CONCURSOS DE ACREEDORES, REFUGIOS DE BUITRES Y CARADURAS. FERNANDO SÁNCHEZ SALINERO


CONCURSOS DE ACREEDORES, REFUGIOS DE BUITRES Y CARADURAS
 “Es fácil, terriblemente fácil, hacer tambalear la confianza de un hombre en sí mismo. Aprovecharse de esta ventaja para conmover el espíritu de una persona es una labor diabólica.” George Bernard Shaw

España es un país de concursos, desde los enormes éxitos de los concursos televisivos, el un dos tres, Operación Triunfo, Gran Hermano… a los ahora más tristes concursos mercantiles de las empresas. La pena es que muchas empresas, mal asesoradas, jamás deberían concursar, porque suele suponer una situación mucho peor de la que estaban. ¿Quién gana con esto? ¿Quién se está forrando con esta práctica?


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Las empresas españolas (las de buena parte de Europa también) están sufriendo un huracán para el que nadie les había preparado, es más, es probable que les hubieran preparado para lo contrario:

►los famosos consejos de “tu amigo el del banco” de “pide más y te compras un coche como te mereces”,
►o “tengo un chollo para ti, pero en plan confidencial”, que luego resultaba ser un muerto que no sabían cómo sacar de la oficina.

El caso es que por una cosa u otra (que mucha, pero que mucha responsabilidad tenemos todos) hay miles, cientos de miles de empresas, en una situación de “no  aprietes más que ya no respiro”.
Y entonces ¿qué se suele hacer?
Recurrir a dos figuras muy peligrosas en estos casos:
  1. El ABB, es decir, el Asesor de Barra de Bar
  2. El AFT, el Asesor fiscal Teórico.

El 1º es el “enterao” de nuestro círculo de relaciones que nos da consejos de trazo grueso, que lo mismo arreglan el país, que nuestra empresa, en los que muchas veces la ética no está muy presente y el camino del medio suele llevar implícito algún; “que se jodan si no cobran…” o similar.

Estos conciben los concursos como una forma de forzar la situación. Como no tengo liquidez, concurso y “obligo” a una quita del 50% a los acreedores y luego aquí no ha pasado nada.

El 2º suele ser alguien sin ninguna experiencia empresarial real, salvo la de su ejercicio profesional y que ve el concurso como otro instrumento teóricamente aceptable. He de reconocer que en este colectivo también hay grandísimos profesionales, muy honrados que suelen dar consejos cargados de sensatez, pero también hay muchos jetas, que no les saques de rellenar declaraciones de IVA, y hacer TCs y luego hablan con una ligereza, o incluso una segunda intención que asustarían a Al Capone.

El caso es que la gente a la desesperada entra en concurso y allí aparece el juez
nombrando a los administradores concursales. Que serían como el presentador de un show televisivo, que gane quien gane en el concurso, ellos siempre son los mayores favorecidos, y a por otro concurso que esto es un chollo.

Gente que conocen la realidad empresarial de la misma forma que la vida en la Antigua Roma, es decir, a través de los libros, toman el mando de una empresa no en serio peligro, sino en una situación casi terminal, y se dedican a experimentar con pólvora ajena. Que es como si alguien que hubiera estudiado medicina por correspondencia se pone a operar a un enfermo terminal a corazón abierto. Pero con un agravante, cobrando como si fueran asesores de Warren Buffet o de Amancio Ortega. Auténticos chupatintas metidos a toreros, con el patrimonio ajeno por supuesto. ¡Y a forrarse que son dos días!

¿Alguien en su sano juicio dejaría un barco que está hundiéndose en alta mar en medio de una gran tempestad en manos de alguien que nunca navegó? Y si además le damos atribuciones para que trocee el barco y venda las partes como mejor le convenga, ¿qué ocurrirá?

El 90% (por ser generoso) de los administradores concursales ni han tenido, ni van a tener nunca una empresa propia, y le confiamos una en peligro en medio de esta crisis… ¿Qué se puede esperar? Hoy están en un concurso de una empresa de un sector, más delante de otro sector…
Hay encarnizadas puñaladas para caer en según qué empresas para hacer y deshacer, para mal vender lo que aún tenga un valor, para alargar las cosas innecesariamente y para pasar minutas con las que nunca habían soñado.

Igual que los que venden sacos para recoger víctimas de una guerra se ven favorecidos por los desastres, estos sujetos se forran cuando otros agonizan. Hay casos de juzgado de guardia. Pero como España está como está, éstos son otros de los grandes favorecidos por el naufragio.

Muchas de las empresas que concursan no deberían concursar, bien porque tendrían que ir a una disolución ordenada que preservara más el patrimonio final, bien porque tenían arreglo sin convertirse en alimento de los aprovechados.

Desgraciadamente la mejor solución para algunas empresas sería una liquidación ordenada, produciendo el menor quebranto en la hacienda propia y en la de los acreedores.  En otras ocasiones la salvación será cuestión de adoptar medidas valientes, seguir al timón, pero dar un cambio de rumbo. Cualquier cosa mejor que dejar que unos picapleitos sin experiencia desbaraten lo que muchas veces ha costado años construir.


Mi experiencia me dice que el 80 % de las empresas que veo desaparecer tendrían solución, simplemente cambiando de mentalidad y enfrentando la realidad sin autoengaños, pero una y otra vez me encuentro que la gente acepta de mejor gana la situación de concurso, que la de cambiar de mentalidad.

A medida que vayamos adquiriendo más experiencia en estos temas creo que se frivolizará menos con la posibilidad de concursar, y de seguir alimentando (y muy bien) a mucha gente que ha decidido vivir a costa de la desgracia ajena.

Espero que este post ayude a reflexionar a los que se encuentren en una situación complicada.


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