DESIGUALDADES EN EL MERCADO DE
TRABAJO
Es bien
sabido que en el mercado de trabajo es donde quizá se reflejan más nítidamente
las mayores debilidades de nuestra economía y por eso no es de extrañar que
allí se den también grandes desequilibrios y desigualdades.
La economía
española ha sido capaz de crear altos volúmenes de empleo en etapas de
expansión (fue la que más creó de Europa entre 1995 y 2007) pero ni siquiera
esa circunstancia puede ser considerada completamente positiva si se tienen en
cuenta algunos de los rasgos que están asociados al empleo creado, por ejemplo,
en esta última etapa
- Una
especialización en actividades de bajo valor añadido, poco productivas y
vinculadas a actividades sectoriales muy poco sostenibles y generadoras de
grandes externalidades que a la larga generan incentivos muy perversos y un
efecto rebote muy peligroso, como hemos visto que ocurre cuando se viene abajo.
- Una gran
precariedad que se manifiesta en la altísima tasa de temporalidad, en la
abundancia de trabajo parcial indeseado y en los bajos salarios (el salario
medio en España es el 40% de la media de los países analizados por la OIT en su
Informe Mundial sobre salarios 2012-2012 y el único país de la OCDE en donde no
han aumentado los salarios reales en los últimos veinte años).
-
Desequilibrios diversos entre los niveles de formación y el empleo ocupado.
- Una
desigualdad persistente, que comentaremos más adelante y que afecta
principalmente a las mujeres, a los jóvenes y a los inmigrantes, y dentro de
ellos, a los grupos de población de menos formación.
Con estos
rasgos no es de extrañar que igual que se crea gran cantidad de empleo en la
expansión, se destruya muy rápida y abundantemente en las fases de crisis y
recesión, como la actual, cuando se han perdido, entre 2008 y 2012, unos 3
millones de empleos, que representan casi el 40% del total europeo (Una visión
general en Fernando Rocha y Jorge Aragón, La crisis económica y sus efectos
sobre el empleo. Fundación 1º de Mayo 2012).
La crisis,
efectivamente, ha agudizado los rasgos negativos de nuestras relaciones
laborales y ha frenado la corrección que en algunos casos se venía produciendo
de algunos de ellos. Así ha ocurrido concretamente con las diversas
manifestaciones de la desigualdad que se dan en el mercado de trabajo español y
que vamos a presentar sumariamente en este artículo en relación con tres
grandes aspectos, el acceso al empleo, la que tiene que ver con el empleo mismo
y la que se manifiesta en procesos de exclusión.
Desigualdad en el acceso al empleo
Como muestra
la gráfica nº 1, el porcentaje de personas empleadas en sus respectivos grupos
de población es muy desigual. El de los hombres con edades comprendidas entre
25 y 54 años es muy elevada (llegó a ser del 88,05% en 2007, aunque la crisis
la ha reducido en casi 17 puntos). En estos momentos es 10 puntos más alta que
la de las mujeres de esa franja de edad (5 menos que en 2007, debido a la mayor
pérdida de empleo masculino) pero mucho más que cualquier otro grupo de
población: 22,5 puntos más que la de los extranjeros, 31,3 más que la del total
de mujeres, 38,3 por encima de la de los jóvenes de entre 20 y 24 años, 52,4
puntos más que la correspondiente a la población de más de 54 años (que solo
tiene una tasa de empleo del 18,71%) y 65,8 puntos más que la de jóvenes de
entre 16 y 24 años (de cuyo total solo está empleado el 5,4%).
No hace
falta un análisis muy sofisticado, pues, para detectar que la posibilidad de
encontrar empleo en nuestro mercado de trabajo se haya muy desigualmente
repartida entre los diferentes grupos de población y que algunos de ellos
prácticamente no la tienen en absoluto. O que no todos los grupos han sido
afectados de igual forma por la caída en el empleo que ha llevado consigo la
crisis, pues ésta ha sido especialmente fuerte entre los jóvenes, los hombres
de 25 a 54 años y los inmigrantes.
La gráfica
nº 1 muestra igualmente un fenómeno que va a ser una constante a lo largo de la
crisis. Algunas de las desigualdades que se venían dando históricamente en
nuestro mercado de trabajo, como entre mujeres y hombres, se reducen a partir
de 2007 pero no porque mejoren los niveles más bajos sino porque empeoran los
que se encontraban en mejor situación.
El desigual
ejercicio del derecho al empleo
Los datos
disponibles sobre el mercado de trabajo indican también que se da una notable
desigualdad en las condiciones del empleo existente.
La gráfica
nº 2 muestra que una de las grandes lacras de nuestro mercado de trabajo, la
temporalidad, afecta (negativamente) en gran medida y casi por igual a todos
los grupos de población, con dos únicas excepciones. Una, la de la población de
más de 55 años, que actualmente tiene una tasa de temporalidad baja para
España, del 10,7%. Y otra, la de los jóvenes, aunque por la razón contraria:
los de edad entre 16 y 19 años tienen una tasa de temporalidad del 86,1% y los
de edad comprendida entre 19 y 24 años del 62,5%. Una desigualdad muy grande
que apenas si se ha modificado en los últimos años.
Además,
tanto esta gráfica nº 2 como la anterior reflejan claramente que el empleo de
los jóvenes y también en gran medida el de los inmigrantes es
extraordinariamente estacional, como indican las continuadas puntas que se
producen en los meses de verano, y lo que refleja la precariedad e inseguridad
laboral a la que se encuentran sometidos.
Algo
parecido muestra la gráfica nº 3, en la que se registra la evolución reciente
de las tasas de paro. Como puede comprobarse, aunque aumenta en todos los
grupos considerados, lo hace de manera extraordinaria, una vez más, en el caso
de los jóvenes e inmigrantes.
No obstante,
estas últimas diferencias deben matizarse teniendo en cuenta que es
precisamente en estos grupos (así como en los de menor nivel de formación) en
donde se ha producido un descenso más acusado de la tasa de actividad,
generalmente a consecuencia del desánimo que produce saber que el desempleo es
muy elevado y que las oportunidades de empleo se han reducido. En realidad,
solo las mujeres (tanto nacionales como inmigrantes) han aumentado ligeramente
su tasa de actividad, y en este caso como consecuencia de las peores
condiciones familiares que obligan a buscar nuevas o más abundantes fuentes de
ingresos. Lo que quiere decir que también en este aspecto se produce una
convergencia por igualación pero hacia abajo que no se puede considerar como la
más deseable.
Estos
cambios en la tasa de actividad llevan a otra dimensión muy importante de la
desigualdad laboral que empieza a aparecer como un verdadero drama colectivo.
La consolidación de un auténtico grupo social formado por personas,
generalmente jóvenes, que no tienen actividad alguna porque ni están ocupados,
ni reciben ningún tipo de formación y cuyo número ha aumentado
considerablemente durante la crisis. En 2007 los de edades comprendidas entre
16 y 24 que se podían considerar en esta situación representaban el 14% del
total de su grupo de edad y los de 25 a 29 el 15,7%. Actualmente, esos
porcentajes han aumentado en 5,5 puntos y 17, respectivamente.
La exclusión
en y del mercado de trabajo
Finalmente, hay que hacer mención a dos
grandes dimensiones de la desigualdad que se producen en el marco de las
relaciones laborales. Tienen que ver, por un lado, con la generación de
trabajadores pobres e incluso con procesos de exclusión social que se producen
dentro del propio mercado de trabajo (y no fuera de él, entre las personas que
se encuentran excluidas porque no tienen posibilidad de encontrar empleo). Por
otro, se refieren a la literal expulsión del mercado laboral que afecta a un
número cada vez más elevado de trabajadores y, sobre todo, trabajadoras.
Actualmente
un 10% del total de la población
ocupada, el 13,5% de las personas que trabajan con empleo temporal (la mayoría
jóvenes) y un 18,5% de quienes lo hacen con contratos a tiempo parcial (la
mayoría mujeres) está por debajo del umbral de pobreza, y un porcentaje
relativamente importante de ellas se encuentran en situación que puede
considerarse de auténtica exclusión social. Se trata de un fenómeno complejo
que tiene que ver con diversos factores que no podemos analizar aquí pero en
gran parte como consecuencia de la gran discriminación salarial que persiste en
nuestro mercado de trabajo: las mujeres recibían en 2007 el 70% del salario
masculino, los jóvenes el 47% del salario medio total y los extranjeros el 57%
de los nacionalizados (Varios autores, Trabajadores pobres y empobrecimiento en
España. Fundación 1º de mayo 2012).
La segunda
cuestión a considerar es que igualmente se está consolidando un grupo social de
desempleados de larga duración que se puede considerar cuasi expulsados del
mercado de trabajo. En el segundo trimestre de 2008, el porcentaje total de
personas en esta condición era del 21% (16,2% hombres y 25,9% mujeres). En el
mismo trimestre de 2012 ya eran del 52%, solo con algunos decimales de
diferencia, en las tres categorías (un total de tres millones de personas).
FUENTE: TEMAS PARA EL DEBATE
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