A
FALTA DE AMOR
Lleva razón Vargas Llosa: la degradación
de la cultura y la sustitución de la inteligencia por el espectáculo gangrena
todas las manifestaciones públicas, desde la televisión a la política. La
diputada por Castellón Andrea Fabra, hija, como todo el mundo sabe, de su
padre, había cultivado hasta la semana pasada en el Congreso las virtudes
propias de cualquier orden penitencial: voto de silencio, de invisibilidad, de
prudencia cartujana. ¡Igual hasta calzaba alpargatas de esparto!
¿Quién es Andrea? ¿Dónde está la niña de
Fabra? ¿Qué pinta en la Cámara además de participar en los aplausos rituales y
votar (¡el voto, el voto!) en silencio? Así hasta el malhadado día en que Rajoy
abrió la caja de los truenos y enumeró los nuevos hachazos contra las clases
media y baja como si fuera un ritual exorcista. En un segundo las acrisoladas
virtudes de la diputada se transformaron en pura chocarrería, superficialidad y
espectáculo. Andrea, cuando el presidente anunció el recorte del subsidio del
paro, gritó un "que se jodan" estremecedor y luego giró por completo
tres veces la cabeza. Dicen sus solícitos padrinos que Andrea no quiso joder a
los parados que van a perder la mitad de las ayudas sino a los socialistas,
pensando que con este capotazo la jodienda de Andrea tiene más enmienda. O,
como decía el poeta, que "a falta de amor la joda me contenta".
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