Ni aunque la hubiera escrito en una de
aquellas cartas de la papelería de Pichardo adornadas con palmeras, cielos
azules y estrellas de Oriente, en cuyo encabezamiento estaba impreso con
caligrafía inglesa A SS. MM. Los Reyes Magos, serían atendidos los razonables,
oportunos y necesarios deseos expresados por el Rey en la carta difundida a
través de la web de su Casa. Negrísimo carbón nacionalista se encontrará en los
zapatos. Y no del dulce que se ponía de broma para después descubrir los
regalos. Porque su carta está llena de palabras e ideas que los nacionalistas
desprecian: actuar unidos, caminar juntos, concordia, unión, generosidad,
diálogo, imperativo ético, sacrificio de intereses particulares.
El mismo día en que se hacía pública
esta carta moría Santiago Carrillo, que desde posiciones ideológicas no
precisamente coincidentes con la institución monárquica representaba el
espíritu invocado por el Rey. ¿Involucrado en los crímenes de guerra cometidos
por los comunistas en Madrid durante la Guerra Civil? Casi seguro.
¿Estalinista? Seguro. ¿Amigo de dictadores como Ceaucescu? Cierto. Pero también
responsable -junto a Marchais y Berlinguer- de la deriva eurocomunista que puso
en hora democrática a los partidos comunistas occidentales y uno de los constructores
de esa obra maestra de la Política -con mayúscula- que facilitó la pacífica
transición de España a la democracia tras 40 años de dictadura. Junto a un Rey
designado por Franco, al falangista Suárez, al franquista Fraga y al
socialdemócrata González, el comunista Carrillo hizo entonces exactamente lo
que ahora pide el Rey que, estoy seguro, ha sentido profundamente su muerte:
"En estas circunstancias, lo peor que podemos hacer es dividir fuerzas,
alentar disensiones, perseguir quimeras, ahondar heridas".
La coincidencia entre la carta del Rey y
la muerte de Carrillo debería hacernos reflexionar seriamente sobre la
responsabilidad política en momentos de crisis. Casualmente, o no tan
casualmente, en esta hora crítica el Rey, en su carta, apela a aquella ardua
tarea de gran política en la que Santiago Carrillo tan decisivamente participó:
"Desde la unión y la concordia, hemos de recuperar y reforzar los valores
que han destacado en las mejores etapas de nuestra compleja historia y que
brillaron en particular en nuestra Transición Democrática: el trabajo, el
esfuerzo, el mérito, la generosidad, el diálogo, el imperativo ético, el
sacrificio de los intereses particulares en aras del interés general, la
renuncia a la verdad en exclusiva". Ni monárquico ni comunista soy. Pero
viva el Rey y que en paz descanse Santiago Carrillo.
MÁLAGA HOY
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