bebida y comida por delante. De todas formas, no me quejo del trato recibido y sé que también a mí se me puede echar en cara algo.

Es a lo que me podía negar claramente, pues desde mi puesto, el más bajo, poco podía enterarme de las cosas y con tan poco tiempo se me escaparían la mayor parte de ellas, pero sí que he podido asistir al pago de billetes de avión excesivos, a la falta de respeto que supone el continuar contratando, gastando y comprometiendo gastos más allá de las elecciones generales (que incluso podría ver bien si estos gastos fueran un intento por asegurar lo que se entiende como bien común, pero me temo que de común nada). He visto las consecuencias de no poner arriba a gente con valores, con vocación de servicio público y he visto cómo l@s de abajo continuamos el proceso bien por desconocer lo que realmente se urde detrás, bien porque el negarse a hacer un papel puede suponer la apertura de expediente y el que lo haga otra persona o bien porque no tenemos el poder de autorizar o denegar nada y quien lo tiene no le para los pies a la gente, no se sabe si porque juega al mismo juego o porque simplemente no quiere dar la nota.

Se puede denunciar, eso sí, pero supongo que la máxima denuncia la veis si pincháis en el enlace de la noticia que he colgado para presentaros al que lideraba el equipo para el cual, leyendo las noticias no puedo si no sentir orgullo de haber colaborado... (y a ver dónde se queda, la denuncia, digo). El caso es que si normalmente se hace responsable al superior de los actos PRESUNTAMENTE cometidos, me planteo la responsabilidad de l@s que hacen posible que se cometan, de l@s de abajo, de l@s que simplemente cumplen su trabajo, de l@s que tienen limitadas sus posibilidades de actuación y posiblemente sean los que más perderían, pero l@s que hacemos que todo siga funcionando.

He aprendido pues, la importancia de las instituciones, entendidas éstas como reglas de juego, que engloba los procesos, las formas de relacionarse, etc. Y me reafirmo en la idea de que lo que urge, la vía más eficaz para cambiar las cosas es poner a la gente de abajo arriba, potenciar la transparencia y no lavarse las manos, teniendo siempre que vigilar que realmente tenga esa vocación de servicio público, que realmente tenga unos valores y que no los pierda u olvide, porque está claro que por ser de abajo tampoco se llevan incorporados éstos de fábrica.

En fin, gracias por la experiencia. Todo esto es lo que realmente importa pero que no se puede ver reflejado en el vitae.

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