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Tras fracasar estrepitosamente en todas las campañas electorales de su mandato, han ganado apoyos
Hoy toca poner fin a la farsa de los delegados de la Junta tras varios meses de mamoneo. Durante todo este tiempo, desde la constitución del nuevo Gobierno andaluz, el PSOE ha mantenido esos nombramientos en suspenso. Las excusas resultaban cada vez más ridículas, parapetándose en la jerga burocrática de la adaptación a los nuevos esquemas de blablablá, eufemismos del auténtico motivo vergonzante: retrasar los nombramientos como chantaje tácito para fomentar 'la fidelidad del miedo' en los congresos. Roma no paga a traidores. La fidelidad se premia con cargos; y las infidelidades se pasan por la quilla. Así es como la dirección socialista de Málaga, tras fracasar estrepitosamente en todas las campañas electorales de su mandato, ha obtenido mejor resultado ahora que cuatro años antes. En vez de ser amortizada sin honores, más laurel. Parece de locos, pero es un viejo método. De hecho las confesiones 'sotto voce' de muchos militantes sobre ese clima parecen de serial de Mario Puzo; y a cambio se empieza a hablar sarcásticamente del 'mamazo' como unidad de medida de fidelidad en el partido, según el grado de impudor al exhibir públicamente la adhesión al jefe para asegurarse una nómina. Ahora, acabado el teatro con esa estrategia de fidelización del voto, se van a repartir los cargos. Hoy empieza la tómbola.
La paradoja después de estos meses sin hacer los nombramientos es que ha servido para llegar a preguntarse ¿y realmente hacen falta esos nombramientos? Es un efecto secundario de lo más revelador. La ausencia en stand by de todos esos cargos -a los provisionales les tocaba hacer la estatua- no se ha notado nada; no ha provocado ningún sobresalto a pesar de tardar semanas y semanas en cubrir los nuevos delegados de la Junta. Tal vez sea como aquello de Bélgica al verse casi dos años sin Gobierno mientras crecía el PIB o el empleo, tiempo en el que la población empezó a pensar que se podía estar perfectamente sin Gobierno y que seguramente se sobrevaloraba al cuadro de mandos. Por supuesto hace falta Gobierno, pero en circunstancias así se constata la soberbia hueca del gran aparato del poder y el superávit de cargos. Aquí mismo acaban de destituir al director del metro, que parecía un tipo competente, y ahora se sugiere que probablemente no hace falta un director del metro; claro que si el cargo es innecesario, la pregunta es ¿cuánto tiempo hemos estado pagando el sueldo innecesario de un director del metro? Y esto se puede multiplicar por decenas y decenas en ese laberinto desproporcionado de cargos. Ahora que se insiste tanto en la racionalización de la función pública, quizá ante todo urge una racionalización de la función política.
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