A FALTA DE AMOR. ALEJANDRO V. GARCÍA


A FALTA DE AMOR
Lleva razón Vargas Llosa: la degradación de la cultura y la sustitución de la inteligencia por el espectáculo gangrena todas las manifestaciones públicas, desde la televisión a la política. La diputada por Castellón Andrea Fabra, hija, como todo el mundo sabe, de su padre, había cultivado hasta la semana pasada en el Congreso las virtudes propias de cualquier orden penitencial: voto de silencio, de invisibilidad, de prudencia cartujana. ¡Igual hasta calzaba alpargatas de esparto!


¿Quién es Andrea? ¿Dónde está la niña de Fabra? ¿Qué pinta en la Cámara además de participar en los aplausos rituales y votar (¡el voto, el voto!) en silencio? Así hasta el malhadado día en que Rajoy abrió la caja de los truenos y enumeró los nuevos hachazos contra las clases media y baja como si fuera un ritual exorcista. En un segundo las acrisoladas virtudes de la diputada se transformaron en pura chocarrería, superficialidad y espectáculo. Andrea, cuando el presidente anunció el recorte del subsidio del paro, gritó un "que se jodan" estremecedor y luego giró por completo tres veces la cabeza. Dicen sus solícitos padrinos que Andrea no quiso joder a los parados que van a perder la mitad de las ayudas sino a los socialistas, pensando que con este capotazo la jodienda de Andrea tiene más enmienda. O, como decía el poeta, que "a falta de amor la joda me contenta".

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