MEDIOS DE COMUNICACIÓN POLITIZADOS. ANA BELÉN LÓPEZ HERNÁNDEZ.


MEDIOS DE COMUNICACIÓN POLITIZADOS

Encender la televisión, leer el periódico o ver la prensa por Internet. Todo ello forma parte de nuestra rutina. El hecho de estar informados lo consideramos algo vital, dado que es labor nuestra saber cómo es la realidad que nos rodea, en qué tipo de sociedad vivimos y, en definitiva, qué está pasando en el mundo con el fin de poder actuar cuando lo veamos conveniente. A fin de cuentas, la información es poder,  ¿y cuál es uno de los anhelos del ser humano sino el poder? La información es un arma que podemos usar de muchas formas, y esto es una constante que se ha mantenido a lo largo de la historia. No hay más que echar la vista atrás, a tiempos en los que una dictadura quería acaparar todo el poder de una nación. El mejor modo, pues, de conseguirlo era privando a la sociedad de su escudo, de su arma más efectiva: la información.


No obstante, se sabía que negando la información al pueblo sólo se conseguirían protestas e insurrección, de modo que debían de hacerlo de un modo más sutil pues, a menudo, el éxito dependerá de la habilidad de convencer a alguien que él fue el autor de una idea que tú tienes y quieres implantar. De este modo, a través de la manipulación, las élites dominadoras intentan contentar progresivamente a las masas para guiarlas hacia sus objetivos.

Sin embargo, el caso de los estados totalitarios no es un caso aislado. Los cabecillas de la plutocracia impiden, mediante el manejo organizado de los medios de comunicación, que los pueblos tengan conciencia de sus propios problemas, para que así los resuelvan en función de sus verdaderos intereses. Así se manipula, con la ayuda de un instrumento básico y trasncendental: las palabras. Si puedes controlar el significado de las palabras, puedes controlar a la gente que utiliza esas palabras.

Para ejemplificar esto no hay más que echar un vistazo a estos dos titulares sacados del periódico online “Libertad digital”. El primer titular cita así: “Escasa asistencia a la manifestación de los sindicatos: unos pocos miles de simpatizantes de UGT y CCOO se reunieron en la Paza Cibeles (…)”; mientras que la segunda noticia expone: “Aznar se da un baño de multitudes: decenas de personas le han pedido que regrese a la vida política (…)”. Es muy curioso destacar el cuidadoso empleo de las palabras y fijarse en la relación semántica entre ellas: ¿”Unos pocos miles” es algo escaso y, sin embargo, “decenas de personas” es un baño de multitudes? Yo creo que la verdad habla por sí sola, de la mano de la evidente manipulación por parte de este tipo de pseudoperiodismo.

La manipulación mediática es algo presente en nuestras vidas. Es muy fácil observar, con un poco de rigor y de investigación, qué es lo que hacen y cómo lo hacen para conseguir crear la falsa ilusión de que vivimos en un mundo idílico, o mejor dicho, en el mundo en el que “ellos” quieren que vivamos, donde todo va bien y donde la gente que nos gobierna está haciendo sus deberes de forma muy eficiente. Y todo ello se consigue a raíz de una serie de estrategias, llamadas las “Diez estrategias de manipulación mediática”, enunciadas por primera vez por Noam Chomsky. A continuación citaré algunas de ellas, las que considero que son las más representativas de este mundo mediatizadamente manipulado en el que vivimos: 

El primer paso para tener éxito en el arte de la manipulación es la distracción. Distraer a la gente, desviar su atención hacia temas banales para que así se sientan ocupados para pensar no sólo en los cámbios que efectúen las élites políticas y economícas, sino para impedir que el público se interese por conocimientos esenciales en el área de la ciencia, la economía, la psicología, la neurobiología y la cibernética. Esto es algo muy obvio. ¿De qué se habla más por las calles, de la cantidad de brillantes científicos españoles que han tenido que emigrar para buscarse la vida fuera de España o de cómo van los resultados de la Liga de fútbol de turno? Ya lo hacían los romanos hace más de veinte siglos: dadle al pueblo pan y circo, así no se inmiscuirán en cuestiones que no les interesan a los de arriba .

“Mantener la Atención del público distraída, lejos de los verdaderos problemas sociales, cautivada por temas sin importancia real. Mantener al público ocupado, ocupado y ocupado, sin ningún tiempo para pensar; de vuelta a granja como los otros animales” (cita del texto “Armas silenciosas para guerras tranquilas”).

El siguiente paso consiste en crear problemas para ofrecer soluciones. Es el mejor modo de “echarse flores”, como se suele decir coloquialmente: se crea un problema, una situación prevista que no sea del agrado del público, y a partir de ahí sólo tienen que sentarse a esperar que ellos demanden las medidas que se desean aceptar. Un ejemplo de ello es dejar que se intensifique la violencia urbana a fin de que el público sea el que demande leyes de seguridad y políticas que supongan el deterioro de la libertad individual.

La estrategia de la gradualidad es otro modo de asegurar la aceptación social de una determinada medida. Es evidente que leerse un libro de quinientas páginas en una tarde es algo exagerado, pero si se hace poco a poco, avanzando un poco todos los días, apenas ni nos damos cuenta. Con las medidas políticas pasa exáctamente lo mismo: se aplican con cuentagotas, avanzando un poco cada año, con el fin de evitar una revolución. El tema del tabaco sería un buen ejemplo, a pesar de no ser de índole política ni económica: en la década de los 90’ se podía fumar donde fuere; no obstante, actualmente cuesta encontrar un sitio donde los fumadores puedan practicar ese hábito sin ser sancionados. O también destacar como ejemplo la sutil privatización sanitaria que nuestros gobernantes están llevando a cabo de forma muy paulatina, eliminando sin que nos demos cuenta el derecho a una sanidad gratuita para todos.

A lo anterior le sigue el hecho de dirigirse al público como criaturas de poca edad, cosa que puede hacerse de dos modos. Por un lado, usando un lenguaje, argumentos y entonación particularmente infantiles. El por qué es sencillo: tal y como cita el libro “Armas silenciosas para guerras tranquilas”: “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese la edad de 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, ella tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico como la de una persona de 12 años o menos de edad”. Sin embargo, esta estrategia se puede llevar a cabo de otro modo: colmando al espectador con incontables números, cifras de paro, Ibex 35, prima de riesgo… Muchos sí que sabrán interpretar esos datos, pero una gran parte de la población no sabe lo qué significa ni qué supone que una cifra baje y suba. De este modo, se crea la sensación de que es “demasiado complicado” para él y prefiere no discernir al respecto por sentirse “tonto” al no saber interpretar esa cantidad de información que nos meten diariamente en los telediarios. Y esto enlaza con la siguiente estrategia, que es mantener al público en la ignorancia y la mediocridad. Pero va más allá: lo incitan a creer que está moda ser estúpido, vulgar e inculto, malhablado, admirador de gentes sin talento alguno, despreciardor de lo intelectual. Tan sólo hay que echar un vistazo a la clase de programas que se televisan en horario infantil y que son la perdición de una cantidad ingente de adolescentes que, por si fuera poco, admiran al tipo de personas que van a dichos programas a presumir de que no han leído un libro en su vida.

Es triste ver cómo algo que debería ser público, objetivo y transparente está tan arañado con las garras de la política, con el único fin de crear una masa uniforme de ciudadanos a la que poder controlar, para así complacer los intereses de los miembros plutocráticos que componen esta oligarquía en cubierto en la que vivimos. Tal y como dijo el poeta, periodista y ensayista político Ryszard Kapuscinski, “cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante”

ANA BELÉN LÓPEZ ES ESTUDIANTE DE PRIMERO DE BACHILLERATO

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