ANDALUCÍA
EN EL LABERINTO ESPAÑOL
Griñán teme que la tensión soberanista catalana
refuerce un eje entre Madrid y Barcelona que deje aislada a nuestra comunidad,
y busca un pacto con empresarios, sindicatos y hasta con el PP. ESPAÑA es un país de patria chica, donde el
sentimiento local y regional es poderoso. Su gran problema político es
congeniar un Estado central eficaz con el imperativo autonómico.
Esta aseveración tan actual no es de ahora sin
embargo; la escribió el hispanista Gerald Brenan en el prólogo de su Laberinto
español, publicado en 1943 por Ruedo Ibérico. Laberinto, según el don Geraldo
granadino, o Sudoku tortuoso, como bautizó el ex vicepresidente económico Pedro
Solbes al lío en unos momentos menos trágicos, pero también complicados: cuando
tuvo que cuadrar la financiación autonómica al compás disonante que le marcaban
los nuevos Estatutos.
Seguimos en este bucle ibérico; ahora a raíz del desafío
independentista de la Cataluña del soberanismo que, como suele ocurrir en estas
ocasiones, siempre encuentra en Madrid a alguien con su bote de gasolina en la
mano para bajar la temperatura. En este caso, José Ignacio Wert, ministro de
Educación, que ha querido ser más españolizador de las Españas que el propio
Rey.
La inquietud en el Gobierno andaluz, compartida por
notables empresarios, sindicatos y hasta banqueros, es que el pulso catalanista
refuerce un eje de competencia entre Madrid y Barcelona que termine por
perjudicar a Andalucía. Es el pensamiento básico de José Antonio Griñán,
presidente andaluz, y un convencido de que Convergencia i Uniò sólo busca la
bolsa, arrancarle a España un concierto económico como el de los vascos y los
navarros.
Pero el jueves pasado, en una conferencia organizada
por la Asociación para el Progreso de la Dirección (APD), Braulio Medel,
convertido ahora en el banquero andaluz, vino a coincidir con la inquietud de
Griñán, un experto en construir discursos. Dijo Medel lo siguiente: "Me
produce una sensación positiva que el presidente de la Junta y el ministro de
Hacienda estén reconociendo ese afán de colaboración". Y siguió: "Los
debates internos de territorios dentro de Andalucía no aportan nada. Estamos en
otra necesidad: Andalucía es la comunidad más poblada de España, y a veces se
nos olvida que, después de Madrid y Cataluña, somos la tercera economía de
España". "En estos debates -en los del Estado- debemos tener el peso
que nos corresponde". Ha sido el Braulio Medel más político nunca oído
hasta ahora y, según Griñán, en su última conversación no se refirieron al
problema del eje, pero coinciden.
Madrid, badajo de España, es muy dado a las
conspiraciones, a arreglar el país con la rapidez del trazo en una pizarra en
las mesas de los periódicos, de los despachos de abogados o de las sedes de las
grandes compañías. España vive un momento político grave, parecido al de 1980,
pero no tan dramático: hoy nadie piensa en el general Armada, pero Rajoy, como
en su día Adolfo Suárez, cuenta con bastantes enemigos. Algunos, y lo han escrito,
los mismos que le llamaron "mierda" cuando era el líder de la
oposición, quieren que siga gobernando el PP, pero con otro líder. Más
madrileño, por supuesto. Si no es Aguirre, Gallardón. Otros prefieren un
Gobierno de concentración, una suerte de gabinete de salvación nacional donde
estén tanto el PP como el PSOE, además de otras fuerzas, como IU o UPyD.
Defensores de esto último los hay en muchos
partidos, incluido el PSOE. Griñán no parece partidario de ello, y sólo hay que
remitirse a una idea expresada esta semana en dos ocasiones, el lunes, en el
comité director de su partido, y el jueves, en el Parlamento andaluz, para
entenderlo. "Llevamos demasiado tiempo preocupados por nuestras
obligaciones económicas y financieras, y es mucho más importante cumplir con
las políticas e institucionales. Cooperación institucional y discrepancia
política", contestó a una pregunta que le puso su portavoz Francisco
Álvarez de la Chica en el Parlamento tal como se las colocaban a Fernando VII.
Es decir, que la tesis de Griñán es lealtad con el
Gobierno de España y discrepancia política -"intransigencia" , llegó
a decir en la Cámara- con el adversario, al que viene culpando de desmontar el
segundo pilar español, el del Estado del Bienestar. Griñán no quiere un Gobierno
conjunto con el PP por sus diferencias ideológicas, pero sí apoyar a Mariano
Rajoy y a su Ejecutivo. Es el "aire" del que habló hace dos semanas
un dirigente socialista andaluz. "A Rajoy hay que darle un poco de
respiro", sostiene esta tesis socialista andaluza de la que, sin embargo,
su líder regional, Juan Ignacio Zoido, ha tardado casi dos meses en darse
cuenta. El lunes pasado, como si hubiese estado ausente desde finales de
verano, elogió lo que desde agosto se venía cociendo: el acercamiento entre
Griñán y Rajoy, el de Soraya Sáenz de Santamaría y Susana Díaz y el de Carmen
Martínez Aguayo y Cristóbal Montoro.
Claro, con razón mantuvo Zoido el lunes que Rajoy
era el "mejor aliado" de Andalucía, aunque Griñán puede que sea el
apoyo más leal que ahora esté encontrando el presidente ante los empellones
madrileños. Zoido mantiene que esa "clima de entendimiento" entre
instituciones debería bajar también al de los partidos, y ahí Griñán no parece
dispuesto. El que también es presidente federal del PSOE, el que esta semana ha
confesado que la situación lo ha vuelto más de izquierda y el que, según
bromean algunos de sus consejeros de IU en el Gobierno, debe leer a Lenin por
las mañanas en vez de desayunar, está buscando un pacto por Andalucía, incluso con
el PP, pero con las diferencias ideológicas bien marcadas.
Griñán sostiene que la patronal empresarial de
Santiago Herrero, los sindicatos UGT y Comisiones Obreras, las organizaciones
agrarias -desde Asaja a la Coag-, algunas empresas notables, el sector de las
cooperativas, el de la cultura e, incluso, el de los medios de comunicación
deben formar parte de esta alianza por Andalucía que se mantenga atenta a la
construcción de un posible eje Madrid-Barcelona que deje olvidado al resto. Es
la misma tesis que sostuvo Braulio Medel.
Hay algunos hechos palmarios. En la constitución del
grupo que está abordando la privatización de Turespaña, dependiente del
Ministerio de Turismo, han entrado tres comunidades autónomas elegidas por
sorteo -Valencia, Murcia y Aragón- y un grupo de empresarios importantes del
sector turístico donde no hay ningún andaluz. Casi todos los que ha elegido la
CEOE, comandada por Joan Rosell, son catalanes y baleares. Los turistas que
llegan a Andalucía deben ser invisibles a los ojos de este empresario que se
echó a la calle para protestar por la sentencia del Constitucional sobre el
Estatut. Un frustrado más.
Griñán sostiene que su discurso andaluz es
compatible con el español. Es cierto que siempre lo defendió, incluso cuando se
abordó el nuevo sistema de financiación autonómica, pero muchos, tanto en el
PSOE como en el PP, ven algo más: la ambición del presidente andaluz por
colocarse en la escena nacional de cara a un recambio de liderazgo en su
partido. Lo negará, como cuando iba a suceder a Manuel Chaves, cuando se
resistió a protagonizar el recambio por razones de edad. Ahora ya tiene 66
años, pero en el socialismo español se va a a abrir un gran vacío cuando se
produzca la derrota vasca, la pérdida gallega y la debacle catalana. Algo
deberá decir, con independencia de si esa ambición que algunos ven sea cierta o
no. Mientras, su discurso andaluz tiene sentido, tanto aquí como en España,
porque, como firmó Brenan en su laberinto, el liberalismo llegó a Madrid por
vía de Andalucía. Enriqueció a la meseta. Así lo escribió el hombre que hoy
descansa en el Cementerio Inglés de Málaga.
PUBLICADO MÁLAGA HOY
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