EL TONTO DEL PUEBLO. PABLO BUJALANCE


EL TONTO DEL PUEBLO
Hum, de nuevo el deporte nos brinda un argumento ético de primer orden. Va a haber que pensarse lo apuntarse a algún canal de pago para seguir todas las ligas del universo, ahora que los filósofos andan tan callados. Ayer, mientras los chistes sobre los áticos en Marbella y el grosor de algunos sobres se convertían en la comidilla del Twitter, y mientras TheNew York Times amenazaba con publicar un reportaje sobre la corrupción en España, los televisores se incendiaban con la entrevistita que Oprah Winfrey le hacía al contrito Lance Armstrong. Y, entre otras perlas, el tipo afirmó que nunca tuvo la sensación de haber cometido una tropelía porque se limitó a hacer lo que hacía todo el mundo.


Trasladada esa frase al mapa ibérico, el resultado es una síntesis perfecta de lo que los últimos 500 años han dado de sí en España. Más que la envidia (que es mucha), la ambición (no menor), el desprecio a la democracia (ídem) y el escaso respeto al Estado de derecho (más bien, nulo), el verdadero motor de la corrupción en este bendito país es el miedo a parecer el tonto de pueblo: si todo el mundo mete la mano, maldita sea, ¿por qué no la voy a meter yo? Busquen en hemeroteca y a ver si son capaces de encontrar una sola información sobre alguna operación policial puesta en marcha a tenor de un caso de corrupción política en los últimos diez años en la que algún detenido no haya amenazado con tirar de la manta, con éstas u otras palabras. El estamos contigo y el te quiero mucho, presidente funcionan bien como el catalán, en la intimidad, pero cuando todo se destapa faltan cuellos para tanta mandíbula: aquí está pringado hasta el párroco y yo soy un cabeza de turco. Ya Shakespeare bordó el asunto al ponerle a Macbeth una Lady Macbeth delante, no detrás, pero conviene dedicar las líneas que quedan a una última consideración: nuestra democracia parlamentaria heredó un sistema corrupto, el franquismo, donde nadie se ocultaba si metía la mano. Y se limitó a cambiar los nombres, no su infraestructura: prueba de ello es que España arrastra aún un brutal déficit de trasparencia, impropio de Europa. Tal vez eso explique que todos los partidos se pusieran tan de acuerdo en la Transición. Ninguno quiso parecer el tonto del pueblo.
FUENTE: MÁLAGA HOY

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