ANTES
ARRUINADO QUE SENCILLO
“El amor
propio y la vanidad nos hacen creer que nuestros vicios son virtudes, y
nuestras virtudes, vicios”. Jacinto Benavente
¡Qué años estamos viviendo! Cada vez me encuentro
más con el orgullo hispánico suicidando empresas. Es muy triste que todo se te
tuerza y las circunstancias te lleven a tener que cerrar a pesar de luchar a
brazo partido, pero es mucho más triste, trágico, dirían algunos, arruinarte por
no saber bajar el ritmo, víctimas del ¡Qué dirán!
Ya nos advertía el Lazarillo en su tercer tratado
que una de las enfermedades de los españoles es el orgullo, ejemplificada en la
figura del hidalgo que no tenía para comer, pero componía su figura para salir
a pasear, y esparcía unas migas de pan sobre la pechera para dar la impresión
de que acababa de comer. Hasta al Lazarillo le inspiraba compasión tanta
ignorancia.
Estoy comprobando muchos casos de dificultades
serias, incluso insalvables a pesar de haber reducido los gastos a la mínima
expresión, pero también veo otros que o no quieren ver la realidad, o si la ven
se niegan a aceptar que tengan que bajar el pistón, y al grito de: “de perdidos
al río” siguen avanzando a la misma velocidad de crucero, hasta que el río les
frena en seco. Y no lo dudéis ¡les frenará!
Y como ejemplo más sangrante: los políticos que
tenemos. Por supuesto que ninguno de ellos se hizo político para ahora vivir
austeramente. No vendieron su alma por nada, no traicionaron sus principios (si
alguna vez los tuvieron) para ahora ser austeros gestores, no hicieron la
pelota a mediocres insufribles, no miraron para otro lado cuando otros robaban,
en espera de su reparto en la tarta de Alí Babá, para ahora renunciar a llenar
su saca, a redecorar su despacho a todo trapo, o hacerse pintar por pintores
que cobran cientos de miles de euros por retrato y que pagan los atribulados
españoles. Para eso hubiera sido trabajador (si hubiera encontrado trabajo, que
de muchos es más que cuestionable). Somos un país de políticos corruptos, y lo
que es peor, horteras. Gente que antes iba en un Clio, ahora se hacen abrir la
puerta del coche para subir y bajar, personajillos cuya única virtud es que son
tan inútiles que no representan ningún peligro para los mediocres avariciosos
que los sitúan en las listas para garantizarse tranquilidad en el rebaño del
partido, se quejan de lo mal pagados que están los políticos en España.
Cuando tienen que votar en qué viajar, lo hacen en
tropel para defender su clase Business. No sólo pisotean la ética, es que no
respetan ni la estética.
- ¡Habrase visto! -Se quejan-. Esta chusma que nos
vota quiere que viajemos como personas normales.
Y el problema es que ese es el espejo donde media
España se mira. En el fondo les envidian como Italia envidiaba a Berlusconi con
sus excesos, bunga bunga incluido. “Si Fulano que era el tonto de la clase,
ahora por mor de ser político, deshoja una lubina sobre hojaldres, regada con
un vino del que no es capaz de leer la etiqueta sin evidenciar su ignorancia,
yo no voy a ser menos”.
¿Cómo decir a los amigos con los que antes comentaba
que la clase E de Mercedes me parecía demasiado sencilla y espartana, que ahora
no tengo ni para un Citröen?
¿Cómo rebajar el merecido ritmo de mis vacaciones
paradisiacas de resorts exclusivos, donde mis antiguos amigos de barrio no
pueden ni soñar alojarse?
Se está extendiendo la queja populista de que no
hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que el resto del mundo
tiene la culpa de nuestra situación. Y nada peor puede ocurrir para el remedio
de una situación difícil, que no querer verla, y caso de medio admitirla,
buscar la culpa fuera para, a continuación, decir que nosotros no tenemos que
cambiar, ¡que cambie el vecino! ¡Que se incremente la deuda!
Somos el país del mundo con mayor deuda privada per
cápita. Algo querrá decir. Quizá las hipotecas, los coches, las vacaciones, la
vida Premium que nos habíamos otorgado no estuvieran del todo a nuestro
alcance. Sin autocrítica es imposible avanzar.
Y el problema viene cuando hemos asentado nuestra
autoestima en lo que tenemos y no en lo que realmente somos. Por eso cuando no
podemos presumir de lo que tenemos, la vergüenza nos paraliza. ¿Qué dirán los
que antes me envidiaban?
Muchas situaciones serían subsanables, mucha gente
podría salvarse, nuestro país tendría arreglo, si de una vez por todas
admitiésemos lo que somos, y aceptásemos que trabajar duro, no gastar más de lo
que se ingresa, ahorrar un poco en previsión de dificultades o reveses de la
fortuna, es una forma muy digna de vida. La sensatez cotiza a la baja en este
mundo de nuevos ricos.
Hay mucha más gente de la que nos imaginamos que no
está dispuesta a remangarse y volver a las virtudes que hicieron que su negocio
floreciera hace 20 años. Desaparecerán, no lo dudéis. Y lo que es peor,
quedarán en una tierra de nadie, como los políticos engrandecidos
artificialmente que salieron de las listas por los votos o por disputas
internas partidistas. Parecen caricaturas de ellos mismos. Y eso hará que
sigamos durante un tiempo envueltos en este marasmo de confusión. Además cuando
se derrumba ese castillo de naipes lo hace de la noche a la mañana. Un mes eres
el más rico del barrio, el mes siguiente no tienes donde vivir.
Bien es cierto, que otra mucha gente ya se ha
desnudado de tanta tontería, se ha despojado de las expectativas que le decían
que la vida iba a ser de una forma X, para aceptar la realidad, y comienza a
comprender que la vida empieza de nuevo, y desde ahí se da cuenta de que la
felicidad nace de dentro del ser humano. Esa es la esperanza que nos queda.
Para toda esa gente es este post. Porque admiro la
valentía del que se mira al espejo con ojos nuevos, y le echa pelotas para
recomenzar, para aceptar sus pocos o muchos errores, y levantarse cada mañana a
reconstruir su futuro con nuevos ladrillos cocidos en la austeridad, la
dignidad y la autorresponsabilidad.
Hay pocas cosas que dignifiquen más a una persona
que levantarse después de caer, y en ese proceso aprender de la piedra que le
hizo tropezar, para no repetir los errores.
Necesitamos un país de nuevos sabios, no de nuevos
ricos.
Es interesante ver como hay gente que señala a los verdaderamente causantes de la crisis, y no desperdician sus energías y vocinazos echando la culpa a esta cuadrilla de delincuentes y vividores que hemos puesto en el poder, pues solo están en el poder para que veamos lo que somos. Y hay lecciones de sabiduría que han de entrar a fuego, tal es la terquedad humana al cambio.
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