DRAGHI
DEBE SER PROCESADO
Los medios de comunicación han festejado
que una sola frase de Draghi (“Haré lo que sea necesario para salvar el euro, y
será suficiente”) haya bastado para salvarnos, deteniendo la acelerada subida
de la prima de riesgo española.
Lo muestran como un todopoderoso dios
monetario capaz de paralizar de un solo golpe la furia de los especuladores, la
“irresponsabilidad” de los mercados que el Ministro de Economía denunciaba días
atrás, cuando sus ataques encarecían la venta de nuestra deuda hasta niveles
prohibitivos.
Y lo es. Es el titular de un poder
nuevo, pero de un poder no democrático y que, como este mismo caso demuestra
claramente, no se ejerce en beneficio de los pueblos sino infligiéndole un
sacrifico tan inhumano como innecesario y cruel.
Por eso me parece que lo noticioso no
debería ser la acción todopoderosa de Draghi sino que no haya comparecido para
explicar por qué no la llevó a cabo antes.
Si el Banco Central Europeo, como a
nadie le cabe ya la menor duda y como acaba de ser de nuevo demostrado, puede
evitar tan fácilmente el sobrecoste artificial que los mercados imponen a
nuestra deuda, lo que tendríamos que preguntarnos es la razón del retraso en la
acción salvadora, las causas de una omisión tan flagrante del deber de
protección y auxilio económico que las instituciones tienen respecto a las
economías y a los pueblos que las han creado.
No se trata de un hecho baladí. De una
semana a otra se suceden subastas que al ir encareciéndose aumentan en miles de
millones de euros la factura que pagan los estados, y si el Banco Central
Europeo no hace nada, pudiéndolo hacer, para que no sea más elevada de lo
necesario, lo que está provocando es un daño terrible a las naciones, a las
personas y a las empresas concretas, a sus patrimonios y a su capacidad de
creación de riqueza y empleo. Un daño, además, que se hace solamente en aras de
permitir que los inversores se enriquezcan todavía más simplemente apostando en
un casino en donde se juega a costa del bienestar y la paz de las naciones.
No es la primera vez que Draghi se ve
inmerso en acciones de este tipo, que ocasionan un daño tan evidente y grave a
las economías. Fue directivo de Goldman Sachs e inevitablemente corresponsable,
si no responsable directo, de los engaños que el todopoderoso banco urdió en
Grecia, y parece que también en Italia, para hacer negocio manipulando sus
cifras de déficit. Y su presencia está vinculada igualmente a escándalos (que
terminaron también beneficiando a Goldman) relacionados con la privatización de
empresas públicas en Italia. Sabe bien lo que significa utilizar recursos
públicos para beneficiar a los intereses privados.
Pero en este caso estamos hablando de
algo mucho peor y más grave. Es cierto que el comportamiento del Banco Central
Europeo y su falta de acciones determinantes para evitar que los problemas de
liquidez de los estados se conviertan en uno muy dramático de solvencia viene
dado por las restricciones de su estatuto (que lo consolida como un engendro
que en realidad no responde a su nombre de banco central). Pero es que incluso
en el macro de sus restringida capacidad de actuación puede hacer mucho más de
lo que hace, y algo muy distinto a lo que viene haciendo, como el propio
resultado de las palabras de Draghi acaba de mostrar.
Los pueblos no pueden continuar en
silencio ante este tipo de hechos. Debemos pedir cuentas. El Banco Central
Europeo actúa como un auténtico pirómano al servicio de la banca privada, que
sin disimulo se ha encargado de poner a su cabeza a unos de sus representantes
más conocidos y preeminentes, precisamente porque lo que está ocurriendo no es un
accidente sino una estrategia bien urdida para consolidar el poder de los
grandes grupos financieros y ocultar a la ciudadanía su responsabilidad
criminal en el estallido de la crisis y en las consecuencias que trae consigo.
Estamos hablando de un auténtico crimen
porque esa actuación (por activa cuando el Banco Central Europeo toma
decisiones tan claramente beneficiosas solo para los bancos privados y por
pasiva cuando no hace nada para evitar el daño) produce, como ya es mucho más
que evidente, un sacrificio doloroso y cruel a las personas. Es un crimen
económico de los que llamamos contra la Humanidad que se debe perseguir y
castigarse de modo ejemplar.
Es imprescindible tipificarlos con rigor
y crear los tribunales necesarios para que juzguen estos comportamientos
evaluando el daño y precisando la responsabilidad concreta de quienes los
llevan cabo, así como el grado de complicidad que se da en otras autoridades
que asienten o que incluso reclaman que el BCE actúe de esta forma. Y por
supuesto, es una exigencia democrática de primer orden que se desvele y difunda
la naturaleza real del discurso que envuelve sus actuaciones, que se haga
pedagogía y se muestre a la ciudadanía el engaño y la impostura con las que se
reviste esta gigantesca operación de saqueo a los pueblos europeos, un crimen
que ya se ha llevado a cabo con anterioridad en otras latitudes y cuyas
consecuencias muy lesivas para los pueblos son, por tanto, perfectamente
conocidas.
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