NADIE TIENE DERECHO A OBLIGAR AL
SUFRIMIENTO
He sido neurocirujano durante 40 años en
diversos hospitales públicos españoles, hasta hace dos años, cuando me jubilé.
En 1982, creé el Servicio de Neurocirugía Infantil del Hospital Infantil 12 de
Octubre de Madrid, del que he sido jefe hasta hace dos años, además de haber
desempeñado otros puestos de responsabilidad: director del Hospital del Niño
Jesús en Madrid, director médico del Hospital 12 de Octubre, secretario de la
Sociedad Española de Neurocirugía, secretario de la Comisión Nacional de
Neurocirugía y profesor asociado de la Universidad Complutense.
Durante estos últimos 28 años de mi vida
profesional, dedicados exclusivamente a la neurocirugía infantil, he tenido que
tratar a muchos cientos de niños que padecían malformaciones congénitas del
sistema nervioso, como la hidrocefalia congénita o espina bífida abierta.
Desgraciadamente, he sido testigo y he tenido que enfrentarme al tremendo sufrimiento
que causan estas anomalías a las familias, pero sobre todo a los propios niños.
Quiero suponer, pues no puedo entenderlo
de otra manera, que la intención del ministro de Justicia, Alberto Ruiz
Gallardón, es producto del desconocimiento de esta realidad y de estas
enfermedades. Una de ellas, la espina bífida abierta (o mielomeningocele),
consiste en la ausencia completa del necesario cierre de la médula espinal en
el feto. Por esta razón, el tejido nervioso normal de la médula no se
desarrollará. En este proceso también participan las ausencias de cierre de la
columna vertebral, grupos musculares e incluso de la piel en las áreas en las
que la malformación se localiza, generalmente la región lumbar, pero también la
dorsal. Así, un niño que nazca con esta patología puede sufrir toda su vida de
los siguientes problemas.
» Parálisis de ambas piernas. En los
casos más graves, que desgraciadamente podrían ser la mayoría si la ley se
modificase, el grado de parálisis será completo.
» Atrofia en estos casos de los músculos
de los dos miembros inferiores con grandes deformaciones en los pies, piernas y
también en la espalda, con desviaciones muy graves de la columna vertebral.
» Incontinencia completa de orina y de
heces.
» Impotencia sexual completa.
» Hidrocefalia: crecimiento exagerado de
la cabeza en el 90% de los niños.
» Malformación de Chiari II:
malformación en el cerebelo.
» Siringomielia frecuente: desarrollo de
cavidades anormales en el resto del interior de la médula espinal, que pueden
causar parálisis de ambos brazos.
» Deficiencia mental en el 55% de los
niños aproximadamente. Eso si las medidas aplicadas han sido las correctas
durante toda la vida.
El tratamiento de estas patologías es
muy complejo, y se requieren unidades multidisciplinarias altamente
especializadas. Precisarán numerosas operaciones realizadas por muy variados
especialistas y en diferentes etapas de la vida: neurocirujanos, traumatólogos,
urólogos, cirujanos pediátricos, cirujanos plásticos, etc. Además de necesitar rehabilitación
permanente, vigilancia pediátrica y antibioterapia muy frecuente, añadiéndose
además todo tipo de aparatos ortopédicos, sondajes vesicales permanentemente,
sillas de ruedas y un largo etcétera.
Naturalmente, todas estas intervenciones
quirúrgicas, la mayoría de ellas muy complicadas, conllevan un número no
despreciable de complicaciones, lo que ensombrece todavía más los problemas.
Finalmente, resumiré el pronóstico vital
y la calidad de vida de estos niños. Como resultado de tantas intervenciones,
su estancia en los hospitales puede ser muy prolongada, incluso en algunos
casos hasta años de hospitalización. Es por lo tanto imposible una
escolarización correcta. Pero el colmo es que todos estos esfuerzos sanitarios,
sociales, familiares y del propio niño terminarán antes de las dos primeras
décadas, pues la mayoría de estos niños habrán fallecido, dado que esta
malformación presenta numerosas complicaciones muy tardías y difíciles de
solucionar.
Que las malformaciones congénitas del sistema
nervioso son las más frecuentes entre todas las malformaciones fetales graves
es un hecho ya muy conocido. Por ejemplo, la anencefalia (falta completa de
desarrollo de los hemisferios cerebrales) se cifra, según la prestigiosa
revista JAMA (año 2000), en seis por cada 1.000 recién nacidos vivos o muertos.
No se tienen datos exactos de la
incidencia de la espina bífida abierta en la población española antes de las
actuales medidas preventivas y de la implantación de la ley de interrupción
voluntaria del embarazo, pero se pueden citar las estadísticas del Reino Unido
(entre uno y dos por cada 1.000) o de Irlanda (tres por cada 1.000).
En Argentina, país en el que la
interrupción del embarazo solo se permite en casos de violación, pero en el que
se realiza como en España la prevención con ácido fólico durante la gestación,
la cifra publicada en al año 2000 es de 2,7 por cada 1.000 recién nacidos
vivos.
más información
Gallardón anuncia que la malformación
del feto no será razón para abortarEl PP respalda al ministroEspaña, con
Irlanda y Malta, a la cola de la UEEn España se ha practicado durante muchos
años un excelente programa de prevención de la espina bífida, y desde la
implantación de la ley del aborto, la prevención con ácido fólico durante la gestación
y el diagnóstico prenatal de estas lesiones, la prevalencia es solo de ocho
casos por cada 10.000 recién nacidos vivos; es decir, uno por cada 1.000 en
recién nacidos vivos. En sectores profesionales implicados en estos problemas
esto siempre se ha considerado como un gran avance de la sanidad española, en
comparación con periodos históricos anteriores, y también con otros países.
Desgraciadamente, si se suprime el
supuesto de interrupción del embarazo, mucho me temo que volveremos de nuevo a
cifras terribles, dado que se trata de malformaciones frecuentes.
Según el Instituto Nacional de
Estadística (INE), la natalidad española es de 10 nacimientos por cada 1.000
habitantes. Es decir, de 486.000 en el año 2010 y de 468.000 en 2011.
Extrapolando datos, podríamos asumir que España se colocaría en una situación
similar a la de Argentina, con 2,7 por cada 1.000 casos, o a la de Irlanda —que
permite solo el aborto por riesgo para la salud de la mujer—, que con terapia
de ácido fólico tiene un porcentaje de tres por cada 1.000 casos en recién
nacidos vivos. Así, en el caso español y continuando el tratamiento preventivo
con ácido fólico, nos colocaríamos en una cifra aproximada de 1.200 a 1.400
casos de niños con espina bífida al año.
¿Es el Gobierno consciente de ello?
¿Cómo piensa gestionar este problema? ¿Qué se les puede explicar a las familias
e incluso a los futuros niños? ¿Que por la decisión de un político que fue
ministro de Justicia no han podido valorar otras opciones?
No creo que ninguna sociedad tenga el
derecho, y menos pudiendo evitarlo, de cargar a ningún ser humano con
sufrimientos más allá de lo imaginable. Por otra parte, siempre he creído que
los Gobiernos y las leyes deben estar al servicio de los seres humanos para
ayudarlos, pero no para castigarlos; y mucho menos por intereses posiblemente
espurios.
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