ALFONSO ARMADA
Periodista
y escritor español nacido en Vigo en 1958. Corresponsal durante seis
años de ABC en Nueva York, trabajó también para el Faro de Vigo y
el País. Es autor de diversas publicaciones como Cuadernos de
África, España, de sol a sol (2001), El rumor de la frontera
(2006)… Con Gonzalo Sánchez Terán escribió “Los silencios de
Dios y otras metáforas”. Actualmente es editor de la revista
Frontera Red.
Son
muchos años dando vueltas alrededor del mundo, ¿hay esperanzas?
El
pensador y profesor español Aurelio Arteta, autor de un libro recién
publicado de lo más recomendable para alumnos y profesores,
periodistas y políticos, para votantes y votados, para todo el que
se anime a pensar por sí mismo, Tantos tontos tópicos,
fue quien primero me habló de un filósofo francés que desde
entonces no dejo de leer y, por lo tanto, de recomendar: André
Comte-Sponville.
Uno de sus libros más breves y mas luminosos tiene
un título que puede parecer paradójico: La feliz
desesperanza. En él dice: “lo que llamo ‘la feliz
desesperanza’ no es el colmo de la tristeza, sino, al contrario,
ese trabajo del duelo, como dice Freud, que me permite aceptar lo
real, la vida, a los otros y a mí mismo tales como son y tal como
soy. Mélanie Klein escribió en alguna parte: ‘En lo más profundo
del duelo sale a la luz el amor’. No podemos amar lo que no existe,
mientras interpongamos entre lo real y nosotros mismos la pantalla de
nuestros sueños, la pantalla de nuestras esperanzas”. Y prosigue
Comte-Sponville: “Para decirlo de una forma más sencilla: esta
bondad de la desesperanza que evoco, esta ‘feliz desesperanza’
consiste en un paso muy sencillo: se trata de esperar un poco menos y
de amar un poco más”.
¿El
mejor recuerdo de todos?
Hay
muchos. No me gustan los escalafones (aunque sí me gusten las
listas). Me gustaba mucho ver cómo mi abuela cortaba las cañas en
la trasera de la casa para que pasaran los Reyes Magos. Y lo creíamos
a pie juntillas. En mi plano de periodista, las primeras elecciones
democráticas en Mozambique: cuando la gente madrugó muchísimo, se
puso sus mejores galas (ellas sus coloridas capulanas,
ellos sus camisas blancas) y aguardaron pacientemente durante horas
bajo los cajueiros (el árbol del anacardo) para
votar. La democracia tenía sentido.
De
todo lo malo que ha visto en este mundo, ¿hay algo que querría
olvidar?
No.
Después de haberlo vivido no quiero olvidarlo. Preferiría no haber
visto el brazo de aquella mujer que se movía en medio de una masa de
cadáveres en una aldea ruandesa. O cómo mataban delante de nosotros
a un muchacho en Monrovia, la capital de Liberia. Pero añadir olvido
a ese espanto sería como añadir escarnio a la desgracia. O, no
quiero olvidar nada. Lo cuento y lo examino con todo detalle en el
libro Cuadernos africanos.
¿Hay
solución para África?
Por
supuesto, si es que hay solución para la humanidad en toda la
Tierra. Y África es parte de ella. A pesar de penosos retrocesos,
como la fractura de Costa de Marfil, los golpes de Estado en Guinea
Bissau y Malí, el conflicto entre los dos Sudanes, la hambruna en el
Sahel, dictaduras como las de Guinea Ecuatorial, Zimbabue y Eritrea,
inestabilidad y violencia en Chad o la República Democrática de
Congo, descomposición en Somalia, violencia interétnica y religiosa
en Nigeria... África está creciendo. Hay menos conflictos internos
y entre países que hace diez años. La tarea es ingente, y los
problemas abismales.
Como
señalé al principio, no me gusta la palabra esperanza. Aunque el
libre mercado es profundamente injusto, y no precisamente libre, creo
que –corregido, y teniendo como meta a largo plazo el modelo
escandinavo- tiene más ventajas que la planificación socialista
(que tantos delirios provocó en sus experiencias africanas). Creo
que África tendrá mucho que decir en este siglo. Claro que depende
de los propios africanos. No tiene sentido que sigamos culpando a la
esclavitud y a la colonización, al reparto de África y a la
política colonial de todos los males del continente. Los africanos
son responsables de su destino. No podemos seguir mirándolos con el
paternalismo de quien, desde la mala conciencia de Occidente, los
considera poco menos que menores de edad. Claro que a veces caigo en
la tentación de pensar que no, que no hay remedio. Pero es una
impresión pasajera, fruto del pesimismo de la razón frente al
optimismo de la voluntad.
Junto
a Gonzalo Sánchez Terán escribió un libro de artículos
titulado El silencio de Dios y otras metáforas. ¿Hay
Dios en África?
Hay
muchos dioses en África. El animismo sigue muy vivo en la cultura
africana. La vida espiritual está profundamente entrelazada con la
vida material. A los africanos les choca cuando un occidental les
dice que no cree en ningún dios.
Usted
vivió de primera mano el conflicto entre hutus y tutsis en Ruanda ,
las guerras del Congo, Liberia… ¿Qué responsabilidad tiene
Occidente?
Cada
uno de esos conflictos necesitaría una larguísima y pormenorizada
explicación. Por supuesto que por acción u omisión hay muchas
responsabilidades occidentales. En el caso concreto de Ruanda y
Burundi habría que remontarse a la política basada en patrones
étnicos impulsada por Bélgica durante su controvertida época
colonial en los dos minúsculos estados de África Central y en el
Congo. El resentimiento interétnico y de clase, entre nómadas y
sedentarios, fue utilizado políticamente por Bruselas. Tras la
independencia, muchas campañas de odio étnico han sido instigadas
por actores políticos ruandeses, pero sin duda hay que tener en
cuenta el dominio europeo, y los intereses de las superpotencias y
multinacionales, que han jugado sus cartas para proteger sus
intereses estratégicos y sobre todo sus necesidades de materias
primas.
Sin
embargo, como decía más arriba, es hora de que los propios
africanos asuman sus responsabilidades tantos años después de las
independencias. Son los africanos los que deben resolver sus asuntos.
No pueden seguir culpando a Occidente de todos sus males.
Y
Occidente no puede seguir culpándose de todos los males que padece
África. Esa es una forma de pensar profundamente paternalista y
reaccionaria. En una entrevista reciente, el novelista Alain
Mbanckou, nacido en Congo-Brazaville, me dijo que cuando escribió en
Francia que los africanos eran responsables de su destino, que debían
dejar de echarle la culpa de todo a Occidente, y
que muchos africanos fueron cómplices en la trata de esclavos, hubo
mucha gente que se le echó encima.
Viviste
en primera persona los ataques a las torres gemelas. ¿Qué ha
supuesto para la historia el 11 S?
Muchas
cosas. A Estados Unidos le hizo tomar conciencia de su
vulnerabilidad. Le hizo experimentar en propia carne los pavores de
la guerra y del terrorismo islamista en pleno corazón de Manhattan y
en Washington. Desde el punto de vista del miedo, los terroristas
demostraron una perversa inteligencia y un entendimiento muy certero
de las claves informativas y tecnológicas de nuestro mundo.
No
sólo se sirvieron de sofisticados instrumentos de la civilización
occidental (aviones de pasajeros, inmensos rascacielos), sino del
sistema informativo internacional. Golpearon a la hora de los
telediarios de la mañana en Estados Unidos, de la tarde en Europa y
de la noche en Oriente. Primero atraparon la atención al incrustar
el primer avión, luego, cuando buena parte de los ojos electrónicos
del mundo estaban contemplando la torre humeante, hicieron que el
segundo aparato se estrellara contra la segunda torre.
Los
ideólogos de este audaz y terrorífico golpe tenían conocimientos
de arquitectura (como el líder del comando de suicidas asesinos,
Mohamed Atta), y sabían que los aviones iban a atravesar todo
Estados Unidos de este a oeste, por lo que iban cargados de
combustible y su combustión podría derretir el sofisticado sistema
de construcción del World Trade Center. Dudo mucho, sin embargo, de
que hubieran calculado una coreografía tan terrible como los 102
minutos de crescendo constante que acabó provisionalmente con el
hundimiento de la segunda torre y la nube de polvo. Le he dedicado
dos libros a Nueva York en los que, además de muchas otras cosas,
trato de explicar qué ocurrió y cómo la ciudad vivió ese
espanto: Nueva York, el deseo y la quimera y Diccionario
de Nueva York.
¿Entienden
los países pobres la crisis que vive Europa?
Habría
que preguntarles a ellos. Cuando hablas con africanos o
latinoamericanos residentes en España, muchos no dejan de mostrar su
perplejidad por la queja permanente en la que viven instalados muchos
españoles. Por eso es tan útil viajar, siempre que te mezcles de
verdad con los ciudadanos de los países que visitas, te intereses
por su modo de vida y sus circunstancias. Porque si visitas por
ejemplo la República Dominicana o Bali y te encierras en hoteles de
muchas estrellas disfrutando de las playas, el clima, junto a
esporádicas y asépticas calas en los mercados y los escaparates
para turistas, será como si no hubieras salido de casa. Sería muy
educativo que todos los estudiantes españoles pasaran uno o dos
veranos trabajando en colonias y proyectos en África o en América
Latina, compartiendo las dificultades y la vida cotidiana de niños y
muchachos como ellos.
Miles
de personas no tienen nada que llevarse a la boca, muchos mueren de
enfermedades curables… huyen a Europa para trabajar donde no
quieren los europeos. ¿Qué explicación le ve al racismo
imperante en Europa? Es llamativo el crecimiento de partidos de
extrema derecha que acusan a los inmigrantes de todos los males del
país.
Forma
parte de los nuevos miedos contemporáneos, de buscar chivos
expiatorios que permitan cargar con las culpas complejas de una
realidad que muy pocos son capaces de descifrar y de explicar con
claridad. Y sobre todo, vendarse los ojos, olvidar de dónde venimos,
que todos hemos sigo en algún momento de la historia emigrantes, y
que los españoles tuvimos durante muchas décadas que emigrar porque
aquí no teníamos futuro.
Muchos
medios están controlados por los de arriba, ¿existe periodismo
independiente en la actualidad?
Ya
lo creo que sí. Hay fantásticos medios independientes en América
Latina, Estados Unidos, Europa, Oriente... Os recomiendo la lectura
de un artículo de Lino González Veiguela publicado en la revista
digital FronteraD,
titulado ‘Diccionario de la crónica hispanoamericana’
(http://fronterad.com/?q=diccionario-cronica-hispanoamericana),
en el que habla del que puede considerarse como “nuevo boom de la
realidad”.
¿Qué
es FronteraD?
Una
revista digital que trata de estimular la inteligencia de sus
lectores. Una revista que sigue pensando que el buen periodismo es
imprescindible para entender el mundo en el que vivimos. El reportaje
y la crónica son los ejes de nuestro trabajo, aunque también
dedicamos amplio espacio al ensayo y a la literatura. Además,
contamos con una cincuentena de blogs, de autores tan brillantes y
originales como J. Á. González Sainz, Andrés Ibáñez, Sofía
García, Ignacio Castro Rey…
¿Cómo
funciona Frontera Red?
Nuestras
finanzas son muy precarias, pero contamos con una espléndida y
entusiasta red de colaboradores en todo el mundo que confía en que
este proyecto cuaje y consiga hacerse sostenible. Aunque está
editada en España, no nos consideramos una web española, sino en
español, de hecho, aparte de España el mayor número de lectores
proviene de Estados Unidos, México, Colombia, Argentina...
Colaboramos con webs y publicaciones latinoamericanas, como la
colombiana El Malpensante, la peruana Etiqueta
Negra o la salvadoreña Elfaro.net. Tratamos de
hablar, y a fondo, sin límite de espacio, de cuestiones que nos
parecen relevante, sin que la actualidad y el carrusel de la novedad
marquen nuestra agenda.
En
alguna ocasión le hemos escuchado decir que son una web anti
internet
En
cierto sentido, somos una web anti-internet: nuestros temas
permanecen en la home tres semanas, son en general textos largos y
elaborados que exigen esfuerzo y atención no solo por parte del
periodista que los elabora sino del lector. No creemos en la división
tradicional de la realidad que fijan los periódicos, de ahí que
nuestras pestañas o secciones se llamen brújula (actualidad
cultural internacional), mientras tanto (blogs), acordeón
(periodismo de precisión), arpa (vidas y relatos), universo elegante
(ciencia y tecnología) y sociedad del espectáculo (arte y
pensamiento).
Usted
ha sido crítico con la falta de verdad de la prensa española
En
un post reciente en mi blog El
mirador hacía
especial hincapié en la cuestión de la verdad. Su falta de respeto
por ella es a mi juicio uno de los grandes males de la prensa
española actual. Pido disculpas por la larga autocita: “En
los últimos compases de la Antología
de crónica latinoamericana actual,
obra de Darío Jaramillo Agudelo para la editorial Alfaguara, hay un
apartado casi a modo de apéndice titulado ‘Los cronistas escriben
sobre la crónica’. La contribución (es una forma de hablar. Casi
siempre es una forma de hablar) de Julio es El
que enciende la luz. ¿Qué significa escribir una crónica hoy? “En
tiempos de Twitter, YouTube y Facebook, en la era de Wikileaks, en
que el acceso a tanta información aturde y corre el riesgo de
convertirse en una moderna forma de ignorancia, vale recordar lo que
en la primera mitad del siglo pasado nos anticipaba Walter Benjamin:
‘Cada mañana se nos informa sobre las novedades de toda la
Tierra.
Y
sin embargo somos notablemente pobres en historias extraordinarias
(…). Ya casi nada de lo que acaece conviene a la narración sino
que todo es propio de una información. Saturados de información,
los hombres han ido perdiendo la capacidad de comprender’”.
Comenta Julio Villanueva Chang que “una de las mayores pobrezas de
la más frecuente prensa diaria –sumada a su prosa de boletín, a
su retórica de eufemismos y a su necesidad de ventas y escándalo-
continúa pareciendo un asunto metafísico: el tiempo. Lo actual es
la moneda corriente, pero tener
tiempo para
comprender lo que está sucediendo sigue siendo la gran fortuna”.
He aquí lo que andaba buscando hace mucho tiempo, que había leído
y había olvidado por completo. En vez de citar tanto a Kapuscinski
es hora de volver a citar –de volver a leer- profusamente a
Benjamin: “Los hombres han ido perdiendo la capacidad de
comprender”.
¿Qué
consejo les daría a los más jóvenes?
Que
no dejen de luchar. Que se fijen en el ejemplo de América Latina,
sobre todo de tantos periodistas y escritores que se juegan la vida
para contar la verdad. Como muchos africanos, parece como si
vienieran llorados al mundo. No se rinden de antemano. En el Máster
de ABC hacemos hincapié en cuatro aspectos que el periodista debe
siempre cultivar: curiosidad, humildad, rigor y alegría.
¿Cuál
es para Alfonso Armada la gran utopía del mundo actual?
Utopía,
como esperanza, es otra palabra manoseada. Las dos gustaron mucho
cuando en la adolescencia. Han dejado de gustarme. Tal vez porque las
utopías han acabado peor que el rosario de la aurora: la comunista,
que tantas esperanzas despertó, instauró un espanto difícil de
narrar, aunque muchos, desde Alexander Solzhenitsin a Osip Mandelstam
(sobre todo su viuda, Nadezha Mandelstam, en Contra toda
esperanza), lo hayan hecho. La gran utopía del mundo actual es
una necesidad improrrogable: la justicia.
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