¿SUICIDIOS
O CRIMEN DE ESTADO?
Todos los datos permiten asegurar que una gran parte
del incremento en el número de suicidios que se viene dando en España está
relacionado con la forma en que se está gestionando la crisis. Ya he comentado
en artículos anteriores y más extensamente con Vicenç Navarro en el libro ‘Los
amos del mundo. Las armas del terrorismo financiero (Espasa, 2012)’, que en
todos los países en los que se han aplicado políticas de ajuste neoliberal se
ha podido detectar ese fenómeno, así que no es de extrañar que ahora se esté
produciendo en España. Actualmente, parece que en nuestro país se producen
entre nueve y diez suicidios cada día y que un tercio de ellos, según se puso
de manifiesto en un reciente congreso de Psiquiatría, son los que tienen que
ver con problemas económicos de diverso tipo originados por la crisis.
Y no hacen falta muchos estudios científicos para
comprobar igualmente que una gran parte de esos suicidios se relacionan con los
desahucios, que en estos momentos dejan sin vivienda a más de quinientas familias
cada día en España. Ya son bastantes los casos en los que se han producido
justo antes de que las autoridades y la policía procediesen a desalojar a las
familias de sus viviendas en diferentes lugares de España.
Se trata de un verdadero drama que tiene una
responsabilidad muy directa: las autoridades e instituciones del Estado que
hasta el momento no han hecho nada efectivo para evitarlo. Todo lo contrario,
lo han provocado con las políticas que vienen aplicando e incluso lo facilitan,
como esos jueces que llegan a decretar que los desahucios se lleven a cabo sin
previo aviso para evitar que la población acuda en ayuda solidaria de los
afectados.
El Gobierno actual y el anterior han dedicado sumas
millonarias a salvar y proteger a los banqueros y a los grandes propietarios,
pero no han tomado ni una sola medida efectiva para acabar de una vez por todas
con la desprotección de las familias de menos ingresos que pierden sus
viviendas.
Cambiar las leyes para establecer medidas como la
dación de pago, la creación de tribunales que gestionen la reestructuración de
la deuda familiar, la disminución temporal de las cuotas para las personas sin
ingresos o en paro, quitas familiares, u otras parecidas que podrían evitar los
desahucios no comportan grandes dificultades legales ni supondrían demasiado
coste económico (al revés, permitirían aumentar la demanda efectiva y así
mejorar la situación económica). Por eso es injustificable que se sigan
llevando a cabo desahucios que provocan docenas de suicidios y un sufrimiento
personal y social tan extraordinario.
Que los dos grandes partidos se pusieran de acuerdo
en unos pocos días para modificar la Constitución, y así contentar a los
poderes financieros, y no lo hagan para adoptar medidas de rango muy inferior
dirigidas a proteger a las miles de familias que se quedan en la calle solo
refleja que se trata de dos organizaciones políticas que han perdido el norte
para convertirse en simples piezas de un dominio oligárquico que ya es
insoportable, y que requiere una respuesta social a la altura de su traición a
los principios elementales de la ética, la justicia y el buen gobierno.
Es incomprensible, y empieza a producir una rabia
inmensa, contemplar día a día a los parlamentarios ocupados en todo tipo de
asuntos pero incapaces de acabar con el drama. Es desolador comprobar que los
jueces no hayan reaccionado ya cuando llevan tanto tiempo como ejecutores de un
derecho que es la antítesis de la justicia. Es patético e indignante ver a la
policía defender día a día a las autoridades que echan a las gentes de sus
casas y a los Bancos que se quedan con ellas, y golpear con saña a las pobres
mujeres y hombres que las defienden. Es una vergüenza comprobar que hasta la
jerarquía de la Iglesia Católica, que tanto habla de defender a la familia,
llame a la policía para desalojar de sus templos (como en La Almudena de
Madrid) a quienes quieren llamar la atención de la sociedad hacia lo que está
pasando (en clara contradicción, hay que reconocerlo, con la inmensa mayoría de
sus fieles de abajo que siempre suelen apoyarlos). Es tremendo que no salga ni
una sola palabra ni un gesto de ayuda del Jefe del Estado, que se dedica, por
el contrario, a defender las políticas que provocan el paro y la pérdida de las
viviendas, mintiendo sobre los efectos que están provocando sobre la sociedad y
la situación económica solo para proteger los intereses de los grupos más
poderosos. Es sencillamente insultante, que en lugar de defender a las miles de
personas que sufren, el Gobierno no solo siga aplicando sin misericordia las
políticas que agudizan la crisis, sino que se dedique a ir indultando semana
tras semana a los pocos financieros y políticos delincuentes que habían sido
condenados en los años anteriores. Y es un insulto a la inteligencia y un despropósito
la Constitución que declara que “todos los españoles tienen derecho a disfrutar
de una vivienda digna y adecuada”, pero que a la vez no impide que se produzcan
más de medio millar de desahucios diarios.
Cada vez que muere una persona desesperada por el
paro o por la pérdida de vivienda, o a causa del peor tratamiento que reciben
cuando son dependientes o están enfermas, aumenta algo más la responsabilidad
de todas esas instituciones y personas. No podemos ni debemos aceptar que todo
lo que está pasando en España, el daño tan grande que se le está haciendo a
millones de personas, sea un simple accidente o algo inevitable. Es un daño
orquestado, perfectamente evitable y que se produce solo porque se quiere
beneficiar a otros grupos sociales. Por eso me parece que las personas que
dirigen esas instituciones o que toman las decisiones tienen una auténtica
responsabilidad criminal y no solo política que debería investigarse y
depurarse cuanto antes.
Tendríamos que dejar de hablar ya de suicidios y de
poner sobre la mesa la comisión de un verdadero crimen de Estado porque sus
instituciones, que tienen la obligación de evitar el dolor de los ciudadanos y
cuentan con medios para ello, son las que lo están provocando. La gente normal
y corriente tiene derecho a defenderse e incluso el deber de levantarse contra
los tiranos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario