CLAMOROSO
SILENCIO EN ESPAÑA
La buena voluntad de Benedicto XVI cuando ordenó
“tolerancia cero” con los eclesiásticos pederastas está siendo arruinada por el
episcopado en muchos países. El Papa se muestra incapaz de cumplir la promesa
más sonada: no solo iba a acabar con la corrupción sexual, sino que también
apartaría a los encubridores, en su mayoría miembros de la jerarquía. No lo ha
hecho. La realidad es tozuda. Surgen nuevos casos de abusos sexuales en centros
educativos católicos, y muchos prelados, en lugar de combatirlos, solo los
afrontan cuando la prensa o la justicia locales llevan tiempo investigándolos.
También suelen reaccionar con un indecente “¡Y tú
más!”. Así ocurrió en España. Peor aún. El cardenal Antonio Cañizares, exprimado
de Toledo y ahora presidente de la Pontificia Congregación para el Culto, tiene
la idea de que las informaciones sobre abusos sexuales entre el clero son una
cortina de humo. “Nos atacan para que no se hable de Dios; peor es el aborto”,
dijo hace dos años. Con la misma displicencia se ha expresado nada menos que el
secretario de Estado de la Santa Sede, Tarcisio Bertone, número dos del Papa.
“Hay personas que intentan desgastarnos, pero la Iglesia cuenta con la ayuda de
lo Alto”, se justificó el cardenal italiano.
La Iglesia australiana ha pedido pidió perdón con
una profunda vergüenza. Antes lo han hecho los episcopados de Irlanda, Holanda,
Alemania y Estados Unidos. En España, la Conferencia Episcopal que preside el
cardenal Antonio María Rouco no ha reaccionado cuando ha habido denuncias,
abundante, e incluso condenas judiciales, tambien copiosas. Voces no oficiales
pero sí relevantes sostienen que en España no serviría de nada una petición de
perdón o el reconocimiento de las culpas que procedan, sino, al contrario, tal
actitud sería aprovechada “por los enemigos de la Iglesia” para seguir
desprestigiándola.
Suele decirse que no hay en España un escándalo de
las colosales proporciones de la Iglesia católica en Irlanda —un millar de
casos de violaciones, abusos sexuales y sevicias a niños y niñas—, o en la de
Estados Unidos. No es verdad. Fue en España donde prosperó el principal foco de
pederastas de los últimos 50 años. Ocurrió en los seminarios de los Legionarios
de Cristo, para asentarse más tarde en el corazón del Vaticano. El fundador
legionario, Marcial Maciel, se movía como pez en el agua por España y en la
Santa Sede, y gozó de íntima amistad con Juan Pablo II. Muchas de sus víctimas
fueron alumnos del seminario de Ontaneda (Cantabria), sometidos también a
vejaciones por otros sacerdotes del grupo.
Pese a todo, una cierta pasividad de los medios de
comunicación —la mayoría por convencimiento, otros por temor a ser tachados de
anticlericales furibundos—, conduce a creer que no ha habido en España tantos
casos como en Irlanda. Tampoco es cierto. Han abundado las denuncias pese a la
política de secretismo de la jerarquía y hay varios sacerdotes en la cárcel.
¿Reacción de los obispos? Mantenerlos en el cargo hasta el ingreso en prisión.
Lo hizo el de Córdoba con José Domingo Rey Godoy, expárroco de Peñarroya,
condenado por abusar de seis niñas.
Uno de los casos ha afectado incluso al cardenal
Rouco en Madrid, obligado a pagar una indemnización de 30.000 euros por
responsabilidad civil tras la condena de Rafael Sanz Nieto a dos años de cárcel
por abusar de alguno de sus monaguillos.
PUBLICADO EN EL PAÍS
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