Las elecciones en Andalucía han dejado
un panorama político interesante, con un PSOE que ha perdido la mayoría
absoluta y con un PP que si bien ha ganado en votos no ha logrado tampoco
obtener la mayoría absoluta que prácticamente todas las encuestas le aseguraban.
Esa situación deja a Izquierda Unida, la formación que más sube en votos y en
escaños, con la llamada “llave de gobierno”. El debate político ha quedado
entonces centrado en torno a la decisión que pueda tomar IU en los próximos
días. Sirvan estas líneas para reflexionar sobre esa cuestión y otras anexas
que considero importantes, si bien conste anticipadamente que la decisión final
corresponderá a lo que libremente los militantes de IU consideren más adecuado.
En lo que se refiere al juego parlamentario
IU tiene tres opciones generales. La primera, abstenerse en la sesión de
investidura y dejar así que gobierne la lista más votada (el PP). La segunda,
pactar una coalición de gobierno con el PSOE. La tercera, apoyar la investidura
del PSOE y pasar a la oposición, dejando de ese modo un gobierno en minoría.
Cada una de esas opciones generales está llena de matices y dependen de muchas
variables que habría que introducir en el análisis. No obstante, yo impugno que
el debate tenga que centrarse en la toma de esta decisión concreta.
La estrategia de superar el capitalismo
Una formación como IU no debería aceptar
que le domine la lógica cortoplacista ni el pensamiento simplista, le presione
quien le presione. Más al contrario, la política de IU debería estar marcada
por una clara estrategia política que tenga como fin la superación del sistema
económico capitalista (al que se responsabiliza de la mayor parte de la
frustración social y de la propia crisis que padecemos actualmente). De hecho,
en la IX Asamblea Federal de IU de 2008 se declaró que nuestra formación se
define como “movimiento político y social que pretende contribuir a la
transformación del actual sistema capitalista en un sistema socialista
democrático”. Pero en el marco de una estrategia de convergencia, destinada a
recuperar la base social y a recomponer las relaciones con los movimientos
sociales, el mundo sindical y otros partidos de izquierda, caben diferentes
tácticas. Todas las cuales deben mantener una absoluta coherencia ideológica.
Estamos sufriendo una crisis del sistema
económico que no es ni azarosa ni temporal. Es una crisis sistémica que se
traduce en un incremento de la pobreza, desigualdad, desempleo y en una
extensión de la miseria y la frustración social. Se da esta crisis tras décadas
de dominio cultural del neoliberalismo, lo que supone el reconocimiento también
de la necesidad de recuperar la hegemonía cultural. El escenario futuro
previsible es de un incremento de la rabia popular y de la necesidad de
encontrar referentes ideológicos, teóricos y políticos que puedan ofrecer
soluciones y alternativas a una situación dramática que alcanza el ámbito social
pero también el ecológico.
En ese marco, yo he insistido en que el
propósito de IU tiene que ser dominar el espacio ideológico y construir esa
base social que permita superar el sistema económico. Una base social que es
fundamental para ser firmes en un proceso de transición económica. No hay
gobierno de izquierda transformadora que sea posible sin la base social suficiente.
Por lo tanto, la estrategia de IU se
desenvolvería más en la acción en la calle y en el tejido social que en las
instituciones. Las instituciones tienen aquí un papel de altavoz y de
resistencia, pero la construcción se mantiene en la calle.
La táctica en Andalucía
Un hecho comprobado es que el PSOE ha
tenido el poder en Andalucía por decenas de años y ha institucionalizado
relaciones de clientelismo, enchufismo y corrupción que no pueden ser toleradas
por la izquierda. El PSOE también ha renunciado a modificar el modelo
productivo y se ha limitado a gestionar los réditos económicos de un modelo de
crecimiento insostenible en el medio plazo pero que proporcionaba importantes
beneficios en el corto plazo. El PSOE ha hecho algunos avances en materia de
profundización democrática, pero se ha quedado muy lejos de lo que su propia
base social le exigía. Además, ha traicionado de forma sistemática su ideario
socialdemócrata, trasladándose hacia la esfera socioliberal que ha llevado a
que durante sus gobiernos incluso se reformara la constitución en un sentido
claramente regresivo. El PSOE es, no por su base social ni por sus discursos
sino por su política practicada, corresponsable de la presente crisis económica
y democrática.
Ahora bien, sería una inexactitud decir
que PP y PSOE son exactamente lo mismo. En este punto no valen las
simplificaciones que todo lo reducen a un titular o a una lucha de siglas. El
PSOE es un partido contradictorio porque ha llevado a la práctica políticas de
derechas en el ámbito económico y sin embargo tiene una base social
fundamentalmente de izquierdas. IU se caracteriza por tener una base social más
nítidamente de izquierdas. Y si bien las políticas de PSOE e IU son
incompatibles en el ámbito práctico, su base social es complementaria -razón
por la cual existen vasos comunicantes y se producen trasvases de votos.
La decisión táctica pasa entonces por
evaluar los beneficios y costes de las posibles decisiones. El objetivo
revolucionario no puede ser óbice para lograr desarrollar políticas de
izquierdas en el ámbito diario y en el marco actual. Por eso la aspiración de
IU tiene que ser en todo momento gobernar o ejercer presión sobre los que
gobiernan. Hay que crear un escudo social de protección a los más desfavorecidos
y avanzar en derechos civiles y sociales mientras mantenemos la construcción de
la base social. Y eso sólo se puede hacer asumiendo responsabilidades
políticas, haciendo política institucional.
No es un debate nuevo. A comienzos del
siglo pasado Lenin temía que las reformas del decadente imperio zarista
pudieran frenar el avance de la revolución -que fue primero “popular” y se
transformó en “soviética” cuando los revolucionarios organizaron el caos
generado por la frustración-, de la misma forma que Marx veía con precaución
las reformas progresistas dentro del capitalismo. Pero ninguno de ellos
censuraron nunca a esas reformas, pues nadie de izquierdas puede rechazar
avances sociales en la vida de las personas -vengan de dónde vengan y se
inscriban donde se inscriban-.
Por esa razón es inconcebible que exista
gente de izquierdas que prefiera que el PP administre la Junta de Andalucía.
Porque eso se traduciría en una mayor regresión social y en una toma de poder
por parte de un partido que representa mejor que ningún otro la derecha más
conservadora (de mantenimiento del status quo) y reaccionaria (de vuelta a un
orden anterior). IU está en las antípodas del PP.
Pero la responsabilidad política de IU
no puede tolerar tampoco cheques en blanco a una fuerza política con las
características del PSOE. IU debería poner toda su fuerza en profundizar la
democracia, la transparencia y extirpar la corrupción de la administración
pública andaluza, de forma paralela a todas las políticas económicas y sociales
que pueda lograr en los márgenes económicos existentes. No olvidemos el
contexto económico, que debe analizarse con el rigor adecuado, tanto nacional
como internacional. Estamos en una fase de resistencia, con recortes impuestos
desde la derecha nacional e internacional, y que se caracterizará por mitigar
los efectos perjudiciales mientras se sigue construyendo alternativa. Dicho de
otra forma, seamos realistas y no reclamemos el paraíso socialista para mañana.
Necesitamos más estrategia y pensamiento inteligente y menos tópicos fáciles.
Estoy convencido de que IU tiene que
tomar una decisión táctica muy importante -que marcará el futuro de la
formación- y que la misma debe estar muy reflexionada y claramente argumentada
así como debe contar con el apoyo de la mayoría de sus militantes. IU está
iniciando un proceso de reflexión colectiva en el que deben participar todos
los movimientos sociales y la gente de izquierda, y que tenga como referencia
no el debate sobre el ¿qué hacer en el parlamento? sino sobre el ¿qué hacer en
Andalucía?
Por todas estas razones, y por otras que
son periféricas a las ya comentadas, mi posición personal y política es la de
un pacto de apoyo a la investidura del PSOE -y su gobierno en minoría- que
tenga como condiciones un fuerte programa de izquierdas que pudiera ser
suscrito por la base social de IU y PSOE -es decir, la gente de izquierdas de
Andalucía. Todo ello inscrito en una estrategia mucho más amplia y más
importante que se desarrolle en el exterior del ámbito institucional.
Resistencia en las instituciones y construcción en la calle.
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