En
los últimos días, he empezado a trabajar con algunos de mis alumnos el tema de
la política. Realmente, el libro no plantea debate, ni intenta aleccionar a los
alumnos hacia una tendencia política u otra. Pero si es cierto que el profesor
quiere que no sea simplemente un aprendizaje de datos. Mi intención es ir más
allá y ayudar a la reflexión, la crítica y la construcción de propias ideas.
Es
muy curioso como estos alumnos que rondan los quince años responden al primer
estímulo. Lo primero que hago es escribir en la pizarra la palabra
"política", a la vez que la leo en voz alta. Los alumnos me
acompañan con expresiones como ladrones,
sinvergüenzas y más por el estilo.
Entre
nuestros jóvenes se asocia la idea de política con la corrupción. Lo tienen muy
claro y sobrentienden que el que entra en política es por intereses
individuales pero nunca por lo que yo les marqué a continuación. Relacioné la
política y el Bien Común. Estos jóvenes, con caras entristecidas, como si
hubieran vivido cincuenta años, valoraban que eso debería ser pero no es la
realidad.
Posteriormente
les plantee la posibilidad de elegir, de votar cada cuatro años pero además de
intervenir desde las calles en las decisiones políticas. Poder quejarse y que
esas quejas lleguen a algún sitio.
Nuestros jóvenes no saben que creen vivir en una dictadura, donde su opinión no es escuchada y, o bien sobra o no es tenida jamás en cuenta. Aquí la voz del pueblo no importa.
Nuestro
estado contiene en torno a cuarenta y dos o cuarenta y tres millones de
ciudadanos y ciudadanas. Todos ellos tienen voz y voto tanto en cuanto sean
mayores de edad, pero nos estamos acostumbrando a creer que sólo pueden decidir
unos pocos. Que sólo los políticos pueden decidir y, además, no suelen decidir
para la mayoría de la población.
Esto
es el mundo al revés, el pueblo soberano que tiene el poder que nos dan leyes
como la constitución ha sido convencido que su palabra no es importante y que
debe ser siervo de los poderes que están por encima de él, gobierno, bancos,
empresas, etc. Pero nuestros ciudadanos no pueden olvidar, y deben tener
presente que ellos tienen el poder y que pueden decidir el futuro de su país.
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