AL PARECER ES QUE VIVÍAMOS POR ENCIMA DE NUESTRA POSIBILIDADES. JAVIER MARTÍNEZ MADRID


AL PARECER ES QUE VIVÍAMOS POR ENCIMA DE NUESTRA POSIBILIDADES
Eso me dijeron hace unos días cuando expresaba mi indignación por las aberrantes medidas que el tonto del pueblo que tenemos como presidente del Gobierno está adoptando para sacarnos de la crisis. Que los españoles hemos vivido muchos años por encima de nuestras posibilidades. ¿Ah sí? Primera noticia.


Supongo que a los españoles que se refiere ese argumento son aquellos que, ilusos de ellos, se han metido en varios préstamos a lo largo de su vida para comprar en “cómodos” plazos propiedades que en cash (así, bien snob) solo están al alcance de unos pocos. Un piso. Un coche. Un apartamento en la playa. Un segundo coche. Un cambio del piso por una casa. Qué osado el populacho de este país, que aspira a tener eso que solo se reserva para la élite y que los bancos le permitían adquirir a cambio de hipotecar hasta los óvulos aún no fecundos. Pobres ilusos.

Pero me voy a centrar mejor en mi generación conmigo como ejemplo. Nací el 7 de junio de 1981. Treinta y un años y un mes de vida. Mi padre, nacido en el 36. Mi madre, en el 42. Posguerra y dictadura. Él siempre contaba que no tenía fotos de cuando era niño. ¿Fotos? Si no teníamos casi para comer. Ella no pasó hambre porque su padre era carnicero y nunca faltó la comida. Los dos se han pasado toda una vida trabajando para sacarnos a mí y mis dos hermanas adelante. Y lo han conseguido, vaya si lo han hecho.


Volviendo a mí, saqué un 7’58 de media para acceder a la Universidad, después de años hincando los codos como un gilipollas jabato. Estudié periodismo en la Facultad de Ciencias de la Comunicación de Málaga. En los cuatro años de carrera solo suspendí una asignatura, que la aprobé en segunda convocatoria. Vamos, que seguía siendo el mismo gilipollas jabato de codos raspados del colegio e instituto. Y tras ello, estudié un Master en Comunicación Periodística, Institucional y Empresarial en la Universidad Complutense de Madrid. Todo esto, claro está, sufragado en diferentes momentos por becas del Estado (¡gracias!), por las pensiones de mis padres sudadas hasta el extremo (¡a ellos sí que gracias de verdad!) y a mis ahorros.

Llevo trabajando en medios y agencias de comunicación desde 2001. Los veranos de la carrera los dediqué a hacer prácticas no remuneradas (lo que viene siendo sin cobrar de toda la vida). En este tiempo he pasado por un total de 9 empresas diferentes y, además actualmente, colaboro en dos blogs donde se me paga por lo que escribo. He publicado una novela y… creo que ya, ¿no? Ah, bueno, y solo he cobrado el paro cuatro meses en mi vida.

Pues bien, con todo esto todavía tengo gana de saber un mes lo que es ganar más de 1.200 euros netos. Y encima, la realidad es que tengo que estar agradecido, porque hay compañeros de mi misma promoción que han seguido trayectorias similares y que están mucho peor. Paro, sueldos excesivamente bajos, horas extraordinarias sin remunerar, trabajos que no tienen nada que ver con la comunicación y un largo etcétera.

A todo esto tengo que añadir que en algunos momentos de mi vida he sido capaz de sobrevivir en Madrid con un sueldo mensual de 500 euros y que he compartido piso hasta el año pasado, momento en el que encontré algo que más o menos me podía permitir (apretando el cinturón un par de agujeros más, claro está).

Y resulta que lo que ocurría es que estaba viviendo por encima de mis posibilidades. ¡Ahí llevas Ruiz!

Todavía hay quien no se entera de que quien ha estado viviendo por encima de sus posibilidades son los políticos, los banqueros y todos esos hijos de la gran puta compinches que han robado mucho más de lo que las posibilidades permitían. ¿Dónde narices están todos estos para apretarse el cinturón ahora? ¿Para devolver todo lo que han mangado? ¿Para arrimar el hombro y salir de esta mierda en la que nos han metido? Y no hay que olvidarse de la Iglesia, la puta mejor mantenida de toda España.

Ah no, que resulta que los que tenemos que arrimar el hombro somos los gilipollas curritos de siempre. Más IVA, mayor facilidad de despido, menos prestación por desempleo… Para que se pongan las pilas y encuentren trabajo antes. Eso dice el tonto del pueblo que tenemos por presidente del Gobierno mientras los bufones de la corte le aplauden. Como si estando las cosas más caras, habiendo más facilidad para irse al paro y recibiendo una menor prestación, la peña fuese a gastarse los duros con alegría para reactivar la economía (bonito pareado).  ¿Qué clase de mentes retrasadas tenemos en el Gobierno incapaces de entender esto?

No es que esté indignado, no. Es que estoy hasta los mismísimos cojones. Tal cual. Lo estoy de que nos tomen el pelo, de que nos hagan comulgar con ruedas de molino, de que nos obliguen a bajarnos los pantalones y de que encima tengamos que poner buena cara. Y lo peor es que hay gente que todavía está de acuerdo con lo que el tonto del pueblo hace. No soy votante del Partido Popular, pero si lo fuera, estaría más hasta los mismísimos cojones todavía. ¿Por qué? Porque habría votado a un presidente que está haciendo todo lo contrario a lo que prometía. Porque me habría engañado. Porque me habría estafado. Porque estaría utilizando mi voto para hacer de España su cortijo.

Que el tonto del pueblo siga, que ha tenido mucha suerte, porque a ese pueblo del que es tonto le cuesta arrancar. Pero acabará haciéndolo. Y entonces, que se prepare, porque no habrá pelotas de goma que le detenga. Y ahí es cuando se arrepentirá de haber tomado decisiones que estaban muy por encima de sus posibilidades. De las intelectuales, claro está.

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