DESCUBRIR EL SER… Y CONOCERSE
En una sociedad en crisis de valores, es
difícil hablar de lo que no preocupa, aunque sea necesario. A una sociedad, que
por motivos diferentes tiene que salir o vive en la calle, es difícil decirle
que el mundo interior es importante. A una sociedad que prolonga el día hasta
altas horas de la noche, y sólo descansa cuando se cae rendida, es difícil
hablarle de lo que no puede verse. El secreto es muy
simple: “sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos” (El Principito, A Saint Exupery). En
la mentalidad actual, individualista y
“dominada por la lógica de la eficiencia y del beneficio”, es difícil hacer
entender- como dijo Benedicto XVI-, que se puede vivir en otra onda distinta a
la “lógica del beneficio y del tener… que es la de la gratitud y del amor”. Sin embargo, hay que intentarlo. Puede resultar
chocante, pero es de valientes decir lo que hay que decir. Hasta puede resultar esclarecedor.
El desconcierto en la sociedad se produce
porque algo difícil de controlar y de asumir, bombardea diariamente desde los
periódicos, desde la radio o las televisiones. “Hay que haber
aprendido mucho para darte cuenta del
tamaño de tu ignorancia”. Tal vez, sin que estemos preparados, se plantean
cuestiones importantes o fundamentales, que pueden desconcertar al público. De
hecho en noviembre, una televisión, que sigue mucha gente, acaba
de hacer en directo y públicamente en el plató, “una regresión” parapsicológica,
en hora de máxima audiencia. La regresión se apoya en la hipnosis para
hacer que una persona recuerde acontecimientos de su supuesto pasado o de vidas
pasadas. Mediante ella se puede
"volver" a sentir las emociones de esa supuesta vida pasada (alegría,
dolor, hambre, etc.) y ayudar a mejorar de enfermedades, superar algunos
temores o explicar ciertas fobias. La ayuda profesional es importante, para
conocernos a nosotros mismos, y para afrontar y mejorar de cara al futuro,
siempre que no se banalice o se mercantilice. Puede hacernos caer en la cuenta
de que un enfoque multidimensional es siempre enriquecedor: al involucrar vidas
pasadas y futuras, vivencias y relaciones familiares. El inconsciente puede
ayudarnos a entender secretos de la vida y la relación anímico-corporal.
También y sobre todo, la dimensión de trascendencia y la percepción del futuro.
Parto
de ese hecho, para mi reflexión, porque eso no es un juego. Como decía al
principio, vivimos tan pendientes de la imagen, de nosotros, del dinero, del
trabajo, de las cosas materiales e incluso del cuerpo, que a veces se nos
escapa lo esencial, “lo que es invisible a los ojos”. Tal vez tenemos éxito
pero no somos felices. Y lo que es aún peor: se nos pasan los días y la vida
sin darnos cuenta, sin haber tenido ni el tiempo ni el silencio necesarios,
para entrar en nosotros mismos; ignorando nuestro “hemisferio derecho” y sin
entrar en contacto con lo espiritual. Pero somos espíritu; o como diría Séneca somos parte divina o tenemos “un
dios hospedado en el cuerpo humano” (deum in corpore humano hospitantem,
Cartas, 31.11). El alma es la parte divina encarnada. Es la que nos vivifica
y nos hace personas. Esto debería hacernos reflexionar: Primero, porque no
estamos solos; Segundo, porque lo que ya somos es fundamental; Tercero, porque
estamos aquí formando parte inseparable de los demás; Cuarto, porque nuestra
razón de ser aquí es crecer; y Quinto, porque antes o después nos vamos a
encontrar en otra dimensión.
Primero: “Al parecer no estamos solos en el universo”. Es decir, hay
mucha más vida que seres humanos. La vida misma es más profunda de lo que
creemos y más maravillosa de lo que experimentamos. Y la muerte no es el fin de
nada para los humanos, sino el cambio de nivel; como el nacer, supuso un
comienzo terrestre.
Es verdad
que algunos pueden no saberlo o lo niegan;
pero los grandes pensadores, los sabios en general, los líderes
religiosos y los más prestigiosos
psiquiatras, llegan a afirmar que “más allá de
nuestra dimensión física, el mundo “oculto” parece que se encuentra habitado
por toda una serie de espíritus de distintos desarrollos y capacidades. Algunos
han evolucionado mucho y otros poco.
Algunos han vivido vidas físicas en la Tierra y están entre existencias.
Otros, ya han “terminado” y no tienen que regresar, a no ser que quieran
hacerlo, para ayudar a la humanidad. Y aún hay
otro grupo que no se ha encarnado en nuestro mundo físico y nos ayuda
desde el otro lado. Da igual que les llamemos espíritus, ángeles o guías”(Los mensajes de los sabios, Brian
Weiss).
Segundo: Ser lo que somos y desde
el principio, es un derecho fundamental e intrínseco a todo ser humano. Lo
ontológico, la esencia de nuestro ser, que es amor, es anterior al mismo Derecho.
Es el núcleo de la energía más básica y potente, la más fuerte, más poderosa e
indestructible. La Asociación
de Investigadores y Profesionales por la vida, acaba de aprobar en noviembre una
Declaración sobre la Ley Reguladora de
los Derechos de la Persona ante el Proceso Final de la Vida, que por supuesto la
comparto en CíViCa, Ciencia, Vida y
Cultura. “Manifiesta: que la dignidad es un valor intrínseco de
todo ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural, que se ha de reconocer siempre, con
independencia del estado de desarrollo, edad, salud o grado de dependencia. El
derecho a la vida es un derecho humano fundamental y anterior a cualquier otro
derecho, por lo que en un sistema democrático, fundado en la afirmación de los
derechos fundamentales, no se puede legitimar la negación del valor de la vida
de un ser humano, sin entrar en una profunda contradicción con el bien del
individuo y el bien común”. Se puede acabar con la existencia de un embrión, un
feto, un bebé, un niño o un adulto, pero nadie puede acabar con su alma. El
cuerpo es únicamente la dimensión terrena y temporal. El alma continúa. Nuestra
actitud con ese ser tiene consecuencias. “Las consecuencias de la violencia se transmiten a las vidas
posteriores”.
Tercero: La
dignidad, la belleza, el respeto la
empatía, y la conexión con todos y cada uno de los otros seres humanos nacen de
esa ontología de nuestro ser; del alma que tenemos, por la que vamos en camino
y que nos lleva hacia un mismo destino. Esa vitalidad o esa energía nos anima (literalmente), nos mueve, y nos
prolonga más allá de los límites del espacio y del tiempo.
Por unas razones o por otras, no estamos
lejos de esa otra dimensión, o vivimos ya en ella. Los más recientes en llegar
a la tierra, tienen la luz, el contacto y la experiencia del otro lado. “Los
bebés y los niños suelen ser conscientes de los espíritus y las energías del
amor que hay a nuestro alrededor… Los adultos tendemos a no creerles o a
atribuir sus observaciones o percepciones al campo de la imaginación o de la
fantasía. Y sin embargo las cosas que ven u oyen suelen ser muy reales”.
Cuarto: Nosotros mismos, adultos,
durante la vida, en numerosas ocasiones, experimentamos “algo especial”:
llámense “voces”, sincronías o hechos,
llamadas de atención, avisos, que no se explican en parámetros normales. Parecen
casuales y por eso, podemos pasarlos por alto o no darles demasiada importancia.
Nos distraemos en seguida y “pasamos” prestando atención a otras cosas. Lo
olvidamos, pero han sucedido y tienen su razón de ser. Nada es azar. Cada uno
sabe de esos “momentos fuertes” que, con sólo recordarlos le recorre un escalofrío
interior. Deberíamos ser un poco más conscientes, porque mientras estemos aquí
tenemos un propósito y está en función de los demás. Tenemos que irnos
transformando mediante el amor, la paz activa, la generosidad, las cosas bien
hechas para beneficio de los demás. En la medida que crecemos, podremos ir
cambiando el mundo. Sacar lo mejor de nosotros para hacer algo por alguien. Ello
implicará desactivar el ego, el egoísmo, los miedos, los prejuicios, la
avaricia etc. Si no aprendemos la doble lección, positiva y la negativa, es
posible que tengamos que repetir curso.
Independiente de las creencias de cada uno, absolutamente respetables, muchos
autores hoy día lo afirman. B. Weiss, eminente
psiquiatra norteamericano, que ha realizado más de tres mil regresiones
dice: “yo creo que es cierto que nos reencarnamos hasta que aprendamos nuestras
lecciones y pasamos al siguiente peldaño… existen considerables pruebas
históricas y médicas de que la reencarnación es una realidad”. El alma no
muere, pero al entrar en otra dimensión, si no está preparada, puede tener que
volver y escoger otro cuerpo. Al parecer algo de eso se manifestó en la
“regresión” televisiva, a que antes aludía.
Quinto: “La muerte es la experiencia
culminante del vivir a la que tarde o temprano todos tenemos que enfrentarnos y
para la que tenemos que estar preparados”. El "yo" o ego
es una entidad falsa que hemos creado al identificándonos con las formas,
posesiones, logros, personas, sucesos y demás cosas no permanentes. Cuanto más
fuerte es la identificación con el “ego”, más miedo tendremos a la muerte
física -nuestra o de los nuestros-. Y por el contrario, en la medida que
abandonamos el ego, nace la confianza en que la muerte es un paso necesario
para descubrir certera e infaliblemente que “somos almas eternas, no simples
cuerpos individuales. No llegamos a morir nunca, simplemente cambiamos de nivel
de conciencia” (Krishnamurti). Es un
error lamentable, “adelantar o acelerar” el momento de la muerte de nadie. Es
una vivencia personal e irrepetible que tiene que ver con la vida
pasada, vivencias familiares, relaciones
con los demás así como con la percepción del futuro y la dimensión de
trascendencia. La familia y la sociedad deben ayudar.
El objetivo principal de
los cuidados paliativos al final de la vida debe ser aliviar el sufrimiento y mejorar
la calidad de vida, teniendo en cuenta su aspecto físico, mental y espiritual y
también su entorno familiar y sociocultural. “La
muerte no nos roba los seres amados” (François Mauriac escritor francés (1905-1970). Llegará el momento en el que encontraremos a los
seres que queremos. Es más, volveremos a estar juntos una y otra vez. Eso debe
alejar cualquier miedo o tristeza, ante la muerte (ante su muerte, o ante la
muerte nuestra). “El aprendizaje no
termina con la muerte del cuerpo” (B.W). Por eso, se puede integrar la muerte
en la existencia actual; y percibir el “paso al otro lado” como la dinámica de
la plenitud. La mariposa es un ejemplo. El proceso de iluminación o de aproximación a
la luz, a la energía debe ir siempre en aumento, hasta que terminen de caer o
diluirse las últimas barreras de la mente y se abra todo el ser a la claridad
sin límite, al gozo del amor sin fin.
Sé que estas
cosas no están en la escala de prioridades de muchos. No importa. Nos iría
mejor de saberlo. El arte de vivir y de morir debe aprenderse, si se descubre “lo
esencial”.
Eso dijo el Sr. Benedicto, y por que no hace lo que dice? No será por que no tiene, para poder hacer lo que quiera, y quizás sea el que más tiene. Pues a poco que rascáramos quien hay detrás de los bancos centrales de la mayoría de países de este planeta sabríamos quienes es el que más tiene.
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