NECESITAMOS UNA IDEA ECONÓMICA DE PAÍS PARA ATRAER INVERSIÓN Y CONFIANZA. FERNANDO SÁNCHEZ SALINERO


NECESITAMOS UNA IDEA ECONÓMICA

“No lo que hicimos ayer, sino lo que vamos a hacer en el futuro es lo que nos reúne alrededor de lo que se llama Estado”. Ortega y Gasset.
Siguiendo con aquella conversación y tratando de buscar soluciones, no sólo descripciones, le pregunté cómo podíamos enfocarnos de cara al futuro. Cuestión nada fácil dado que para eso hace falta VISIÓN, es decir, tener la capacidad de organizar lo que está por pasar. ¿Qué idea de país es posible y beneficiosa? Si es que la hay…

Lo primero es comprender que una idea de país es equivalente a tener una idea de empresa o de carrera profesional, y que nos facilita mucho las cosas, porque simplifica la clasificación por parte del mercado al que concurramos. El mercado lo va a hacer de todas formas, entonces, ayudémosle a que lo haga de una manera favorable. Todo el mundo clasifica a los negocios a los que acude, a unos los describimos como baratos, a otros como caros, a unos como chapuzas, a otros como competentes. Y, asombrosamente ;-) , a todos los que vamos de forma regular, los tenemos muy claramente clasificados. Con los países pasa igual.

Pongamos 4 ejemplos de idea de país: Alemania, China, Costa Rica y Florida (aunque no sea un país). Alemania generalmente se asocia a fabricación de calidad y vanguardia de ingeniería, China a fábrica barata del mundo, Costa Rica a turismo ecológico y sostenible y a Florida como una mega estructura de ocio, buen clima y residencia de la tercera edad. Eso nos simplifica las cosas a la hora de elegir cuando pensamos en una opción de compra o negocio.

¿Qué asociaríamos a España en estos momentos? ¿Cómo nos ven desde fuera?

Una idea de país de cara al futuro debe reunir algunas características para ser beneficiosa durante un buen periodo de tiempo, y no sea sólo fruto de una contingencia.

a) Tiene que ser atractiva, para despertar el interés de los demás. Estar basada en las necesidades y deseos de los otros, no los nuestros, si queremos que nos paguen por ello. De nada sirve que queramos dedicarnos a producir patatas si nadie quiere comprarlas o tienen ofertas mejores.

b) Sustentarse en alguna de nuestras fortalezas, para poder soportarla en el tiempo. Desconocer la naturaleza de las personas lleva directamente al fracaso. Es como querer cultivar contra el clima dominante. Se puede, pero da mucho trabajo y pocos resultados. Por mucho que yo me empeñe en ser cocinero, me iría mal, porque no me gusta cocinar y lo haría a regañadientes, sin poner pasión y no deseando aprender e innovar constantemente.

c) Que sea rentable. Hay que pensar que la actividad o enfoque nos tiene que dar para comer. Lo contrario se llama hobby. Entonces, ¿qué hacemos con nuestro país? La respuesta no es fácil.

¿Podemos competir con el resto del mundo en precio de la mano de obra? Ni lo creo, ni lo recomiendo. Luego ya nos hemos cerrado casi toda la fabricación. ¡Mal vamos!

 
Quizá, me comentaba, la única opción que tengamos sea explotar la idea de “ESPAÑA CALIDAD DE VIDA”. Pero cambiando completamente el paradigma sobre el que tratamos de explotarlo.

En España se vive bien, al menos, eso piensa mucha gente en el mundo. Y podemos trabajar en el sector servicios, que, entre otras ventajas, absorbe mucha mano de obra, uno de los principales problemas que el mundo va a enfrentar desde ya.
Podemos, quizá tendríamos que decir, debemos, potenciar el turismo, todo lo relacionado con la salud, desde tratamientos termales, vida sana, distintas terapias alternativas y salud reglada y tradicional, Alimentación de calidad (habría que renfocar toda la agricultura y ganadería que tenemos ahora mismo, incluso la pesca, en que también somos una potencia), la gastronomía, el mercado del vino, toda la cultura del ocio, a ser posible de la máxima calidad, todo lo relacionado con el deporte al aire libre, con el mar y el agua, convertirnos en la gran residencia de la tercera edad de Europa, ser la Florida de Europa.

Habría también otras opciones complementarias y no excluyentes, como serían convertirnos en el centro de negocios, congresos y reuniones internacionales, somos puente entre Europa, América Latina y mundo árabe (en parte). Incluso dar un paso más y ser un motor de comercialización e intercambio, ya que fabricar no parece que seamos los máximos candidatos. E incluso convertirnos en una potencia educativa de calidad para todo el mundo hispano hablante (sin olvidar que no tenemos ninguna universidad entre las consideradas las 100 mejores del mundo. Habría que cambiar muchas cosas), incluso convertirnos en una gran academia europea de enseñanza del español (un idioma con cientos de millones de hablantes) (Podemos recordar la cantidad ingente de dinero que ha ingresado Inglaterra por enseñar inglés al mundo), ser un centro de ecología y variedad animal y vegetal que disfrutar…
Todas estas actividades crearían mucho empleo. Además daría pie a estructuras de pymes con multitud de ofertas, no necesariamente pasando por las multinacionales. Obviamente, esto provoca el incremento de otras industrias auxiliares que deben construir y mantener todas estas infraestructuras productivas.
Pero, ¿queremos los españoles trabajar en esto? ¿Nos gusta el sector servicios, la agricultura, atender y dar opciones a los pensionistas europeos? ¿O queremos todos estar frente a un ordenador y trabajar de 8 a 3 de la tarde y nunca los fines de semana?
O cambiamos el concepto que tenemos sobre lo que es el trabajo o no habrá trabajo. Las ideas deben renovarse, porque el mundo se renueva y hay que ir adaptándose. Ideas muy exitosas hace 10 años, hoy naufragan y parecen cavernícolas.
Por supuesto que otros países optan a estos mismos objetivos. Debemos aportar más valor que ellos, compitiendo en un mercado mundial que tiene muchas ganas de prosperar. Tenemos mucho camino andado, nuestra ubicación geográfica y nuestras condiciones climatológicas son excelentes. Debemos también ser competitivos. ¡El precio cuenta! Para eso hay que adelgazar urgentemente el sector público y urgentísimamente el “sector chupóptero político”. Debemos convertir a España en un país donde tener un negocio propio y contratar a personas sea algo muy atractivo y deseable. Hoy no lo es.

¿Lo vamos a hacer? Permitidme que lo dude. Seguiremos recortando por un lado y defendiendo nuestra posición por el otro, hasta que no haya nada que recortar, ni nada que defender. Grecia nos marca el camino.

En el mediterráneo, por desgracia, siempre ha sido más fácil discutir, que ponernos de acuerdo. ¡Cada día que pasa cuenta! En la partida de cartas del siglo XXI se están dando cartas y nosotros nos empeñamos en jugar con las del siglo XX, corriendo el riesgo (cada vez más inminente), de quedarnos fuera. La administración debe construir los canales, las carreteras, diríamos, para que circule la iniciativa privada. Pero el esfuerzo, el futuro, lo tenemos que construir cada uno de nosotros. Pueden venir a invertir desde fuera, pero si no invertimos nosotros en nosotros mismos, será pan para hoy y deslocalización mañana.

¿Veis a algún político trabajando en esto o más bien viendo cómo se lo lleva o cómo coloca a los miembros del partido que le aúpan o a todos sus familiares para tratar de que la crisis no se note en sus sucios y obscenos bolsillos?
¿Veis a algún político invirtiendo en infraestructuras sociales de transformación o, más bien, en luchas de quítate tú para ponerme yo o prometiendo mantener estructuras productivas obsoletas e insostenibles (pagamos nosotros sus promesas), a ver si con eso capta votos y sigue su mamandurria?

El problema es que no sólo lo vemos nosotros, lo ve también nuestra prima de riesgo.

Lo jodido, lo verdaderamente jodido, es que tenemos las condiciones para construir un futuro cojonudo, y que nos empeñamos en querer vivir en una realidad politizada que no existe, y que le importa un carajo al resto del mundo. Que es como si un chico tuviera una gran capacidad para el estudio y se empeñara en no hacerlo, y desperdiciara su infancia y juventud viviendo a costa de sus padres sin esforzarse, y cerrando cualquier opción de futuro.

Así terminó, más o menos, la conversación.

Me quedo pensando, contemplando la historia, cómo unos países pasaron de ricos a pobres y otros de pobres a ricos, simplemente por equivocar o acertar con las decisiones, por no querer ver, o por no querer hacer cuando lo vieron los primeros, o por tener coraje y visión (o necesidad) los segundos.
Me pregunto ¿qué decidiremos nosotros?





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