A ver. Pensemos. Si el peor enemigo de
un país diseñara un plan para destruir su economía, ¿qué haría? Supongo que
intentaría destruir sus instituciones más importantes para sembrar la
desconfianza entre los ciudadanos. De esta manera, éstos dejarían de consumir e
invertir y la economía entraría en proceso de depresión profunda.
La estrategia podría empezar por
desprestigiar a la primera autoridad del país (sea rey o presidente de la
república) llevándole a cazar elefantes con una señorita alemana mientras su
esposa se dedica a buscar huevos de pascua en Grecia. En medio de la cacería le
obligaría a resbalar y a romperse la cadera para que tuviera que volver con
urgencia a su país y así todo el mundo se enteraría de cómo se gasta decenas de
miles de euros en un momento sus conciudadanos se hunden en la miseria. Eso,
además de convertirle en la mofa de todos los programas cómicos de televisión y
de radio, empezaría a sembrar dudas sobre la conveniencia de tener ese tipo de
jefe del estado. Muchos pensarían en la abdicación.
Luego pondría a un gobierno sin la menor
idea de cómo solucionar los problemas económicos de su país. De hecho, yo haría
eso durante dos legislaturas seguidas y con partido distinto en cada una de
ellas. Eso demostraría que la incompetencia no es de un solo partido sino de la
clase política en su globalidad. Los sucesivos gobiernos negarían las crisis
económicas y se quitarían de encima las responsabilidades dándole la culpa de
todo a los extranjeros malignos. En lugar de anunciar un plan de acción global
que diera confianza a los ciudadanos sobre su capacidad de sacarles del
atolladero, marcando un rumbo claro y una estrategia sensata, anunciaría
reformas a cuentagotas (por ejemplo una cada semana) y sin una coherencia de
conjunto. Incluso se podría anunciar, sin que a nadie se le escape la risa, que
se va a luchar contra la evasión fiscal en la misma rueda de prensa en la que
se anuncia una amnistía fiscal para los evasores a gran escala. Ah! Y sería
importante violar constantemente las promesas electorales que le llevaron al
gobierno. Para destrozar el país, la gente tiene que perder la confianza en la
democracia y en los políticos y la mejor manera de conseguirlo es el
incumplimiento sistemático y patológico de todas las promesas electorales.
A continuación exigiría que todos los
partidos del parlamento siguieran una regla simple: "vota siempre lo
contrario de tu adversario incluso cuando tu adversario tiene razón", es
más, "vota contra tu adversario, incluso cuando propone lo mismo que
proponías tu en la anterior legislatura cuando los papeles de gobierno y
oposición estaban cambiados". Es crucial que la ciudadanía pierda la
confianza en la posibilidad de que los que mandan tienen algún tipo de
principio que no sea "mantenerse en el poder y destruir al adversario a
toda costa".
Seguiría por poner en cuestión a los más
altos órganos del poder judicial. Suspendería de su puesto por espionaje al
juez más mediático del país evidenciando la relación entre jueces e ideologías
políticas. Y acto seguido, haría que el presidente del Tribunal Supremo y del
Consejo General del Poder Judicial se gastara dinero público para financiar sus
vacaciones privadas justo en el momento en que alcaldes, presidentes de comunidades,
presidentes del parlamento y altos cargos de todas las administraciones del
estado están siendo juzgados por corrupción, precisamente por esos tribunales.
La desconfianza en la justicia es el mecanismo más seguro para hundir a un
país.
Una vez desacreditado el jefe del
estado, las altas esferas de la política y la justicia, iría a por las élites
económicas. En este sentido, lanzaría un ataque contra uno de los empresarios
más prestigiosos del país, posiblemente un banquero, y después de descubrirle
cuentas de miles de millones de euros en paraísos fiscales, no le castigaría
públicamente. Es más, haría que el gobierno indultara a uno de sus altos
ejecutivos de unos cargos de los que había sido condenado en sentencia firme.
Eso demostraría a todos los ciudadanos cazados y castigados por evadir unos
cuantos euros de IVA cuando contrataron al fontanero para que arreglara sus
cañerías, de que en este país todavía hay clases.
El siguiente paso consistiría en meter
decenas de miles de euros de dinero público para evitar la quiebra de unos
bancos y cajas que gestionaron pésimamente una burbuja inmobiliaria, justo en
el momento en que pidiera sacrificios de miles de millones de euros a los
ciudadanos. Es esencial que la gente confunda mercado con amiguismo a la hora
de sembrar la desconfianza en las instituciones económicas.
Sin abandonar el terreno económico,
pondría a un secretario de estado del partido del gobierno a controlar el Banco
Central. Hay que demostrar que la entidad supervisora independiente es, en
realidad, dependiente de los partidos políticos. Es más, obligaría al
gobernador del Banco Central a hacer un tour por el mundo sacando pecho y
explicando que el sistema financiero de ese país es el más robusto del mundo.
Una vez hecho el bocazas, le obligaría a quedarse en su puesto para que
asistiera a la descomposición en cámara lenta de ese "magnífico"
sistema.
Tampoco pasaría por alto la oportunidad
de obligar a la Comisión Nacional del Mercado de Valores a colaborar con el
Banco Central para impedir que se publicaran las cuentas de una de los mayores
Bankios del país, cosa que hubiera impedido que miles de ahorradores perdieran
su dinero comprando acciones y preferentes de un animal que hace tiempo que
está muerto por culpa de su mala gestión. Hay que conseguir que los ciudadanos
de a pie pierdan sus ahorros si se quiere hundir al país y no hay que dejar
pasar la oportunidad de que las entidades supervisoras que en teoría los
protegen como el Banco Central y la CNMV, contribuyan a arruinarlos.
Y finalmente, impediría a toda costa que
el capitán del navío saliera en la televisión, en horario prime time, a
explicar a sus ciudadanos qué está pasando. Impediría que explicara por qué
todas las instituciones del país se están deteriorando. Impediría que
convenciera a los ciudadanos que los sacrificios que se están haciendo van a
tener su recompensa. Impediría que animara a los que lo pasan mal y que diera
confianza sobre el futuro de todos. Impediría que hiciera público su plan y el
de sus socios europeos sobre cómo van a sacar al país del borde del abismo. Eso
sería la puya definitiva: no hay nada que provoque más pánico a los pacientes
que el silencio de los malos médicos. El doctor que crea confianza no es el que
se esconde y calla sino el que sale a la palestra y, tras explicar claramente
el diagnóstico, le revela al paciente la solución.
¡Si! Ese sería el plan que diseñaría el
peor enemigo de uno. Curiosamente, y sin que tenga nada que ver, mientras
escribía esta nota me ha venido a la mente un país aleatorio: España. Y
releyendo la nota, creo que debo llegar a la siguiente conclusión: el peor
enemigo de España... es España.
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