En Estados Unidos el movimiento de los
indignados, conocido como The Occupy Wall Street, ha utilizado el lema “we are
the 99%” para manifestar su visión de lo que es la sociedad moderna. Lo que ese
lema expresa es que hay un sector minoritario de la población, el del 1%, que
tiene el poder político y es capaz de determinar las políticas que llevan a
cabo los gobiernos. Pero aún va más lejos, puesto que lo que aseguran es que
esas políticas responden a unos intereses, los de ese 1%, que son antagónicos
de los intereses del resto de la población, esto es, el 99%.
Esta es una versión moderna y algo
difusa de algo bastante clásico: la lucha de clases. En este blog hemos hablado
mucho de ello (y queda recogido de forma ordenada en este nuevo libro, cuyo
objetivo central es explicar precisamente esta cuestión), señalando que para
analizar adecuadamente la dinámica del sistema económico capitalista hay que
atender a la posición de cada individuo en la actividad productiva, es decir,
hay que asignarle una clase social. Esto no quiere decir que las clases
sociales en la práctica se limiten a dos, capitalistas y trabajadores, o que debamos
mantener una posición maniquea de buenos contra malos. No es una tarea
sencilla. Ni siquiera significa que el control político sea mantenido
completamente por el 1% y que las víctimas del proceso de la crisis seamos el
99% restante. La enseñanza principal es poner el acento en los intereses
contrapuestos y por lo tanto negar el clásico recurso al “esto lo arreglamos
entre todos”.
Pero todo esto sería literatura si no lo
acompañáramos del rigor de los datos. Y en Estados Unidos unos investigadores de
la universidad de Berkeley (Enmanuel Saez, Facundo Alvaredo, Tony Atkinson, y
Thomas Piketty) comenzaron hace unos años a recoger y sistematizar datos de
distribución personal de la renta. Esta distribución personal es una de las
formas por las cuales puede medirse la desigualdad entre individuos y hogares
en lo que se refiere a renta y riqueza. Sus trabajos se centraron en un
comienzo en Estados Unidos, pero con el tiempo han logrado abrir un instituto
llamado “The World Top Income Database” que incluye datos de prácticamente
todos los países desarrollados. Incluido España.
En esta web hemos analizado muchas veces
algunos de esos datos, llegando siempre a la misma conclusión: la desigualdad
personal se ha disparado desde 1980 en todo el mundo desarrollado. En otros
artículos, de hecho, hemos visto cómo también lo ha hecho la distribución de la
riqueza y la distribución funcional (que mide el reparto entre capitalistas y
trabajadores). Pero ahora traigo algunos datos más para el caso de España que
vienen a confirmar dicha tesis.
En el año 2008 el ingreso medio del 90%
más pobre era de 13.741 euros anuales. Piénsese que aquí está el 90% de la
población y que es una media, lo que significa que es un conjunto muy
heterogéneo (habrá sueldos mucho más altos y sueldos mucho más bajos). El 10%
más rico ingresaba, sin embargo, una media de 61.500 euros anuales. A su vez el
5% más rico ingresaba 83.856 euros anuales, mientras que el 0’01% (los
súper-ricos) ingresaban 2.381.284 de euros de media anual. Todos estos datos
confirman que hay una gran desigualdad, pero no nos sorprenden ni nos dicen
nada de la evolución de dicha desigualdad.
Para averiguar la evolución necesitamos
comparar estos datos de 2008 con los datos de 1980, por ejemplo, que es el
primer año para el que existe base de datos. La variación de ingresos nos
mostrará cuánto cobran más en 2008 que en 1980 los diferentes grupos sociales.
Eso es lo que muestra el siguiente gráfico:
El 90% más pobre de la población ingresa
en 2008 un 60% más que lo que ingresaba en 1980 (aunque recuerdo la
heterogeneidad que existe dentro de este inmenso grupo). Lo interesante es
comprobar cómo según miramos a los grupos más ricos vemos más enriquecimiento
en términos de ingresos. Es decir, desde 1980 a 2008 los que más se han
beneficiado del proceso económico han sido los más ricos. En especial los más
ricos dentro de los ricos, que en el caso de los súper-ricos han visto
incrementarse sus ingresos medios anuales un 275%.
Con unos cuantos cálculos obtenemos otra
forma de analizar este fenómeno. En 1980 los súper-ricos ingresaban 74 veces
más al año que el 90% de la población, mientras que en 2008 ingresan 173 veces
más. En el siguiente gráfico lo podemos ver mejor.
Todo lo anterior nos revela cómo es
cierta la afirmación de que la dinámica de crecimiento económico ha beneficiado
especialmente a los más ricos. Y demuestra por ello que el crecimiento
económico no es neutral y que la distribución de sus ganancias depende de la
posición que cada uno tiene en la actividad productiva, es decir, de la clase
social. Aunque aquí hay que señalar que estos datos no hacen referencia a la
clase social en sentido marxista sino en sentido de renta, que es parecido pero
no igual.
Si nos metemos más en harina tenemos que
preguntarnos por qué ha pasado esto. Y analizando los datos podemos sacar
algunas conclusiones interesantes. Mi hipótesis de partida sería la siguiente:
dado que los más ricos tienen ingresos que fundamentalmente dependen de otras
fuentes como las financieras (propiedad de acciones, fondos de inversión,
especulación, etc.) mientras que los más pobres tienen ingresos casi debidos en
su totalidad a las rentas del trabajo, es de esperar que en épocas de auge
financiero los más ricos se beneficien más. Es decir, ante un panorama de
rentas del trabajo (salarios) estancados o ligeramente en ascenso, el mayor
auge de las rentas del capital incrementa automáticamente la desigualdad.
Dado que en las últimas décadas y como
consecuencia de procesos políticos vinculados con el surgimiento del
neoliberalismo (desregulación financiera, privatizaciones, globalización
financiera, etc.) los procesos financieros han dominado la esfera productiva, a
la vez que los mecanismos de redistribución se han deteriorado (menor peso de
los servicios públicos y mayor efecto de los paraísos fiscales) es normal que
la desigualdad se haya disparado.
En otra anotación examinaremos los datos
con algo de estadística y econometría para demostrar que, en efecto, los
ingresos de los más pobres son más estables mientras que los ingresos de los
más ricos son más volátiles. Además, los ingresos de los más ricos caen antes
de que caiga la economía mientras que los ingresos de los más pobres caen
después. Eso es así porque al tener los ingresos de los ricos un componente
vinculado a la propiedad de las empresas y sus beneficios son también una forma
de indicador de la salud del crecimiento económico futuro. Los ingresos de los
súper-ricos serían, por decirlo así, una especie de proxy de la tasa de
ganancia marxista, la cual opera como sismógrafo de la salud del capitalismo.
NOTA:
Si os ha interesado os recuerdo algunos
post relacionados:
Datos para confirmar la lucha de clases
en España (datos de distribución personal de la renta y riqueza en nuestro país)
Evolución de los salarios en España
entre 1978-2010 (datos de distribución funcional y evolución salarial en
nuestro país)
Respuesta a gente de Politikon.es sobre
distribución funcional (con explicación metodológica del uso de los datos)
Relación técnica entre Distribución
funcional y Costes laborales unitarios + explicación técnica de productividad
(competitividad)
Una élite rica es compatible con una población rica, pero el poder de la élite es incompatible con la prosperidad y los derechos de la humanidad.
ResponderEliminar“Ni siquiera significa que el control político sea mantenido completamente por el 1% y que las víctimas del proceso de la crisis seamos el 99% restante”. Hay que recordar que el poder se lo otorga volutaria y libremente el 99% al 1%