EL DECLIVE DE LOS GRANDES PARTIDOS. PAULA DE LAS HERAS Y ANTONIO MONTILLA

EL DECLIVE DE LOS GRANDES PARTIDOS

Empezó como una crisis económica, pero ha resultado ser un terremoto capaz de reventar las costuras del Estado. A estas alturas, no hay ni una sola institución en España -salvo quizá, el Ejército- que no esté en cuestión. Y los dos principales partidos se llevan la palma. Los sondeos publicados a lo largo de los últimos meses demuestran que el Gobierno el PP pierde confianza a chorros, y que el PSOE no es consigue levantar cabeza.

La teoría de los vasos comunicantes que había convertido el Congreso en una cámara casi bipartidista ha dejado de funcionar. Pero nadie se atreve a definir con claridad lo que viene. Las recientes elecciones griegas hicieron saltar algunas luces de alarma. Furiosos con una situación que les ha obligado a asumir sacrificios inimaginables hace tan solo unos años y cansados de agachar la cabeza frente a Bruselas, los griegos castigaron a los dos partidos que se habían alternado en el poder desde que en 1974 se reinstauró la democracia. Juntos, la conservadora Nueva Democracia y el socialista Pasok apenas sumaron el 33% de los votos emitidos el pasado 17 de junio; en 2009 representaban el 78%. «¿Puede eso pasar aquí?», se preguntan ahora muchos.
La directora del 'laboratorio' de la fundación progresista Alternativas, Belén Barreiro, cree que puede. Dice que hoy se dan en España todos los ingredientes para que emerjan nuevas fuerzas políticas -en Grecia han sido la izquierda radical de Syriza y los filonazis de Amanecer Dorado- que copen el espacio que no están sabiendo llenar populares y socialistas. «Si no reaccionan a tiempo -advierte- lo van a pagar; no están sabiendo ver el alcance de esta crisis, sobre todo, de la crisis del europeísmo».
A su juicio, el deterioro de la imagen de la monarquía, de los partidos, del poder judicial, de los bancos, de las grandes corporaciones, es grave porque es general...Pero quizá lo que desestabiliza más la situación es que los españoles tampoco parecen encontrar consuelo en una institución que antaño fue vista como gran «salvavidas»: la UE. «Empiezan a percibir que las medidas de austeridad no son las adecuadas y que la política europea resulta costosa», apunta.
En la dirección del PSOE tratan de restar importancia a los sondeos. Al menos en público. La tesis oficial es que aún es pronto para dar por sentado que se deslizan hacia la irrelevancia y piden un tiempo prudencial de, al menos, dos años antes de juzgar si están o no dando con la clave que la ciudadanía reclama. El propio Alfredo Pérez Rubalcaba adujo esta semana que el desapego de los ciudadanos hacia su partido es «normal» teniendo en cuenta que solo hace seis meses que salieron del Gobierno. «Tenemos que ganarnos la confianza de la gente y eso necesita mucho tiempo y mucha empatía porque nos fuimos bastante mal», admitió.
El 'cómo' es lo que está en cuestión. Él apuesta por adoptar una actitud «responsable» y por aliarse con el Gobierno frente a la crisis sin renunciar a ejercer la oposición, hablar con una sola voz ante Europa, al tiempo que se discrepa, con moderación, en 'casa'. Pero no todos en su partido están tranquilos con esta estrategia. El líder de los socialistas madrileños, Tomás Gómez, lo dice abiertamente; otros expresan sus dudas en privado.
«La democracia es confrontación y no hay que tenerle miedo. Es un error estar ofreciendo continuamente pactos de Estado porque serán el abrazo del oso -dice un dirigente territorial que apoyó a Carme Chacón en el último Congreso federal-: no servirán para salir de esta y para colmo el mensaje que transmitimos a los ciudadanos es el de que no hay alternativa, lo que produce desesperanza». En todo caso, la sensación que impera entre los socialistas es la de que la respuesta que exige el escenario actual no es fácil y requiere un cambio de comportamiento profundo.
Barreiro insiste en esa idea. «Los grandes partidos tienen que ser capaces de demostrar que están tomando nota de lo que sucede porque ahora los ciudadanos les ven como un problema más, no como una solución», dice.
La expresidenta del CIS avisa además de que, aunque aparentemente los socialistas se resienten más del desapego ciudadano, el PP tampoco debería bajar la guardia. «Se están desgastando muy rápido. Otra cosa es que, por cuestiones técnicas, los sistema de estimación de voto no lo reflejan claramente en los sondeos», subraya.
Desgastes
Esteban González Pons, vicesecretario general de Programas e Ideas del PP, dice que el desgaste del PP es el propio de un partido de gobierno, mientras que el del PSOE, «solo es desgaste». Defiende que Mariano Rajoy está aplicando más las políticas que aconseja la UE, porque son «las que el sistema exige» y que, en este contexto, al PSOE le queda poco sitio para hacer oposición. «Están ante la alternativa de apoyar al sistema y, por lo tanto, apoyar al Gobierno, u oponerse al Gobierno y por lo tanto oponerse al sistema», explica. Por eso cree que el descontento hacia las reformas que está aplicando el Ejecutivo de Rajoy la capitalizan en la actualidad fuerzas de izquierda como IU o Equo y otras formaciones como UPyD. Pero niega que los españoles pongan en cuestión el actual sistema de partidos.
Pons acepta que buena parte de la sociedad demanda una renovación de políticos, pero recalca que la gran mayoría de los españoles siguen siendo «constitucionalistas, de centro y europeístas». A su juicio, el único riesgo que corre su partido es equivocarse en la gestión del Gobierno.
Los hasta ahora dos grandes beneficiarios del descrédito de los grandes lo ven de otro modo. El diputado y portavoz adjunto de UPyD en el Congreso, Carlos Martínez Gorriarán, tiene claro que el bipartidismo PP-PSOE pierde fuelle en España desde hace varios años y recuerda que el porcentaje de votos de ambas formaciones no cesa de bajar desde 2008. «No es un fenómeno excepcional sino una tendencia», remacha. Desde su punto de vista, se ha producido un despertar de la sociedad española, que la ha hecho más plural en ideas políticas, lo que habría permitido la consolidación de UPyD o la irrupción del movimiento 15-M.
Mientras que el PP niega que la ultraderecha pueda irrumpir en España, como ha hecho en Grecia o en Francia, UPyD lamenta que este fenómeno ya se haya producido en Cataluña y enfatiza que el nacionalismo fundamentalista vasco no está muy lejos de la ultraderecha europea. «Si Bildu fuera un partido finlandés todo el mundo lo consideraría fascista. Le protege el papanatismo de considerar progresista a la llamada izquierda abertzale», sentencia.
En cualquier caso, la mayor parte de los partidos considera que el peligro de que en España se abran paso opciones populistas es moderado. Entre otras cosas porque, como apunta Barreiro, el modelo vigente no hace fácil el nacimiento de un nuevo partido con cabida en el Parlamento; lo que no significa que no pueda ocurrir. «A nosotros nos corresponde hacer un trabajo para que eso no sea así», admite el diputado de Izquierda Unida Gaspar Llamazares.
El excoordinador de la coalición de izquierdas cree que su formación será capaz de seguir capitalizando buena parte del descontento con el PSOE, como ya hizo en los comicios del 20-N. En la dirección socialista piensan que a ellos no les penalizó hacer políticas que se consideraban de derechas sino su incapacidad para solucionar la crisis. «Vamos, que fuimos unos 'mantas'», dice sin remilgos un destacado miembro de la ejecutiva. Llamazares tampoco habla de ideologías. A su juicio, la sanción es para los partidos que comparten el ajuste estructural y la política de recortes y el premio, para las fuerzas «críticas».

Publicado en Diario Sur

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