LA INDIFERENCIA, LA DEJADEZ Y LA CRISIS. MIKEL ITULÁIN


LA INDIFERENCIA, LA DEJADEZ Y LA CRISIS
 Uno de los serios problemas que ha favorecido que esta crisis y este recorte de derechos se hayan extendido tanto se debe a la escasa movilización ciudadana. El que esta haya sido tan baja se debe en gran parte a que se ha aceptado de forma obediente y sin pensar lo que nos  dicen esos medios de comunicación que pertenecen a las grandes empresas:
…todo lo cual ha disminuido la capacidad de respuesta de las clases sociales que soportan los efectos negativos de estas políticas consiguiendo incluso presentar tales cambios como inevitables y los únicos posibles para que la gente que los sufre en mayor medida, los trabajadores, las mujeres, los jóvenes, los pensionistas, los parados… no se den cuenta de lo que pasa y se conviertan, por el contrario, en los propios soportes de las políticas que les reducen continuamente sus ingresos y su bienestar.
Fuente: Vicenc Navarro, Juan Torres y Alberto Garzón. Hay alternativas.

Todo esto debería llevarnos a reflexionar un poco  más sobre nuestra propia sociedad y su funcionamiento. Sin una reflexión sobre ello difícilmente podremos hacer algo válido. No solo es posible, sino que es necesario; si queremos que la situación social y también la económica mejoren, tendremos que poner de nuestra parte. Quienes viven en el privilegio y en el lujo no lo van a abandonar para pararse a pensar en los demás, es el egoísmo humano, tan característico y pertinaz. Esto si que no lo vamos a cambiar.

La pasividad, la indiferencia son males que acostumbran a acompañar al ser humano, y tienen unos efectos atroces sobre la sociedad. Son tan dañinos tanto porque echan a perder la enorme capacidad creativa del ser humano, como porque se pierde sensibilidad al sufrimiento de los demás. Esta pasividad ha hecho que lo que costó mucho trabajo y sacrificio conseguir, como fueron los derechos humanos, y los laborales dentro de ellos, se empiecen ahora a perder. Hace no tantos años, menos de 50, muchos de los derechos que hoy se tienen por supuestos y casi por obligatorios no existían o estaban muy limitados. Las vacaciones pagadas, una asistencia sanitaria gratuita de calidad, las bajas por enfermedad, por paternidad o por accidente laboral, las 35 o 40 horas semanales laborales, la seguridad en el trabajo o el derecho a formar sindicatos libres son algunos de ellos. El error ha estado en pensar que van  a estar ahí siempre. Ahora estamos viendo que no es así, que están amenazados de desaparición de forma bastante seria. Es lógico todo esto que está pasando, lo recuerdo de nuevo, lo que no se cuida se pierde.

Esta crisis, que es una crisis para la mayoría de la población, que ha visto y verá reducir sus ingresos y su calidad de vida, vendrá bien para que se vea que no se trata de un problema puntual, ni en el tiempo ni en el espacio. Va a afectar y afecta ya a buena parte del mundo, que es controlado por las  grandes empresas industriales y financieras. La llamada y supuestamente conocida globalización, es una globalización de la pobreza. Es bueno que nos toque también lo que ya sufrieron hace años países como Brasil, El Salvador, Nicaragua, Venezuela o cualquier otro lugar sometido a la tercermundialización impuesta por el poderoso mundo de los negocios. Ahora llega aquí.

Recuerdo la indiferencia y la justificación que veía en muchas personas cuando miles de bombas caían sobre las ciudades y pueblos de Serbia, Irak o recientemente en Libia. Bien, esas bombas fabricadas aquí, en occidente, y lanzadas y dirigidas desde occidente,  tenían como misión someter a todos estos países a las reglas del “mercado”, no a defender a supuestos derechos humanos. Las guerras siempre han tenido ese objetivo. La penuria social y económica que hoy padece Serbia, Bosnia, Irak, Libia o Nicaragua  no es tan diferente en su origen a la nuestra, tiene unos mismos actores, aunque con métodos algo diferentes. Allí se empleó la guerra, que muchos de nosotros justificamos, y aquí, y también allí, se utilizaron los medios de comunicación, cuando no la policía. Diferentes medios, un mismo fin. Como sobre este tema hay tanta desinformación, recomiendo la lectura de obras de gran importancia sobre por ejemplo los sucesos de la guerra en Yugoslavia, como son las realizadas por Michael Parenti o Michael Collon que indicó en la bibliografía recomendada.

La crisis económica mundial y la guerra, también extendida mundialmente, están íntimamente relacionadas. La segunda consigue poner y establecer los sistemas económicos que conducen a la primera. La guerra ha sido históricamente, y lo es hoy, un enorme negocio para quienes la provocan y la ganan, una élite en el poder, y ha sido también fuente de desdicha y destrucción para las poblaciones que las padecen, tanto los que sufren su brutalidad como quienes pagan sus costos.

La indiferencia ante este mundo de pobreza forzada en un mundo rico, de sufrimiento y violencia innecesarios en un planeta donde podía imperar la concordia, es como un cáncer que ha corroído nuestra sociedad y también nuestro propio corazón. Combatámosla, no seamos indiferentes al sufrimiento de otros seres humanos, esto nos embrutece, y nos conduce a ser finalmente sus próximas víctimas.

Uno de los mayores pecados siempre, y más en días como estos, es la indiferencia, mirar para otro lado. La indiferencia es peor que otros supuestos vicios como pueden ser la precipitación, el fanatismo…Y después ¿qué nos ha pasado? Las causas serían muchas, pero hay una que destaca por encima de todo: el dinero se ha convertido en el nuevo dios de nuestra sociedad, el capitalismo manda por encima de cualquier cabeza y la política se ha sometido completamente a ello. Es uno de los peores males que sufrimos en este momento. En una supuesta democracia, el ciudadano es el que manda sobre el político y este se limita a controlar su dinero; pero ha ocurrido todo lo contrario y el dinero manda al político, mientras el político se ríe del ciudadano.
Entrevista a Javier Sádaba. Diario de Noticias, viernes 18 de mayo de 2012.

Si la política se ha corrompido tanto, sirviendo solo a los más privilegiados en la sociedad y a ellos mismos, deberemos cambiarla. Dejando de dar vueltas sobre la que ya no funciona y formar agrupaciones políticas realmente democráticas que sirvan a quien deben de servir, a la mayoría de los ciudadanos. Esto puede parecer ahora una utopía en un mundo dominado por el egoísmo y la insensatez, pero en realidad no es más que sentido común y un beneficio finalmente para prácticamente todos.

Al final tendrán que ser los propios ciudadanos los que deban tomar el toro por los cuernos. Los que ahora viven en el privilegio no van a cambiar algo que les beneficia. Y seguir apoyando esta poca  vergüenza política y económica es poco inteligente. Se puede cambiar si se quiere, tal vez necesitemos más tiempo de estrecheces y penurias para entenderlo, cuando en realidad esto se podía haber atajado antes sin que sucediese todo el sufrimiento que está ocurriendo y ocurrirá.

La salida de la crisis solo ocurrirá si hay un cambio en el modo de hacer la economía y la política. Que la crisis esté aumentando de forma muy notoria la pobreza, donde en España la pobreza  infantil alcanza un record histórico en 2012 del 26 %, un 10 % más que en 2008, debe levantar todas las alarmas. Más si cabe viendo que el sector privilegiado de la sociedad es cada vez más y más rico, aumentando su enorme riqueza a costa del resto de la población.

¿Se puede permitir que la generación  que nos siga viva en pobreza en un mundo más rico y con más medios? Piensen la respuesta.

Mikel Ituláin: (Extracto de: La crisis vista por un ciudadano. Cómo salir de la crisis)


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