CAPITALISMO VERDE
Lo verde vende. Desde la revolución
verde, pasando por la tecnología verde, el crecimiento verde hasta llegar a los
“brotes verdes”, que nos tenían que sacar de la crisis. La última novedad: la
economía verde. Una economía que, contrariamente a lo que su nombre indica, no
tiene nada de “verde”, más allá de los dólares que esperan ganar con la misma
aquellos que la promueven.
Y es que la nueva ofensiva del
capitalismo global por privatizar y mercantilizar masivamente los bienes
comunes tiene en la economía verde a su máximo exponente. Justamente en un
contexto de crisis económica como el actual, una de las estrategias del capital
para recuperar la tasa de ganancia consiste en privatizar los ecosistemas y convertir
“lo vivo” en mercancía.
La economía verde va a ser,
precisamente, el tema central de la agenda de la próxima Cumbre de las Naciones
Unidas sobre Desarrollo Sostenible Río+20, a celebrarse del 20 al 22 de junio
en Río de Janeiro, veinte años después de la Cumbre de la Tierra de la ONU que
en 1992 tuvo lugar en la misma ciudad. Y dos décadas después, ¿donde nos
encontramos? ¿Dónde han quedado conceptos como “desarrollo sostenible”
-acuñados en dicha cumbre? ¿O la ratificación de la Convención sobre el Cambio
Climático, que sentó las bases del Protocolo de Kyoto? ¿O el Convenio sobre la Diversidad Biológica que
se lanzó entonces? En papel mojado, ni más ni menos. Hoy estamos mucho peor que
antes.
En estos años no sólo no se ha conseguido
frenar el cambio climático, la pérdida de biodiversidad, parar la
deforestación... sino que, por el contrario, estos procesos no han hecho sino
agudizarse e intensificarse. Asistimos, pues, a una crisis ecológica sin
precedentes, que amenaza el futuro de la especie y de la vida en el planeta, y
que tiene un papel central en la crisis de civilización que enfrentamos.
Una crisis medioambiental que evidencia
la incapacidad del sistema capitalista para sacarnos del “callejón sin salida”
a la que su lógica del crecimiento sin límites, del beneficio a corto plazo,
del consumismo compulsivo... nos ha conducido. Y esta incapacidad para dar una
“salida” real, la hemos visto claramente tras las fallidas cumbres del clima de
Copenhague (2009), Cancún (2010), Durban (2011) o en la cumbre sobre
biodiversidad en Nagoya (Japón en 2010), etc., donde se han acabado
anteponiendo intereses políticos y económicos particulares a las necesidades
colectivas de la gente y al futuro del planeta.
En dichas cumbres se han planteado
falsas soluciones al cambio climático, soluciones tecnológicas, desde
nucleares, pasando por los agrocombustibles hasta la captura y almacenamiento
de CO2 bajo tierra, entre otras. Medidas que intentan esconder las causas
estructurales que nos han conducido a la crisis ecológica actual, que buscan
hacer negocio con la misma y que no harán sino agudizarla.
Los vínculos estrechos entre aquellos
que ostentan el poder político y el económico explican esta falta de voluntad
para dar una respuesta efectiva. Las políticas no son neutrales. Una solución
real implicaría un cambio radical en el actual modelo de producción,
distribución y consumo, enfrentarse a la lógica productivista del capital.
Tocar el núcleo duro del sistema capitalista. Y quienes ostentan el poder
político y económico no están dispuestos a ello, a acabar con su “gallina de
los huevos de oro”.
Ahora veinte años más tarde nos quieren
"vender la moto” de la economía verde como salida a la crisis económica y
ecológica. Otra gran mentira. La economía verde sólo buscar hacer negocio con
la naturaleza y la vida. Se trata de la neocolonización de los recursos
naturales, aquellos que aún no están privatizados, y busca transformarlos en
mercancías de compra y venta.
Sus promotores son, precisamente, aquellos
que nos han conducido a la situación de crisis en la que nos encontramos:
grandes empresas transnacionales, con el apoyo activo de gobiernos e
instituciones internacionales. Aquellas compañías que monopolizan el mercado de
la energía (Exxon, BP, Chevron, Shell, Total), de la agroindustria (Unilever,
Cargill, DuPont, Monsanto, Procter&Gamble), de las farmacéuticas (Roche,
Merck), de la química (Dow, DuPont, BASF) son las principales impulsoras de la
economía verde.
Asistimos a un nuevo ataque a los bienes
comunes donde quienes salimos perdiendo somos el 99% y nuestro planeta. Y
especialmente comunidades indígenas y campesinas del Sur global, cuidadoras de
dichos ecosistemas, quienes serán expropiadas y expulsadas de sus territorios
en beneficio de las empresas transnacionales que buscan hacer negocio con los
mismos.
Con la cumbre de Río+20 se busca crear,
lo que podríamos llamar, “una nueva gobernanza medioambiental internacional”
que consolide la mercantilización de la naturaleza y que permita un mayor
control oligopólico de los recursos naturales. En definitiva, despejar el
camino a las empresas transnacionales para apropiarse de los recursos
naturales, legitimando unas prácticas de robo y usurpación. La respuesta está
en nuestras manos: decir “no” y desenmascarar a un capitalismo y a una economía
que se tiñe de verde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario