MÁLAGA
A LA GRIEGA
Ahora que España se mira al espejo y se
ve tan griega (¿está el BCE? Que se ponga), comparto mi experiencia de hace dos
semanas en Creta y Santorini con mi novia. Aparte de a disfrutar, reconozco que
también fui a tomar apuntes. Intenté inferir una Málaga helena a través de
datos económicos y actitudes sociales. El primer susto me lo llevé con la
gasolina. Siete días después, el diésel más barato que vi cotizaba a 1,71
euros. Los almuerzos que yo valoraba como baratos dejaban una sonrisilla de
timo en algún camarero.
Respecto al mobiliario urbano: me
limitaré a decir que ahora veo los autobuses de la EMT como coches fantásticos.
Los comercios abrían de 8:00 a 00:30 (la hora del último autobús). Entiendo que
para exprimir la teta de los sunsets y la playa hasta que octubre les traiga su
invierno, pero con un triste trasfondo: la dualidad entre vendedores y
turistas. Me moví por bastantes pueblos, incluso por zonas nada turísticas, y
no encontré griegos de a pie, salvo que ellos también estén adscritos al club
de la chancla con calcetines blancos. Frecuenté chiringuitos, pubs,
supermercados (en uno nos cobró una niña de 11 años), museos, bazares, plazas...
Hasta que dejé de frotarme los ojos: no salen de su casa. El motivo, confirmado
por los lugareños, obvio: no hay un euro para gastar.
No me imagino los bares de Pedregalejo
atestados de insoportables y políglotas relaciones públicas para que comas mejor
aquí que en el del vecino. Pero sí horarios más esclavos todavía y familias
contando a los más pequeños aquellos días en los que cenar fuera de casa era
habitual. ¿Cómo nos sentiremos cuándo no podamos practicar uno de nuestros
deportes favoritos, gastar? ¡Con lo bien que se nos da! El New Deal es de las
pocas cosas de macroeconomía que recuerdo del instituto. No caerá esa breva en
España; aquí buscamos al Banco Central Europeo, no a un Roosevelt. Y si los
próximos años son a la griega, copiemos lo único bueno que se aviene allí: su
vuelta al dracma. Porque, puestos a que el futuro tenga que ser pretérito,
mejor regresar a la peseta que al franquismo.
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