El Gobierno de Rajoy acaba de anunciar
las medidas que le ha impuesto la llamada troika -Fondo Monetario
Internacional, Comisión Europea y Banco Central Europeo-, y que sin lugar a
dudas conducirán a la economía española a un abismo económico y social. Esta
afirmación podría fundamentarse utilizando la teoría económica con objeto de
demostrar la ineficacia técnica de las medidas, o también y más rápidamente
tras comprobar el resultado empírico que medidas similares están teniendo en
países como Grecia y Portugal.
Al margen del lugar en el que estas
medidas dejan a la democracia, puesto que son impuestas por órganos no votados
por la ciudadanía y representan un programa electoral que tampoco votó nadie,
conviene revisar las probabilidades de éxito en lo que se refieren a creación
de empleo y generación de crecimiento económico.
El Gobierno español está empobreciendo
aún más a los trabajadores. Esta mañana ha reconocido que sube el IVA en dos de
sus tramos (el normal, hasta el 21%, y el reducido, hasta el 10%), rebaja las
cotizaciones sociales un 1% por año, reduce las prestaciones sociales por
desempleo y retira prestaciones a los trabajadores públicos. Todo ello
significará una pérdida de poder adquisitivo que agravará las consecuencias de
una reforma laboral que, por primera vez, ha reconocido Rajoy que tiene como
objetivo moderar los salarios.
El Gobierno y la troika confían en que
se cree empleo y se reactive la economía gracias a las reformas estructurales
(la reforma financiera y la reforma laboral como los dos pilares
fundamentales). La argumentación está basada en las tesis de la teoría
económica neoclásica, que asegura que el desempleo es causado por distorsiones
en el mercado de trabajo y que la falta de crédito derivada de los activos
tóxicos es la que obstruye el crecimiento económico.
La troika entiende que en España hay una
importante dualidad en el trabajo, con una parte de la población siendo fija y
otra siendo temporal. La solución es, según su visión, homogeneizar las
condiciones laborales a partir de la moderación salarial. Es decir, rebajar las
condiciones de los de "arriba" para equipararlas a los de
"abajo" y acabar así con los incentivos perversos en la contratación.
Si los salarios bajan, los empresarios contratarán trabajadores y la actividad
económica se recuperará.
Todo ello no tiene ningún sentido
económico en la realidad social. Los empresarios aseguran, según el último
informe del Consejo Económico y Social, que el problema principal es la falta
de demanda y la falta de crédito, y no una cuestión salarial. Y esa falta de
demanda es debida a que hay una parte de la población que es muy rica y consume
relativamente poco en la economía real (en relación a sus ingresos) y una
población crecientemente empobrecida y cuyo consumo se ha desplomado (estaba
artificialmente alto por el endeudamiento). Es la crisis y la desigualdad la
que han llevado a que el paro se dispare, no los bajos salarios. Y estas
medidas solo consiguen profundizar en las deficiencias de la economía.
Por otra parte, la reforma del sistema
financiero es sólo para tapar agujeros creados por la borrachera de crédito que
tuvieron las entidades y que ahora estamos pagando entre todos. Pero aunque se
tapen con éxito todos los agujeros, el sistema financiero no volverá a dar
créditos por dos razones obvias: en primer lugar porque las empresas y hogares
están excesivamente endeudados y lo que tratan es reducir esa exposición, no
incrementarla, y en segundo lugar porque ningún banco dará créditos en una
situación de crisis y donde la probabilidad de recuperar el dinero es muy
reducida. En definitiva, la raíz del problema -más allá de las apariencias de
los activos tóxicos- está en la economía real de nuevo.
Y es que el problema fundamental es que
España carece de un modelo de crecimiento estable. Se ha hundido su modelo
basado en el crédito -y que ha generado desequilibrios comerciales enormes- y
ahora no tiene cómo volver a crecer y crear empleo. Por eso las necesarias
reformas han de ser radicales y han de suponer un proceso de transformación
productiva que conlleve, necesariamente por el contexto, la nacionalización de
las grandes empresas y de todo el sistema financiero amén de un fuerte proceso
de redistribución de la renta y de la riqueza. De otra forma la única
alternativa técnica que le queda al sistema es una huida hacia delante
deprimiendo salarios y llevando a nuestra economía a competir con países de
bajos salarios como China o los países del este. Pero la troika es demasiado
ingenua si cree que la sociedad, sabedora de que hay alternativas o
sencillamente por reacción a un deterioro tan profundo, permanecerá impasible
sin hacer tambalear el sistema económico y político definitivamente.
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