MUJERES DE BANDERA. ELVIRA LINDO


MUJERES DE BANDERA
Habrá un día (que yo no viviré) en que los científicos habrán inventado la pastillita contra el estrés postraumático, de tal manera que si una escritora del futuro, tras la victoria de la selección en la Eurocopa (si existe todavía Europa), se ve en la circunstancia de ver en el telediario de la 1 (si existe la televisión pública) a la presidenta de su comunidad (si existen las autonomías) celebrando la goleada con banderitas de España pintadas en los mofletes, dicha escritora tendrá la oportunidad de ir, acaso tambaleante, a su botiquín y buscar el bote de las pildoritas de olvidar, ingerir una y borrar para siempre semejante imagen. Pero para que ese remedio contra el recuerdo traumático esté comercializado faltan por lo menos cinco lustros. Que conste que también me hubiera tomado una pastilla al ver a Rosa Díez dando una rueda de prensa con un modelo inaudito inspirado en nuestra bandera. Por fortuna, las pastillas no existen aún, porque con tres telediarios me hubiera convertido en una adicta.


Mientras Rosa de España maneja el populismo de la indignación, Esperanza es la reina del populismo de la alegría. Allí donde haya un capote, la presidenta da unos pases; allí donde haya un mantón, ella lo luce en jarras y, exagerando su acento ya de por sí zarzuelero, suelta por esa su boca: “Pues si tiene que cambiarse, se cam-bia-rá”, en referencia a la supresión de la ley de tabaco que exige ese empresario de casinos americano con el que el Gobierno popular quiere empezar a cambiar nuestro sistema productivo. Si antes fue el ladrillo y el turismo, mañana tendremos juego, prostitución y la posibilidad de que personajes como Mario Vaquerizo y Alaska no tengan que viajar a Las Vegas para contraer matrimonio, puesto que podrán hacerlo en Alcorcón. Solo ventajas.

Esperanza todo te lo dice con una sonrisota. Tanto es así, que lo que verdaderamente le cuadraría a la presidenta es presentarse a diario ante los ciudadanos con las dos banderas de España en los mofletes. ¿Por qué esperar a que gane una selección? Anda que no quedaría chulo que anunciara el posible cierre del metro de Madrid a las doce de la noche con ese look de todo punto inolvidable. Así se neutraliza la gravedad del mensaje. De la misma forma que cuando salió Díez vestida de banderita rojigualda. Díez hablaba de sentar en el banquillo a una serie de personas, y quedaba claro, dado su disfraz de Mariana Pineda, que lo hacía por España, pero no conseguí concentrarme en lo que decía. Algo de Bankia era.

Soy de la opinión de que Esperanza nos hipnotiza desde hace años con su alegría. Si hubiera sido la presidenta del Gobierno podríamos haber compartido esa comunión diaria de alegría con todos los españoles. Esperanza es esa presidenta autonómica capaz de anunciar que están estudiando la posibilidad de privar del metro nocturno a un número considerable de usuarios y de hacerlo con una sonrisa desafiante. Esperanza tiene la audacia de los republicanos americanos. A ella se le da una higa que la experiencia nos informe de que una ciudad sin servicio público de transporte se desvertebra. En Estados Unidos existen los dos ejemplos contrapuestos: Nueva York y Los Ángeles. En Nueva York se ha mantenido el tejido social, y en Los Ángeles se destruyó una vez que en los años veinte las autoridades favorecieran descaradamente a la industria del automóvil. Dice la presidenta que es que el metro es deficitario. ¿Y?

Los Ángeles es el modelo de ciudad que debería servir para advertirnos de las medidas que destruyen el tejido urbano. Y humano. Acabo de leer precisamente un libro sobre eso. Aunque su autora, Miranda July, no es consciente del tesoro que encierra lo que ha escrito. A veces pasa. Ella, como es una gran moderna, trató de escribir un libro indie. Yo no sé lo que es un libro indie. Tampoco sé lo que es una película indie. Sí sé que a menudo se trata de libros y películas muy sosos donde los personajes están muy problematizados con su propio yo. En este libro, Miranda July quería contarnos que, mientras escribía un guión de cine y no le salía, decidió pasar el rato entrevistando a habitantes de Los Ángeles que ponían a la venta objetos absurdos en un boletín gratuito de anuncios. Ella quería ser original, pero le salió un libro tremendo, de corte social, casi periodístico. Sus dificultades con su dichoso guión me conmueven muy poco; en cambio, esos personajes con los que dialoga, el hombre que vende una cazadora, la mujer que vende sus osos amorosos, el chaval que vende renacuajos, me parten el corazón. Pobre gente que carece de conexión a Internet, aislada, igual que están aislados aquellos que no tienen dinero para gasolina. Habitantes de una ciudad tan poblada de millonarios como de marginados, que jamás llegan a cruzarse las miradas porque nadie anda por la calle. Una mole urbana de la que fueron eliminados todos aquellos servicios públicos que eran “deficitarios”. Los personajes de Te elige son el producto de esa estructura social, y esa estructura social es el resultado de decisiones políticas que se tomaron hace ya casi un siglo. Se lo voy a mandar a la presidenta. Aunque seguro que ella ve la parte chistosa (que la tiene), porque es una mujer que no cabe en sí de gozo

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