LA
HISTORIA SECRETA DE LOS BOTÍN
En el anterior post: Hipotecas basura en el reino de
la usura salía a relucir Donemilione también conocido por Emilio Botín que
resultaba ser el capo de unos delincuentes que arruinan a todo cliente que cae
en sus manos endosándoles hipotecas basura imposibles de pagar. Unión de
Créditos Inmobiliarios, entidad participada por el Santander, se disfraza de
entidad financiera para continuar, año tras año, haciendo de las suyas abusando
de miles de familias a las que arruina aprovechando la indefensión en la que se
encuentra el deudor al aplicarle, con todas de la ley y a raja tabla, la Ley
Hipotecaria, un procedimiento situado en la Edad Media que no permite al
cautivo abrir la boca ni decir palabra.
Quizás a muchos de los habituales del
blog les puede parecer que el apelativo de Donemilione es exagerado, no
obstante, dejando al margen un buen número de visitas a los juzgados, tan sólo
en este año Emilio Botín, presidente del Banco Santander se ha visto
involucrado en dos procesos judiciales a) el que se le pretendía juzgar por
sobornar al juez Baltasar Garzón con prebendas variadas en su año sabático en
New York. Ver en los archivos del mes de febrero. El archivo de la causa contra
Garzón esconde el banco paralelo del Santander y b) un asunto fiscal de tener
escondido en Suiza 2.000 millones de euros y que Hacienda, tan diligente con el
currito de turno al que golpea con puño de hierro y no de deja pasar ni una, en
contraste con el guante de seda aplicado a la poderosa familia Botín que antes
de instruir un proceso de inspección se le comunica al defraudador
interpretando que ha tenido un descuido en su declaración de renta y que sino
le importa por una miseria de tributación están dispuestos a olvidarse del
asunto. Para, definitivamente, olvidarse del asunto tiene que montarse el
teatrillo de pasar por la lavadora de asuntos peliagudos que proporciona la
justicia. Ver en los archivos del mes de mayo Se ha iniciado el punto sin
retorno …….
Estamos perdidos, en un mundo al revés donde el
populacho tan sólo es el pagano de una descomunal estructura de Estado y una
camarilla de espabilados mueve los hilos del teatrillo de la democracia en la
que se forran mientras las penalidades de la plebe crecen a un ritmo
espectacular. Insisto en lo del mundo al revés, Falciani el empleado del banco
HSBC que destapó las cuentas secretas de un montón de millonetis está en la
cárcel mientras los Botín siguen donde estaban y ni tan siquiera se les ha
llamado a declarar a un juzgado. El descuido por el olvido del fortunón de la
familia Botín en Suiza se salda con la módica aportación de un triste 1%. Me
explico para aquellos que les parezca increíble o aquellos que se han visto
sorprendidos por Hacienda cuando, cogido por los pelos, les ha enviado una
“complementaria” a su declaración renta. Hablan del 10% de la cantidad trincada
en el paraíso fiscal, pero en realidad se refieren al 10% del rendimiento (los
intereses que genera el capital) que supongamos es del 3% anual, por los
últimos 4 años (los anteriores están prescritos) da un total del 12% al que se
le aplica el 10%, ¡tachan, tachan! aquí tenemos el 1,2% sin multa alguna por
tener desde hace años 2.000 millones de euros fuera del alcance de Hacienda. La
escusa, más que el argumento, de los Botín para disponer de esta fortuna en
Suiza es la peregrina afirmación de la fortuna perteneció al padre de la saga
que la tenía escondida para que no se la incautaran los “rojos”. Con esta
increíble afirmación que ha servido de Jordán purificador ¿Los botín no se han
metido en otro lío? Emilio Botín padre, murió en 1993 dejando una fortuna de
las incalculables por la que los herederos tuvieron que pagar por impuestos de
la herencia 10.500 millones de las antiguas pesetas (63,1 millones de euros)
por lo que se deduce del argumento de los Botín de que el dinero era del padre,
los 2.000 millones de euros están pendientes del pago de impuestos de
transmisiones. Esto no deja de ser una pequeñez que se compensará con miles de
persecuciones a los que menos tienen para repizcarles unos euros. El trato
exquisito a los Botín tiene mucho que ver con la financiación de los partidos
políticos y del indudable apoyo al partido que consiga formar gobierno. Las
prebendas y los patrocinios vienen de atrás por lo que creo conveniente poder
echar un vistazo a la historia secreta de los Botín.
De Botín a Botín: de casta le viene al galgo
Emilio Botín, el actual presidente del Banco
Santander, ha heredado de su padre el estilo agresivo y desenvuelto en el
ejercicio de la actividad bancaria, algo que ha permitido el imparable ascenso
de su banco durante los últimos años. Lo que ya se había cimentado, cuando menos
en experiencia, con las espectaculares operaciones de su antecesor, el mítico
don Emilio, que consiguió alcanzar unas metas consideradas como inabordables.
Su abuelo Emilio Botín López, decía que en los negocios “hay que jugar siempre
con ventaja, con un as en la manga”. La norma de su nieto es aún más
terminante: Hay que devorar antes de que te devoren”. Entre ambos se sitúa el
verdadero don Emilio, prácticamente el primero de la saga solía decir: “Quien
da primero da dos veces”. Cabe reconocer que los Botín son gentes de pocos pero
contundentes ideas expresadas a través de frases no precisamente originales.
Pero con tan primario bagaje ideológico les ha funcionado para bastir el más
sólido imperio -en lo económico- de España. Hay que reconocer de esta gente a
la hora de solucionar los asuntos que les concierne es el sentido pragmático el
que domina: Emilio Botín padre, contaba que en Santander había un inspector de
Hacienda que estaba metiendo en cintura al banco y a sus máximos rectores, y se
jactaba de haber solucionado el problema nombrando alto directivo de la
Fundación Marcelino Botín al funcionario. Este episodio cuadra con las citas de
estos eminentes próceres que se transmite de generación en generación en virtud
a la efectividad que se obtiene de ellas.
Emilio Botín Sanz de Sauturola falleció en 1993 y
fue presidente del Banco Santander durante 56 años: entre 1930 y 1986
El contenido mítico de la saga Botín arranca, sin
lugar a dudas, en la personalidad eminente del padre, Emilio Botín Sanz de
Sautuola -el don Emilio por antonomasia- que murió a los 90 años, habiendo sido
presidente del Santander durante 36, entre 1950 y 1986. Y aunque los
hagiógrafos pretenden forjar una leyenda en torno a los antecedentes bancarios
del actual presidente del Santander, por lo que hablan de que es hijo, nieto y
bisnieto de banqueros. Pero esto no se corresponde con la realidad porque la
historia bancaria de la familia empieza en el padre del actual Emilio. El
abuelo y el bisabuelo no sabían distinguir una letra a la vista de otra a días
o meses vista, y hay quienes aseguran que les resultaba imposible de todo punto
liquidar una cuenta corriente. Y lo curioso del caso es que no parecía que el
destino hubiera llamado a don Emilio, el padre, por los caminos de las finanzas.
Antes, fue un joven santanderino sin oficio ni beneficio, el cual, hasta que
entró en el banco llevado de la mano por su tío Marcelino, tenía como principal
ocupación desplumar a sus paisanos jugando al póquer. Al menos, así lo relató
el que fue presidente del diario Informaciones, Víctor de la Serna, hijo del
gran escritor y periodista e intimo de los Botín. El personaje tenía alma de
jugador cuando el banco se hallaba en una situación muy difícil, y un buen día
el presidente, don Marcelino, sorprendió a los pocos consejeros que quedaban en
la casa diciéndoles que, para arreglar las cosas, había contratado a su sobrino
Emilio como director. Obvio es decir que los demás administradores dimitieron
en el acto, aunque la favorable predicción del tío se cumplió en términos
insospechados: desde ese mismo día Emilio Botín Sanz de Sautuola y López se dio
de baja en todos los casinos y empezó a jugar a lo grande en otras mesas de
juego mucho más provechosas: los consejos de administración de las múltiples sociedades
que se le ponían a tiro. Parece que el cambio de fichas lo llevo don Emilio
Botín hasta las últimas consecuencias, puesto que nunca más quiso saber nada de
las otras mesas de juego, las recreativas; el mismo Víctor de la Serna hijo
contaba que acompañó con otros amigos a Emilio Botín a pasar unos días en
Montecarlo, y todos entraron a probar fortuna en el casino, menos don Emilio
que se abstuvo de tentar a la suerte.
En sus 36 años de mandato al frente del Santander,
don Emilio dirigió con mano férrea el banco hasta conseguir la identificación,
prácticamente absoluta, entre su familia y la entidad. Quienes trabajaron con
el cántabro, o le trataron en la intimidad, dicen que, aparte de sus grandes
dotes de negociador, era un conversador excelente. Pero también sobresalía en
él otro rasgo de indudable mérito: cualquiera que fuese recibido en su casa,
por modesta que fuese la condición del huésped, don Emilio primero le
consagraba su solicita atención, de tal suerte que muy rara vez accedía a
interrumpir la entrevista si le anunciaban cualquier llamada telefónica
urgente. Se cuenta que, en una ocasión, un amigo se lo encontró saliendo del
edificio de la calle de Alcalá, en la que el Santander llegó a tener su oficina
principal en Madrid, acompañado de un modesto director de sucursal. El
presidente le dijo al verle: “Te presento a uno de los mejores directores de
nuestro banco; esta haciendo una labor excepcional en su ciudad”. Luego, cuando
ya se fue el subordinado henchido de orgullo, añadió: “Comprenderás que estas
cosas hay que hacerlas porque dan un magnifico resultados ahora este hombre se
va a comer a todos sus competidores juntos”. En las comidas que ofrecía en su casa, don Emilio obsequiaba
invariable a sus invitados con unos riquísimos pescados llenos de espinas, y
siempre se ofrecía a servirlo él mismo practicando la operación con el cuidado
de un experto cirujano. A propósito de comidas, Cesar Martínez Beascoechea,
entonces secretario general de la entidad, todavía no alcanza a comprender cómo
logró convencer a Pablo Garnica para que Banesto no se merendara al Santander.
Todo lo contrario con lo que sucedió años después cuando el Santander de los
Botín se comió al viejo banco madrileño de un bocado. Y es que no siempre el
pez gordo se come al chico.
La compra del Banco Mercantil fue una de las jugadas
maestras de Botín Sanz de Sautuola. Un pulso que sirvió para demostrar que, en
algunas ocasiones, es el pez pequeño el que se pega la gran comilona. La
operación fue tan comentada en todos los círculos financieros, que más de un
banquero, con envidiables dotes adivinatorias, llego a pronosticar el
hundimiento definitivo de don Emilio. El patriarca de los Botín pasaba por ser
un hombre emotivo, hasta el punto que, se dice, que en los entierros se le
saltaban las lágrimas con facilidad suma. Pero su faceta sentimental quedaba
aparcada del todo cuando se trataba de defender los intereses del banco no
dejaba pasar por alto el menor fallo, ni le temblaba el pulso a la hora de
cesar a cualquier directivo, por muchos servicios que hubiese prestado a la
entidad. Don Emilio ha pasado tanto a la historia como a la leyenda de la
banca. Su misma figura ha quedado como un icono referencial: solía aparecer en
verano con un impecable traje blanco de lino y bastón con delicada empuñadura
de plata, y cubierto en invierno con un abrigo de visón hasta los pies y un
elegante sombrero. En una ocasión dijo:”Casi nadie gasta de acuerdo con lo que
tiene. Unos viven por encima de sus posibilidades y otros por debajo”. Convengamos,
una vez más, en que tales reflexiones no merecen la inmortalidad intelectual,
pero lo cierto es que la familia Botín ha estado siempre entre los segundos,
sobre todo porque lo que gastan sus miembros lo paga el Santander. Cuenta el
director de una editorial de Burgos, dedicada a la publicación de libros
históricos, que le fue a visitar el director de la sucursal del Santander para
pedirle una obra que interesaba a alguien de la familiar Botín, pero al mismo
tiempo solicitó “una importante rebaja”, porque así se lo habían ordenado. El
precio de la obrita en cuestión era de 1.500 pesetas, y el director de la
editorial optó por regalarlo para que no padeciese de manera grave la solvencia
económica de la familia; de la que por supuesto no recibió muestra alguna de
agradecimiento.
Un Greco en el dormitorio
Además de su interés por la historia, don Emilio
Botín tenía una decidida afición por la buena pintura, siempre, claro esta, que
pudiera comprarla a precio de saldo. Con agudeza indiscutible, asoció muy pronto
sus gustos pictóricos a la obra de Solana, hasta el punto de que logó adquirir
la mejor colección del genial artista. Con buen ojo se encaprichó también de un
cuadro del Greco que custodiaban las monjas del Hospital de la Caridad de
Illescas. Se trataba de una extraordinaria obra: La Adoración de los Pastores, que el genial
artista de las caras largas la realizó para presidir en su propia tumba en
Santo Domingo el Antiguo, en Toledo. Los designios del Greco no se cumplieron y
el cuadro dio algunas vueltas. Hasta la muerte del banquero cántabro presidió
en su dormitorio de El Promontorio (la residencia de los Botín en Santander),
después pasó al salón principal del banco (su antigua sede) en el paseo de la
Castellana, y ahora, en la actualidad, puede contemplarse en el Museo del
Prado. La historia de cómo llegó al museo nacional es supuesta pero se dice,
con cierto criterio, que los Botín entregaron la tela en compensación para
saldar una deuda fiscal que supuso un buen trueque para la saga de banqueros.
Pero vayamos a como se consiguió la preciada obra. Obtener la ansiada tela no
fue tarea fácil. Hace ya unos cuantos años, el santanderino mandó a su amigo,
Víctor de la Serna, para que desplegara sus dotes diplomáticas con la madre
superiora del Hospital y consiguiera, siempre por supuesto a un a módico
precio, el apetecido óleo. El escritor iba y venía de Illescas un día si el
otro también y un mes y otro mes, pero el Greco no caía. Hasta que una mañana
don Emilio tomó cartas en el asunto y mandó traer una cartera de mano en la que
metió fajos de mil pesetas hasta llegar a la exorbitante cifra de un millón de
entonces. Acompañado de su amigo de la Serna, subieron en su Rolls-Royce y el
banquero estiro la pierna derecha, como solía hacer por su flebitis, poniendo
el pie a la altura de la cara del chófer perfectamente uniformado. Y así
llegaron al ilustre rincón toledano, hablaron con las monjas, y don Emilio, de
improviso, abrió ante ellas la cartera en la que refulgía el color verde. La
madre superiora, al ver el deslumbrante espectáculo numismático, no dudo en
permutar de inmediato la cartera con su irresistible contenido, no dudo en
poner el Greco encima de la mesa. Una vez más, el banquero hizo un magnifico
negocio. Cabe recordar que en las últimas subastas las obras del maestro de
Creta se habían pagado por más de mil millones de pesetas, mil veces más de lo
que había pagado a las monjitas.
Devorando los peces pequeños
Emilio Botín II junto a Emilio Botín I
Desde sus orígenes al mando de1 Santander, que se
inician en 1941, hasta su retiro en diciembre de 1989, pasaron muchas cosas
para don Emilio. Su primer gran éxito -como ya se ha dicho- lo culmino al
absorber al gran banco rival en la región cantabra, el Mercantil de Santander,
estrategia de expansión llevada a cabo desde su puesto de director general. Con
esta operación el “bancuco” (como muchos llamaban al Santander) dobló su
tamaño. Después vendría la apertura de sucursales, la compra de otros bancos y
la aventura de las Americas, con la implantación de una cuidada red de oficinas
en aquel continente. A finales de 1980 obtuvo el control de la Banca Jover y
del Banco Comercial Español. Del reparto del pastel de Rumasa, al Santander le
correspondieron el Banco de Murcia y el Comercial de Cataluña. Hay que
reconocer que Botín senior unía a su ambición sin limites un innegable tesón
bastará con decir que, durante sus primeros años de mandato en el banco, dormía
doscientas noches al año en el tren que une Madrid con Santander. En invierno
llegaba a la estación santanderina con su ropaje más so1emne, en e1 que, como
ya se ha dicho, destacaba sobre todo e1 abrigo de pieles que le llegaba hasta
los pies. E1 mozo del coche-cama le sudaba con reverencia, y e1 banquero le
correspondía sacando del bolsillo derecho de la chaqueta un fajo de billetes de
cien pesetas, del que cuidadosamente cogía uno y se lo daba al empleado; así fue durante tanto
tiempo que cuando los billetes de cien pesetas dejaron de circular seguía dándole
uno al mozo que lo recibía con los mismos signos de gratitud que cuando tenían
curso legal. Esto es tan sólo una anécdota que nos introduce en el próximo post
como suma y sigue.
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