LO ALENTADOR DE LOS ESCÁNDALO
Los escándalos
por corrupción política no son sólo desalentadores. También son alentadores.
Creo importante decirlo precisamente hoy, cuando los trágicos datos del paro
(el más alto de la historia: casi seis millones de personas), los aún más
trágicos datos del paro juvenil (el 55%) y los lamentables datos de Andalucía
(furgón de cola, como siempre, superando en 10 puntos la tasa nacional) chocan
aún con mayor estrépito con los escándalos que salpican al PP, al PSOE o a CiU.
¿Cómo es
posible que los escándalos por corrupción política no sólo desalienten, sino
también alienten; no sólo generen desconfianza en la democracia, sino que
también la refuercen? Porque el escándalo estalla cuando la corrupción se
denuncia, se hace pública y la Justicia actúa contra ella. Lo que debería
preocuparnos son los no escándalos, es decir, la corrupción sorda que queda
impune.
Mi punto de
vista es optimistamente pesimista. La corrupción -como una de las
manifestaciones de la maldad- es consustancial al ser humano, que por eso ha
ideado frenos religiosos, éticos y legales que la contengan y castiguen. Donde
con mayor fuerza se manifiesta es allí donde el poder garantiza la satisfacción
de las pasiones y las ambiciones. Por eso la corrupción está en las entrañas de
la política desde que esta existe; en las democracias y en las dictaduras, en
el mundo antiguo y en el moderno. Charles Laughton, que interpretó a dos de los
mejores corruptos de la historia del cine, los senadores Graco de Espartaco y
Cooley de Tempestad sobre Washington, sería un buen símbolo de la corrupción a
través de los tiempos. En pantalla está la excepcional Lincoln de Spielberg que
demuestra que en política hay que jugar sucio incluso para conseguir el bien.
Otto
Preminger dijo sobre su Tempestad sobre Washington: "Es una crítica muy
dura a nuestro sistema de gobierno. Parece mentira que el Gobierno permitiese
hacerla. Por eso demostró que ésta es una democracia en la que hay libertad de
expresión". De esto se trata, precisamente. La democracia no garantiza la
desaparición de la corrupción. Pero permite denunciarla. Esto conlleva hacerla
pública con el consiguiente escándalo. Pero también atajarla y juzgarla. Lejos
de desmoralizar a los ciudadanos, esta realidad incontestable debería
animarlos. Es en las dictaduras dónde no estallan escándalos: a poder absoluto,
silenciada corrupción absoluta.
FUENTE: MÁLAGA HOY
No hay comentarios:
Publicar un comentario