LA ALICIA PAYA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS. ANTONIO ESCÁMEZ


LA ALICIA PAYA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS
En el año 89 el agua inundaba Málaga ahogándola durante días en sorbos de lluvia. Pero otra inundación muy distinta llegaría a Los Asperones, la del ciclón Alicia, una paya vivaracha y comprometida que no sólo llegó para quedarse sino para, dándolo todo, hacer que las cosas cambiaran, muy poquito a poco, pero siempre a mejor.


La Alicia esa maestra paya que ha dejado huella en Los Asperones, en las familias que allí han vivido en los últimos 22 años, pero muy especialmente en todos y cada uno de sus alumnos. Esas niñas que ya no querían ser princesas, porque con frecuencia se casaban y eran madres con 15 ó 17 años y se enfrentaban a la vida con toda su crudeza prácticamente desde la niñez. Y a esos niños que les daba por perseguir el mar dentro de un vaso de algo, o dando vueltas en un ciclomotor o en un coche tuneado, cuando la obra o la chatarra daba dinero. Y se iban tragando la vida a caladas.

¿Que había resentimiento? Ella regalaba ternura. ¿Si la incomprensión ponía barreras? Puentes de cercanía tendidos con roce y empatía. ¿Ante la ignorancia que impide cualquier avance? Mucha sabiduría de La Alicia para superarla y más ¿Con voces elevadas y la ley del más fuerte? Para solucionar las cosas hablar: diálogo y la ley del sentido común ¿Robos y destrozos materiales? Manos a la obra para arreglarlo, con furia contenida claro, pero con la comprensión indulgente y empática que todo lo cura.

Hacía tiempo que había oído hablar de esa maestra paya de Los Asperones que contra viento y marea estaba sacando adelante el dificilísimo proyecto de un Colegio consolidado en un enclave tan real como imposible, pero sobre todo estaba haciendo que allí creciera una comunidad educativa de verdad y así hasta hoy.

Hace cerca de cuatro años ya, cuando sí la vi de cerca. A ella, como la gran matriarca que es, le gustaba reunir a su gente alrededor de una buena comida, de unas papas, un potaje o un puchero, las viandas eran lo de menos, lo de más tanto afecto y tanta gente de toda calaña que año tras año ha ido a Los Asperones a ese formidable encuentro con La Alicia y su gente en Los Asperones.

Tuve la suerte de ir, una vez y otra y otra….y siempre la misma sensación al entrar en el barrio, un mundo como roto que aunque real no lo parece y al fondo un oasis vivo, un gueto, sí, pero de paz y de convivencia, el Colegio María de la O.
Y siempre la misma admiración por esa masajista de emociones desbocadas, domadora de vientos a cien (o de los que se ponen a cien por el viento), esa embaucadora de sensaciones por descubrir que los niños jamás llegarían a imaginar sin la magia de La Alicia.

Esa es ella y esa es su huella. La estela dulce, el sórdido paisaje.

“Tú si que vales”, le dicen a La Alicia. Y también se lo han dicho formal e institucionalmente con reconocimientos personales, premios y galardones a su Colegio.

Pero sobre todo se lo han dicho a diario en esos niños que faltaban al Colegio más que iban, que empezaron a ir porque se desayunaba y comía, que siguieron yendo porque allí los acariciaban con palabras suaves y afecto, que continuaron yendo porque se vieron capaces de aprender, de superarse por sí mismos, de crecer como personas, por mucho que tantas y tantas toallas se hayan ido tirando claudicadas ante la descarnada realidad de ahí fuera. Y es que sigue haciendo frío fuera. Demasiado frío, bastante viento. Pero en el Colegio siempre está ese calor encendido para quien quiera recibirlo. Y para quien no quiera también.
Ellos lo saben y eso es mucho.
Por eso ahora también te lo decimos Alicia.
Yo también, maestra, porque me has dejado una hermosa huella de la que he aprendido y que no pienso olvidar.
Gracias.
Salud y suerte.
Te aves baxtalo (que tengas fortuna).
Antonio M. Escámez Pastrana      
Delegado provincial de la Consejería de Educación de la Junta de Andalucía en Málaga

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