ENTRE
LA VUELTA A COLE Y LA VUELTA A CASA (DE MIS PADRES)
Ser profesora interina supone estar en
tu casa consultando foros de sindicatos y portales de educación esperando a que
te llamen, cada vez más tarde, para ir a no se sabe dónde a dar no sé qué
asignaturas. Cada localidad es diferente y cada centro también. Y las
distancias siempre son un misterio.
A veces sale una un poco angustiada de
esos foros, porque tener que rebuscar entre declaraciones mediáticas de
políticos y sindicatos para ver lo que pasa con tu situación laboral, con las
sorpresas estatales los viernes y las regionales cualquier otro día de la
semana, es bastante triste. Por no hablar de que oír hablar del “despilfarro de
lo público” cuando no tenemos calefacción en invierno, ni fotocopia sin cobrar
al alumno es bastante irritante. Entretanto hay que ir un poco ilusionada a
clase para que no afecte a los chavales.
Yo ya me había acostumbrado a esta
incertidumbre del destino, en mis primeros años era hasta divertido. Cada curso
me he ido tranquilizando con la idea de tener trabajo para el siguiente, hasta
que llegó la tijera hace un año. Conseguí la última plaza de las vacantes. Me
pareció grave porque cada curso mejora mi puesto en la lista y siempre había
tenido unas diez personas que trabajaban detrás de mí en lista.
El último día de curso me enteré de que
yo no corregiría el examen, que sin embargo tuve que dejar hecho, a pesar de
que el centro no tenía ningún otro docente de mi especialidad para hacerse
cargo. Ese mismo día me enteré también de que mi departamento, Lenguas
Clásicas, había desaparecido y las horas las asumiría el Departamento de
Lengua, además mis alumnos no tendrán continuidad en estas materias porque
ahora se considera que son demasiado pocos y les han acoplado a otra optativa.
Si quieren estudiar latín y griego, tendrán que cambiarse de instituto, lo que
en este caso significa cambiar de localidad. Es ahora cuando ellos se están
movilizando, después de pasarse todo el año riéndose de mis huelgas y de mi
camiseta verde.
En unas semanas saldrá un nombramiento
extraordinario, no tengo mucha esperanza, pero viendo que en mi especialidad,
Latín, se ha reducido el número de interinos en un 87% con respecto al año
pasado que ya había aparecido la tijera en la asignación de destinos, supongo
que a alguien más habrá que llamar.
Como siempre he vivido cerca del pueblo
donde trabajaba, he vuelto a casa de mis padres y no veo posible independizarme
con lo que me queda de paro. La interinidad me ha dejado un coche destrozado de
tanto desplazamiento y el alma un poco cargada de estudiar por temas. La
oposición es bastante dura, a pesar de lo que oigo por ahí. Sólo un año me
quedé a una centésima de conseguir la plaza y eso te mina un poco la moral,
aunque siempre he aprobado en esta comunidad. Como el contrato de docencia, al
menos en la pública, es de exclusividad, es difícil que puedas compaginarlo con
otros trabajos.
Veo parejas de interinos pagando una
hipoteca en un sitio intermedio entre sus destinos sin destino, gente con plaza
que ha hecho su vida alrededor de su centro que está siendo desplazada de un
día para otro o simplemente docentes que después de muchos años trabajando en
esto se van a la calle. Lo peor es ver cómo se quedan los alumnos y las condiciones
laborales. Casi es un privilegio tener que volver a casa de mis padres con 28
años, de la que al final nunca te has ido, porque entre curso y curso, les
llenas todo de cajas del kit de la interina y básicamente, veraneas en la casa
de tus padres y te ahorras el alquiler y la gasolina y así tienes para el
próximo curso.
Ahora mismo estoy planteándome qué haré
este año. Si tuviera la suerte de encontrar un trabajo fuera de la docencia,
tendría que dejarlo si me llamasen si quiero mantenerme en lista y si consigo
un contrato como docente y aviso con tiempo, me mantendrían en lista, pero en
último lugar. Líos de la burocracia. También de esto hay que enterarse mucho
cuando eres interino. Aunque yo haya tenido que volver a casa de mis padres,
veo que hay compañeros que están en peor situación y esos también me preocupan,
además de los docentes que se comerán el pastelazo de hacer funcionar un centro
con el 75% menos de interinos.
Sinceramente, quiero seguir dedicándome
a esto. Así que estoy desempolvando los apuntes y empezando a estudiar las
cosas que me gustaban para no acabar torturada por mi propia materia. Tengo que
amarla para poder enseñarla. Parece que decir ahora que quiero seguir
trabajando para poder dedicarme a esto, con mi plaza o sin ella, es una locura.
Llevo unos años dedicándome a esta locura y quiero continuar. Mi problema ya no
es cuándo me llamarán, sino para qué me llamarán y para qué me estoy
preparando. Mi suerte y mi desgracia es que jamás me he hecho un plan de
futuro. Si van a destrozar esto en lo que creía, mejor voy haciendo las maletas
de apuntes y reciclándome. Parece que es lo que está pasando. Esta
incertidumbre es mucho peor que todas las demás que he tenido nunca como
interina.
Carmen Escobar es profesora interina en
Castilla-La Mancha. A 15 días de comenzar el curso escolar, no sabe si tendrá
trabajo ni dónde. Ha vuelto a vivir a casa de sus padres.
PUBLICADO EN ZONA CRÍTICA
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