MARIANO
NO DEBATE
No falla. Un partido en la oposición
siempre exige que el Congreso sea el centro neurálgico del sistema político y
siempre se queja de que el Gobierno de turno rehúye el debate parlamentario,
explota a conciencia su mayoría y abusa del decreto. En cuanto pasa a gobernar,
gracias al voto ciudadano, cambia de postura: comparece lo menos posible,
exhibe ostentosamente su mayoría y prefiere el decreto al proyecto de ley.
También Mariano Rajoy llegó al poder
planteando aquellas exigencias y ahora procura no tener que dar explicaciones
de sus actos. Ha decretado que no se celebre este año el tradicional Debate
sobre el estado de la nación con el argumento de que sólo han pasado seis meses
desde que formó su gobierno, es decir, que no ha transcurrido el tiempo suficiente
para hacer un balance de su gestión. Sí, sí, han pasado seis meses, pero ¡qué
seis meses! Sería difícil encontrar en toda la historia de la democracia
contemporánea un medio año tan intenso, movido y repleto de acontecimientos
trascendentales como el que va de diciembre pasado hasta este mes de junio.
Para no dar más vueltas: en estos seis
meses hemos evolucionado desde una situación económica grave a una emergencia
económica nacional, en la que conceptos como rescate, intervención, prima de
riesgo a niveles peligrosísimos y deuda-país se han vuelto angustiosamente
cotidianos. Cierto que no son incidencias que quepa atribuir sólo a la acción
del Gobierno Rajoy, pero han ocurrido en su guardia, durante la cual, además,
el presidente se ha desdicho repetidas veces y ha hecho lo que nunca iba a
hacer.
En fin, que algunas explicaciones
tendría que dar. Las que le demanda toda la oposición en bloque, sin distinción
de siglas ni de relaciones con el PP, conjurada para que el Debate de la nación
no quede postergado con pretextos (o pretendidamente sustituido por la
comparecencia forzosa que hay tras cada Consejo Europeo). Y las que quisieran
escuchar los españoles, atrapados entre la confusión y el desconcierto, amén de
la tremenda preocupación por lo que tienen en todo lo alto y lo que se les
viene al mismo sitio.
Algunos partidarios (de Rajoy) se
extrañan de que el presidente, siendo él buen parlamentario y hallándose la
oposición mayoritaria hecha unos zorros, se niegue a debatir, tan cargado de
razones como está. Discrepo. ¿Qué pasa, que si Mariano Rajoy se defendiera mal
en el hemiciclo sí podría negarse a dar explicaciones y someterse al control de
los otros? Nada de eso, amiguitos. El Debate sobre el estado de la nación debe
celebrarse porque es un derecho de la nación. Por salud e higiene democráticas.
MÁLAGA HOY
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