NEOLIBERALISMO
Y LUCHA DE CLASES
Aunque haya un porcentaje importante de
la clase trabajadora que aún no haya querido o no haya podido darse cuenta,
estamos en guerra: en guerra de clases... "Claro que hay lucha de clases y la mía
es la que está ganando". Warren Buffet. Multimillonario. "Somos
claramente ganadores en la reciente crisis económica". Emilio Botín.
Banquero y presidente de facto del gobierno español.
Reformas neoliberales y lucha de clases
Los poderes fácticos que gobiernan el mundo a
su antojo, vinculados al poder económico y financiero, y representados por los
diferentes gobiernos capitalistas que existen sobre la faz de la Tierra, han
emprendido una batalla a gran escala cuyo objetivo no es otro que atacar sin
piedad los derechos sociales y laborales de nuestra clase.
Con la excusa de la crisis, y con el apoyo
imprescindible de los principales medios de comunicación del mundo -que
difunden e insertan el discurso neoliberal entre las masas-, son innumerables
los ejemplos de gobiernos que están imponiendo a sus pueblos la agenda
neoliberal/capitalista, como ya antes se hiciese en décadas pasadas en la
inmensa mayoría de países de eso que se vino a llamar falazmente el “tercer
mundo”, y en especial en los países de África, el sudeste asiático y América
Latina, con las trágicas consecuencias, sobradamente conocidas y certificadas,
que tal hecho tuvo para el desarrollo de tales países, entre otras cosas
estableciendo las mayores diferencias económicas jamás conocidas entre países
ricos/desarrollados y países empobrecidos/subdesarrollados, así como alcanzando
los mayores niveles de pobreza y hambre jamás vistos en la historia del mundo.
El modelo capitalista/neoliberal es
progresivamente impuesto, desde lo ejecutivo, lo legislativo, lo económico y lo
mediático, como único camino posible para afrontar las consecuencias terribles
que la actual crisis global está teniendo sobre las condiciones de vida de los
trabajadores y trabajadoras a lo largo y ancho de todo el Planeta. Los
gobiernos capitalistas explotan la situación de miedo y desesperación en la que
viven cada vez más personas, abrumadas por los efectos de una crisis que está
condenando a amplias capas de las clases trabajadoras al desempleo, la
precariedad y la pobreza. Ayudados por los medios de comunicación al servicio
del capital, estos gobiernos hacen creer a los pueblos que no existe otra
salida posible a la crisis, y que no nos queda más remedio que aceptar los
brutales recortes de derechos sociales y laborales que estamos sufriendo, si
queremos en algún momento aspirar a estabilizar la situación económica, y, por
tanto, a restablecer la senda de la creación de empleo y el crecimiento.
Igualmente, la crisis de deuda pública en la que viven inmersos una buena parte
de los países occidentales, supone el escenario perfecto para que los objetivos
políticos y económicos del neoliberalismo se abran camino en el mundo a pasos
agigantados. Al igual que ocurriese con los denominados “Planes de Ajuste
Estructural” impuestos por el Banco Mundial y el FMI las décadas pasadas en los
países de ese denominado “tercer mundo”, con el argumento de la deuda como
excusa perfecta, todo aquel país que quiera tener acceso al crédito otorgado
por las instituciones financieras internacionales, así como por la banca
privada -y mediante el cual, supuestamente, es la única manera posible con la
que los estados pueden hacer frente a sus problemas económicos-, debe cumplir
con las exigencias planteadas desde tales instituciones en materia de política
económica, o de lo contrario no habrá crédito. No hay otra opción, nos dicen.
Grecia es el principal, aunque no el
único ejemplo, de tal hecho. La Troika (UE, FMI, BCE) obliga a Grecia a imponer
brutales ajustes para liberar el dinero -prestado- del "rescate"
económico que tienen pactado con el gobierno heleno, el dinero que, dicen, debe
servir para rescatarlo de la bancarrota, un dinero que no recibirán si se
niegan a imponer las medidas económicas dictadas por los prestadores. Ese mismo
esquema se está utilizando en muchos otros países. Los gobiernos deben imponer
las políticas dictadas por el capital, o atenerse a las consecuencias. Es así
como, además, tales ajustes se justifican ante los respectivos pueblos. Un modo
de proceder, el de la troika, que podemos considerar como un chantaje económico
en toda regla. Un chantaje, además, del que es imposible escapar dentro del
actual marco de relaciones capitalistas globalizadas, y del que solo se podría
salir cambiando de marco político y económico: saliendo del capitalismo.
No creo que con esto le esté
descubriendo nada nuevo a nadie, es algo de sobra conocido. Sin embargo, hay
mucho más detrás de ello, y es posible que no todo el mundo conozca lo que
sigue y acompaña a estas medias, no al menos desde una perspectiva de análisis
conjunto.
Un análisis dialéctico de la realidad
actual
Tales exigencias no son más que una de
las muchas caras que presenta la actual estrategia que el poder económico, la
burguesía, viene desarrollando para atacar sin piedad a los derechos e
intereses de las clases trabajadoras. Estas medidas económicas de austeridad,
estas reformas económicas y laborales que están sufriendo los pueblos europeos
en la actualidad, van acompañadas de otros factores, tanto o más importantes a
la hora de que la burguesía pueda conseguir sus objetivos, que las propias
medidas económicas, tales como la avanzadilla mediática o la modificación de
los marcos reguladores, jurídicos y normativos, de las relaciones sociales y
culturales que los pueblos han consagrado a lo largo de siglos de conflictos y
luchas entre los intereses del capital y los intereses de las clases
trabajadoras.
Es importante que nos demos cuenta de
este detalle: las medidas de tipo económico o laboral que los gobiernos
capitalistas están imponiendo a sus pueblos, no son más que la punta de lanza
de algo que tiene mucho mayor calado; como es el ataque de clase de la
burguesía, perfectamente orquestado y organizado a nivel internacional, contra
los derechos e intereses de la clase trabajadora. Debemos dejar de hacer
análisis sesgados de la realidad social y económica, y abrazar sin miedos el
materialismo dialéctico para analizar de manera conjunta todo lo que viene
sucediendo en los últimos años. Es una necesidad urgente si realmente queremos
comprender, y, por tanto, poder plantear una verdadera respuesta, todo lo que
está pasando. Es una necesidad histórica para la clase trabajadora. La
burguesía ya lo ha hecho.
Ataque de clase de la burguesía contra
los derechos e intereses de la clase trabajadora: todos los frentes abiertos
El capital, dentro de la constante
histórica de la lucha de clases como motor de la historia, en este momento ha
dado un paso al frente y ha tomado sin miramientos la iniciativa en dicha
lucha. Ha declarado la guerra a la clase trabajadora, y lo está haciendo con
una estrategia global que aborda diferentes puntos, puntos que van desde lo
meramente económico a lo mediático, por supuesto pasando por lo político y lo
cultural, si bien todo ello no es al final más que el reflejo de una batalla
por controlar y desarrollar el poder que emana desde la infraestructura
económica. Una batalla en la que actualmente nos están aplastando (en tanto que
son millones los trabajadores y trabajadoras que están poniéndose, consciente o
inconscientemente, del lado del capital y traicionando a su propia clase), y de
la que solo podremos retomar la iniciativa si empezamos por desentrañar todas y
cada una de las aristas que forman parte de dicha estrategia de ataque capitalista,
y hacer entender a todos esos trabajadores y trabajadoras, ahora aliados del
enemigo, por dónde y cómo nos están atacando, analizando y denunciando todos
los frentes abiertos:
En primer lugar, desde el punto de vista
de las políticas económicas puras, el capital ha situado la lucha contra el
déficit público en el centro de la política económica, oponiéndola así al
crecimiento y a la creación de empleo. Medidas como el reciente pacto fiscal
alcanzado en el seno de la UE, y que, entre otras, obligará a los países
firmantes, tal y como ya se ha dado en el estado español, a incluir en su
ordenamiento constitucional una imposición que les impida superar determinados
niveles de déficit público, apuntalan este postulado. De hecho, la casi
totalidad de las medidas y reformas económicas que los diferentes gobiernos de
la UE están aprobando en las últimas fechas, apuntan casi exclusivamente en
esta dirección.
Todo ello pese a que, sospechosamente, incluso el propio FMI,
defensor e impulsor históricamente de la austeridad extrema, ha avisado de
sobras sobre los efectos de las mismas y no ha tenido más remedio que advertir
de que estas medidas impedirán el crecimiento económico de los países afectados
por ellas, además de generar, según nos dice, por ejemplo, la OIT, un
crecimiento aún mayor del desempleo a nivel global, así como un aumento en las
desigualdades sociales, económicas y laborales. La propia ONU ha avisado que la
aplicación de estas medidas dificultarán y obstaculizarán la salida de la
crisis. Sin embargo, cada una de las políticas de austeridad que están siendo
impuestas por los gobiernos capitalistas a los diferentes pueblos, se
justifican mediante el argumento de que, si se quiere salir de la crisis, no
queda otro remedio que aceptarlas.
En segundo lugar, las medidas impuestas
pretenden invertir el sentido de la distribución económica de la riqueza y las
rentas del trabajo y el capital (para favorecer el crecimiento de los
beneficios del capital en detrimento de los salarios) y, con ello, estrechar y hacer
más regresiva la redistribución que se realiza mediante los impuestos y el
gasto público. En el estado español, sin ir más lejos, recientemente hemos
sabido que, por primera vez en la historia, las rentas empresariales, incluso
en este contexto de crisis, superan en aportación al PIB a las rentas del
trabajo, a una vez que la patronal pretende por todos los medio que se imponga
una reducción de los salarios generalizada (e incluso han llegado a pactar con
las burocracias sindicales una fórmula para garantizar tal hecho), habiéndose
subido además los impuestos a las clases trabajadoras (I, II, III) mientras no
se hace nada para luchar contra el inmenso fraude fiscal llevado a cabo por las
principales empresas, ni para atacar las ventajas fiscales de la que disfrutan
los grandes capitales.
Tercero, denostar todo lo público e
imponer con ello, a través del discurso expuesto por los medios de comunicación
y los dirigentes políticos, un cambio cultural que lleve a percibir
negativamente las prestaciones y servicios públicos ofertados por el estado,
así como extender la visión de que el cobro de subsidios o ayudas públicas es
humillante para quien las recibe y una puerta abierta a la “subvención de la
pereza”, además de un reflejo inequívoco del fracaso personal de quien recibe
tales ayudas. Sin embargo, las privatizaciones y la libertad de mercado se nos
presentan como principios fundamentales del funcionamiento de la sociedad y la
economía, la panacea capaz de resolver, por sí misma, todos los males sociales,
y, por supuesto, todos los problemas de la ciudadanía. E igualmente, las ayudas
o rescates públicos a bancos o grandes empresas con problemas económicos o de
capitalización, son vendidos como una solución necesaria que va en beneficio,
no del interés privado de los accionistas de esos bancos o empresas, sino del
global de la sociedad. Esto es, las ayudas económicas del estado a las clases
trabajadoras fomentan, supuestamente, la pereza, pero las ayudas a bancos o
grandes empresas no solo no fomentan nada negativo, sino que son beneficiosas
para el global de la sociedad.
La campaña lanzada desde diferentes
instituciones públicas contra los profesores y profesoras que luchan en varios
puntos del estado contra los recortes en educación, la progresiva perdida de
calidad en los servicios públicos esenciales inducida convenientemente a través
de los recortes presupuestarios, o la criminalización del desempleado -al que
se acusa de no querer encontrar empleo o de encontrarlo solo cuando se le acaba
el “paro”, y al que ahora se quiere obligar a trabajar gratis o aceptar ofertas
laborales incluso en situaciones no deseadas o impulsadas por empresas privadas
que solo buscan su propio beneficio-, son ejemplos más que evidentes de tales
planteamientos, ejemplos todos ellos que estamos sufriendo en la realidad
actual del estado español.
Finalmente, la estrategia neoliberal
pretende forzar un cambio en el equilibrio de poderes dentro de la sociedad,
debilitando a los sindicatos en particular y, en general, a las organizaciones
políticas revolucionarias y a los movimientos sociales, cuya existencia
contrapesa el funcionamiento del mercado y el poder de los grupos que lo
controlan. Todo ello llevado a cabo tanto desde el ámbito mediático, como desde
el ámbito judicial y legislativo. En el ámbito mediático, por ejemplo, podemos
señalar aquí la brutal campaña que los principales medios de comunicación, y en
especial lo más derechistas, llevan realizando desde hace unos años contra el
sindicalismo de clase, utilizando para ello la excusa de atacar a los
dirigentes de las burocracias sindicales de UGT y CCOO, pero haciendo
extensible en última instancia su crítica al global del sindicalismo de clase.
Desde el ámbito judicial/administrativo, son innumerables los procesos abiertos
contra los movimientos de clase (véase, por ejemplo, el caso del Sindicato
Andaluz de Trabajadores), así como las miles y miles de multas que tienen que
enfrentar quienes salen a las calles a protestar (sanciones que van desde los
301 euros y que son el pan de cada día en cualquier ciudad, aunque haya
algunas, como Granada, que se llevan la palma). Y desde el ámbito legislativo,
no hay más que analizar los efectos de la última reforma laboral del gobierno
de Rajoy, que subvierte por completo las relaciones de poder establecidas hasta
ese momento en las negociaciones laborales entre empresarios y trabajadores,
otorgando todo el poder al empresario, y relegando al trabajador a un papel de
mera comparsa sin más posibilidad que aceptar lo que le venga impuesto por el
patrón.
O reaccionamos, o caminamos sin freno
hacia el "fin de la historia"
Como decimos, a diferencia de los que
algunos pudieran pensar, fundamentalmente por desconocimiento o falta de
información, no nos estamos enfrentando a un ataque segmentado y fragmentado en
diferentes puntos u objetivos estratégicos sin relación entre ellos, sino que
todo lo anterior, todo los ejemplos mencionados, forma parte de una misma y
única estrategia del capital, una estrategia que pasa por imponer el
neoliberalismo como único modelo posible de desarrollo, y de la cual se
desprenden en última instancia la imposición como norma única de los cuatro
objetivos básicos del neoliberalismo: privatizar, liberalizar, desregular y
otorgar prioridad absoluta a la actividad especulativa del capital frente al
trabajo y la actividad de la economía productiva real, y que pretenden
convertir al estado en un mero órgano jurídico encargado de velar por los
intereses del capital, y sin la más mínima expresión de contenido social. El
estado burgués, el estado del capital, que ya sufrimos, pero llevado a su
máxima expresión, sin ningún tipo de cabida a veleidades progresistas o
cualquier cosa mínima asimilable, si quiera, a un estado del bienestar dentro
del marco de relaciones capitalistas. Si quiera eso.
Esto que estamos viviendo es, no quepa
duda, la pura expresión de la lucha de clases: es el ataque del capital contra
los intereses y conquistas históricas de las clases trabajadoras, en un momento
de extrema debilidad en la consciencia de clase de los integrantes de la misma,
y en un contexto de crisis sistémica, generada por la aplicación durante
décadas de estos mismos planteamientos neoliberales en el mundo de las
finanzas, y que, paradójicamente, ahora brinda el escenario perfecto para que
el capital pueda lanzar su ataque contra aquellos que nada tuvieron que ver en
la gestación de la misma y que ahora son quienes está sufriendo trágicas
consecuencias.
Ese es, pues, ni más ni menos, el
momento histórico que estamos viviendo: un momento fundamental en la lucha de
clases como motor de la historia; un momento donde es el capital el que está
atacando sin piedad a las clases trabajadoras, y un momento, por tanto, en el
que o nos organizamos, resistimos y tomamos nuevamente la iniciativa, o ya nos
podemos hacer a la idea de que las próximas generaciones de trabajadores y
trabajadoras estarán derrotados de antemano, porque el mundo que se abrirá ante
ellos será el mundo ideado por el capital, y solo por el capital, un mundo
donde no habrá alternativa posible al capitalismo, un mundo donde no habrá
derechos colectivos ni disidencias: el famoso “fin de la historia"*. El
sueño húmedo del capitalismo.
Estamos en guerra. ¡Luchemos!
*Incluso sabiendo que, tal y como nos
dice el materialismo histórico, pase lo que pase, la historia seguirá su curso
y, antes o después, las clases trabajadoras venceremos, no es este el mundo que
quiero dejarle a mis hijos. Y estoy seguro que tú, trabajador, trabajadora,
tampoco. Más que un mundo, sería una pesadilla: una vuelta a la Edad media pero
con Iphones y televisiones de pantalla de plasma. Ellos no debieran sufrir las
consecuencias de que nuestra generación haya sido incapaz de organizarse y
luchar, como sí hicieron nuestros abuelos, para plantar cara y derrotar al capitalismo.
Ellos no merecen vivir en ese infierno. Ellos merecen otro mundo mejor, incluso
mucho mejor que el nuestro actual. Aún podemos, eso sí, evitarlo.
Luchemos, luchemos. Estamos en guerra:
luchemos. ¡Estamos en guerra!
Publicado en Kaos en la red
Mientras sigues escribiendo sandeces que ni tu mismo te las crees, disfruta del capitalismo!!
ResponderEliminar