15-MINEROS
“Nosotros
no somos el 15M, nosotros no somos pacifistas, hemos venido a por todo. No
tenemos miedo, somos mineros”
La
huelga minera indefinida emprendida por el sector minero a raíz de la
disminución de las subvenciones en un 63%, ha generado toda una serie de
controversias, no por la huelga, sino por la confluencia de distintos actores.
Los mineros son unas de esas comunidades tradicionalmente obreras, herederas de
las formas gremiales por lo que, el trabajo no sólo es un medio de vida, sino
una forma de vida que impacta más allá del empleo.
Abarca el control de las
formas culturales, la herencia transmitida de padres a hijos y el aprendizaje
de una actividad que difícilmente puede descentralizarse y parcelarse. Los
mineros trabajan juntos en tareas complicadas y de riesgo, donde la confianza
en el otro es indispensable para garantizar la seguridad. Visten los mismos uniformes
que posibilita su identificación como una unidad infranqueable, arrastran una
memoria de lucha encomiable y habitan los mismos territorios que giran en torno
a la mina. La propia geografía del campo de batalla significa la propia
extensión de la mina. Es en el monte donde se sienten más cómodos, como en
casa, frente a unos antidisturbios más ridículos de lo normal que pastorean
entre las cabras ataviados con cascos.
Hay
toda una memoria construida, un habitus consolidado, que diría el
sociólogo Pierre Bourdieu. Es decir, no sólo cuentan con un “sistema de disposiciones
durables y transferibles”, de estructuras que estructuran. También arrastran
un saber-hacer integrado en la propia identidad minera que se mama desde
pequeño, desde la sociabilidad primaria. El habitus, es algo sobre lo
que uno no se suele preguntar, pero que automáticamente los actos responden de
forma tácita y adecuada. En la propia descripción del minero, viene incluido el
corte de carreteras. Su repertorio de acción colectiva, la forma en la que
construyen sus demandas, lleva asociada la imagen del encapuchado y la
dinamita. Nadie, ningún periódico osa acusarles de “antisistema”, precisamente
porque todo el mundo interpreta su actuación como algo normal en los mineros,
incluso a los que no le gusta. No pueden criminalizar sus protestas de la misma
forma que si se haría en otro ámbito.
Una
lectura meramente estética de la política y el conflicto, nos conduce a
intervenir en el debate de forma visceral, asociando postales idealizadas a
conjeturas que son fruto del imaginario construido en la cabeza. De ahí surge
la tendencia a querer comparar al 15-M con los mineros, como si la acción de
uno excluyera al otro, o como si se pudieran mimetizar ambos escenarios. Los
mineros en un principio, utilizan herramientas y métodos muy duros, propios de
altos niveles de enfrentamiento, para reclamar condiciones laborales o para
impedir el desmantelamiento de la mina. Se tratan en un principio, sobre todo
de luchas a la defensiva, que buscan resistir en lo existente, no en demandar
otro posible.
El uso de la violencia no siempre lleva aparejado una
radicalización de las demandas y viceversa, el no uso de la violencia no
implica una debilidad.
Esto
no es una crítica a los mineros, para nada, ellos hacen muy bien; es una
crítica a los que ven en ellos –desde el onanismo exterior-, los encargados de
comandar una revolución por imperativo casi divino, sin comprender la
complejidad de la coyuntura. El imaginario erótico del mono azul busca “luchas
puras” y suele hablar por boca de un Lenin, que poco tiene que ver con el revolucionario de 1917. Como
decía Oscar Wilde, “se puede
admitir la fuerza bruta, pero la razón bruta es insoportable”. Cualquier
excusa sirve para reflotar un estalinismo inocuo en donde la historia ya está
escrita y sólo hace falta que se despliegue hacia atrás. Marx nos vacuna ante este manejo de
las pasiones tristes, apuntando que, “en la lucha contra ellos la crítica no
es una pasión de la cabeza sino la cabeza de la pasión”.
Lección
de Marx, que también le puede servir a la comisión de medio ambiente de
Acampada Sol. Un comunicado
poco astuto políticamente que no considera los tiempos y las necesidades.
Autista en plantear temas de forma moral y no política, sin considerar la
dimensión social que tiene la minería sobre las comarcas y localidades
dependientes de ella. No se trata de reivindicar al carbón y la mina como
práctica en sí misma, como de apoyar a los mineros. No se puede derrumbar de un
plumazo toda una estructura, porque es contaminante, sin antes ofrecer opciones
que permitan a sus gentes tener vidas dignas. La vida en la mina es muy dura
para quien tiene que bajar, nadie reivindica el sufrimiento ni la propia mina,
pero sí los efectos que tiene sobre la comunidad. Hasta que no puedan
conjugarse dignidad sin sufrimiento de carbón negro, no se pueden cerrar. El
respeto medioambiental no puede desvincularse de las realidades sociales y
materiales del terreno en el que se incluyen.
Muy
al contrario, por cercanía geográfica, por herencia cultural y familiar, el
15-M de Oviedo ofrece otro tipo de
planteamientos políticamente mucho más interesantes. No se limitan a
dar su apoyo a los mineros con actitud subalterna y servil, sino que plantean
la necesidad de conectar varias realidades. Empujan a los mineros a ubicar su
lucha laboral dentro de un marco más amplio que incluya a precarios y
precarias, pensionistas, parados, o sector público, entre otros. Una multitud
de vivencias fragmentadas pero que pueden comunicarse por una palabra común,
donde la existencia de uno no excluya al otro. Sólo hibridando, y mezclando,
las luchas pueden llegar a desbordar al régimen, dentro y fuera del empleo.
No
hace falta que los mineros sean el 15-M, ni que estos sean como los mineros, en
la coordinación de la diferencia reside la fuerza, por lo que hay que buscar un
equilibrio entre los distintos intereses de dos mundos que conviven en el mismo
tiempo. Una nueva racionalidad que tenga en cuenta a la comunidad en su conjunto,
porque de lo contrario, la mina desaparecerá por la puerta de atrás: en un
goteo constante de jóvenes precarios que emigran a Madrid, vaciando de vida y
talento a la región.
Es
posible que ampliando el alcance de la protesta en número y en radicalidad,
alrededo
r de las tres patas desde donde se apoya la acumulación capitalista, se
pueda construir una alternativa: El negocio especulador en torno a la vivienda,
la ineficacia del empleo como garantía social y económica, y el déficit
democrático que imposibilita la dignidad en el resto de ámbitos vitales.
Construir la universidad de la mina, hacer de la universidad un campo de minas
y entre medias el transporte bloqueando la ciudad. Organizando políticamente no
pagar la falsa deuda, exigiendo lo que es de todos y para todos: casa, renta, democracia.
Puxa Asturies!
PUBLICADO EN larevueltadelasneuronas
(blog)
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