DÍVAR
EN BAR
Vamos conociendo día tras día nuevos
datos que convierten en escándalo cada información que proviene del presidente
del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial, Carlos Dívar. Si
no es comprensible su ritmo de vida ni sus gastos con cargo al bolsillo de los
ciudadanos, menos justificable es el manto protector que ha tendido el Gobierno
de la mano del ministro del ramo, el señor Gallardón. Son magistrados como el
señor Dívar los que han subvertido la balanza de la Justicia para condenar al
juez Garzón. Cuando se utiliza la Justicia para hacer política los magistrados
se adueñan de la democracia. Y cuando se corrompe la Justicia es la democracia
la que se descompone. ¿Cómo van a confiar los ciudadanos en una Justicia en la
que uno de sus máximos representantes sólo se justifica ante Dios y la historia
para vivir a cuerpo de rey, con el dinero de todos?
Dicen que el señor Dívar pertenece al
Opus. Al menos habla como si la Justicia divina existiera y él fuera su sumo
sacerdote. Pero como en las buenas sectas al final todos pagamos sus excesos.
Todos menos él. Pagamos esas comidas de lujo con acompañantes de lujo, tan
secretos como las facturas que abonó en Marbella. Pagamos todos esos días
libres en fechas laborables. Y pagamos también los alojamientos en Puerto Banús
o esas tediosas imposiciones de medallas que duraban una hora (y tres noches).
Repasemos la conjugación del verbo
Dívar. Yo debo, tú debes y él Díbar. O de bar. Que en este caso se permite la
terminación de este (sujeto) infinitivo de verbo divino como la justicia a la
que apela.
Pero si grave es el comportamiento de
Dívar no lo es menos el de quien lo protege, lo acoge, lo promueve y sobre
todo, rentabiliza y se beneficia de sus actuaciones. El Partido Popular es
responsable de encubrimiento y el PSOE de encumbramiento por proponerlo en su
día. Quizás por eso le haya costado tanto al señor Rubalcaba pedir su
comparecencia en el Congreso. En cambio poco esfuerzo le ha supuesto al grupo
Popular impedir que rinda cuentas de sus desmanes en sede parlamentaria.
Incluso el señor Dívar ha propuesto que sea la sede parlamentaria la que acuda
al Consejo. Dejad que los senadores vayan a él para compartir los panes y los
peces de una frugal comida en la sede del Consejo General del Poder Judicial.
Así lo dice, sin vergüenza.
Sólo cabe una salida digna para los
ciudadanos, que no para él. Para los indignados que somos todos. Para aquellos
que queremos recuperar la dignidad de las personas, las instituciones y recobrar
la confianza con la sociedad. Porque la confianza no es sólo una cuestión de
mercados. Es una cuestión de personas. Y en situaciones como estas son en las
que de verdad se demuestra la relación entre representantes y representados.
Por todo eso el señor Dívar debe dimitir o ser cesado. Por dignidad. Pero sobre
todo, por democracia.
Al menos, Dívar tuvo la dignidad de dimitir. O le obligaron.
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