VIAJES EN EL TIEMPO. JAVIER GÓMEZ


VIAJES EN EL TIEMPO
Los relatos de viajes en el tiempo siempre implican una gran frustración. Por lo general, el protagonista tiene prohibido influir, alterar el desarrollo de los acontecimientos, en base a los catastróficos cambios que podrían darse en el futuro. ¿Pero qué mayor error que no impedir el desastre cuando está en nuestra mano? ¿Quién no ha soñado con mandar un comando para acabar con Hitler cuando todavía pintaba acuarelas en Viena, con ponerse delante del Titanic para que no zarpara, con evacuar los aviones del 11-S y los trenes del 11-M antes de que salieran hacia su trágico destino? 


Hace unos días se cumplieron cinco años del inicio de esta crisis, de la gran estafa, y uno no puede evitar pensar en la de errores que podría impedir cualquier mortal al que enviáramos al pasado cercano. Posiblemente el primer viaje para impedir el desastre no debería ser a 2007, sino a 1999, que es cuando muchos expertos fijan el origen de esta ruina colectiva y negocio para unos pocos. Para permitir la creación del gigante Citigroup, Clinton revocó la ley Glass-Steagal, instituida por Roosevelt tras la Gran Depresión para combatir la especulación financiera. Obligaba a separar la banca de depósitos de la de inversión. O te dedicabas a cuidar de los ahorros de tus clientes o a jugar a la ruleta, aunque trucada, con ellos, ambas cosas no. La banca y el capitalismo puro son como los perros: si les dejas comerán hasta explotar. Y tú con ellos.

A un viajero en el tiempo español lo enviaríamos a la Moncloa, a decirle unas cuantas cosas a Zapatero y a Aznar. El primero tenía que haber pinchado la burbuja inmobiliaria mucho antes, haber hecho más caso a Solbes y no regalar el dinero como si sobrara. Meter en vereda el gasto autonómico y no aprobar esa inmensa estupidez insolidaria de que algunos estatutos, como el andaluz o el catalán, fijaran la inversión estatal mínima allí. Si el presidente se hubiera comportado como tal y no como el anfitrión de una fiesta incapaz de decir no a sus invitados, este hoyo no sería tan profundo. En cuanto a Aznar, la principal advertencia se referiría al euro, esa trampa en la que nos metimos tan alegremente, tan ingenuos, sin leer la letra pequeña. De un día a otro dejamos de ser pobres y nos creímos alemanes.

¿Y cuántas barbaridades se habrían evitado en la Junta? En lo que respecta a Málaga, la misión de nuestro emisario en el tiempo sería sencilla: recomendar al presidente y a los consejeros de turno que cerraran la boca y dejaran de hacer promesas que ya entonces sabían imposibles de cumplir. El tren de la Costa del Sol en 2000, el tercer hospital en 2007, el megahospital en 2008, el Auditorio toda la vida... De paso, nuestro viajero podría tener una charla con el alcalde, contarle qué ha pasado con su Museo de las Gemas, con su Astoria...

Pero descuiden, todos lo tomarían por loco.

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