NIÑOS BONITOS
Es tiempo de
amor, de buenos deseos; de paz y de ilusión. Es tiempo para los niños y para
quienes quieren volver a serlo; una estación de propósitos puros, de fantasía y
de magia. En este plan, ¿qué tal si hablamos de la República? En el cementerio
de San Rafael han hincado la primera piedra de un monumento a los muertos de la
guerra y de su periferia: allí se blandían banderas tricolores, se pronunciaba
(con inquietante ligereza) la palabra "genocidio", se pedía la
anulación de los juicios franquistas (la dictadura ya está considerada
ilegítima, ¿de qué modo anulamos lo nulo?, ¿legitimándolo antes?) y se
identificaba a las víctimas del homenaje como "los nuestros", lo que
implica que también eran "nuestros" la mitad de los asesinos. Si, según
Nietzsche, solo se recuerda lo que no deja de doler, la única cataplasma que
devuelve la serenidad es el olvido. Otro pinganillo en el cementerio va a
ayudar poco.
El PP nunca
podrá -nunca le dejarán- sentirse cómodo en estas galas necrofílicas. De la
Torre se mantuvo circunspecto pero una mención suya a los "fallos" de
la República causó que en Twitter soltaran los perros: jóvenes socialistas, que
no han conocido otra república que la de "La guerra de las galaxias",
lo llamaron "hp". Tras el abucheo eliminaron los mensajes y luego,
con paroxístico ingenio, aclararon que eso significaba "Hijo Predilecto
del franquismo". Yo llegué tarde a la gresca, ya habían borrado las
enormidades, pero quedaban las reacciones, tal y como el hueco que una pezuña
deja en el barro delata al bicho. Arturo Pérez-Reverte, antes o después de
soltar una salvajada, dice que el tuiteo no es más que cháchara de barra de
bar. Aquí se brama ¡hp! o ¡franquista! como se escupen las cáscaras de las
gambas.
No se llama
"hp" a una persona. Mucho menos por escrito y en un foro público. No
se retira la ofensa para después rematarla con una gracia que empeora el clima,
a estas alturas bastante viscoso. No se acude con semejante alegría a la muy
seria acusación de franquista, un término ya tan adulterado como el de
republicano. Sobre todo, no se trata así a un representante de una democracia
elegido con la limpieza que ya hubieran querido los fanáticos con escaño del
engendro institucional que fue la Segunda República Española. Por lo pronto,
nadie ha ido a llamar a la puerta de nadie para zanjar el debate con el método
consuetudinario de la época: la Star amartillada al cinto y la boca llena de
libertad, revolución, valores eternos y babas. Eso le llevamos de ventaja a la
niña bonita, cuya belleza cuestiono y a la que, como a cualquier niña o niño
con teclado caliente, no debemos concederle más encanto que el de su
puerilidad.
FUENTE:
MÁLAGA HOY
Este hombre creé saber de lo que habla y no se entera.
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